Paola Bovolenta y Amalia Martínez Segura son dos investigadoras. La primera, una itliana en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa; la segunda, una española el la versión británica del CSIC, aunque pronto se pasará a una empresa privada. Ambas son ejemplos en este Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, que se celebra cada 11 de febrero para lograr el acceso y la participación plena y equitativa en la ciencia para las mujeres y las niñas, según señala la Organización de Naciones Unidas.

El papel de la mujer, en especial en la ciencia, siempre ha estado relegado a un segundo puesto. No solo porque siempre ha sido un campo en el que han destacado lo hombres sino porque, también, ha habido muchos robos a mujeres que han realizado grandes investigaciones y han terminado siendo atribuidos a hombres, como es el caso de Rosalind Franklin, a quien se le negó, por mucho tiempo, su importancia en el descubrimiento de la estructura en doble hélice del ADN. De ahí que iniciativas como la de hoy, reivindicando el papel de las mujeres en la ciencia, sea tan importante.

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Paola (Venecia, 1957) siempre estuvo interesada por la ciencia ya que su madre estudió biología, "aunque ella no trabajó prácticamente en investigación, solo cuando hizo su tesina", explica la italiana. Sin embargo, para Paola fue una forma de acercarse a la ciencia: "A mi me gustaba la biología, así que cuando empecé la universidad tuve la curiosidad de ir a un laboratorio para hacer una tesina experimental, me gustó y de ahí decidí intentar hacer un doctorado". Pero en aquella época "no había doctorado" en su país, "y el profesor con el que estaba trabajando me sugirió que tal vez podría ir a Estados Unidos".

Las casualidades de la vida quisieron que Paola ya hubiera tenido contacto con investigadores estadounidenses gracias a su tío médico, eso fue lo que le hizo decidirse a enviar la solicitud a varias universidades "y la Escuela de Medicina de Nueva York se interesó por mi candidatura y me fui para allá", explica a Hipertextual por teléfono.

Esta mujer estuvo un total de nueve años viviendo en Estados Unidos, no solo hizo un doctorado sino que también un postdoctorado, y mientras tanto se casó con otro investigador, español. Cuando se quedó embarazada, decidieron volver a Europa y les fue más fácil encontrar dos trabajos en España antes que en Italia, por eso Paola está investigando en nuestro país. "Empecé en el Instituto Cajal y, poco a poco, se fue afianzando mi posición en España, conseguí una plaza y estuve trabajando muchos años allí. Tuvimos la oportunidad de mover el laboratorio al Centro de Biología Molecular Severo Ochoa hace unos diez años y pensé que era una buena oportunidad para cambiar un poco de interacciones y trabajar en un ambiente distinto. En ciencia es muy importante poder moverse y tener interacciones con muchos investigadores. Creo que fue una gran oportunidad y aquí estamos, bastante felices", comenta entre risas.

Pero, ¿en qué consiste el trabajo de Paola? "He desarrollado la mayor parte de mi carrera de investigación en neurobiología del desarrollo. Por tanto, en saber cómo se desarrolla el sistema nervioso, cuáles son los mecanismos moleculares implicados y, especialmente, en el sistema visual", explica. Sin embargo, a veces los caminos de la investigación llevan a los científicos a nuevos descubrimientos que, en principio, podían no estar del todo planeados. En su último estudio, Paola y su equipo estaban "intentando entender la organización de la retina" e "identificamos una molécula que tenía un determinado papel (regula la proliferación en la diferenciación de la célula en la retina)". "Hicimos algunas conexiones lógicas sobre la posibilidad de que esta molécula también actuara sobre el control de una proteína que está muy implicada en la enfermedad de Alzhéimer, que es la proteína amiloide", ilustra. "Decidimos ver si efectivamente era así, si había implicaciones. Nuestra hipótesis fue correcta y entonces en los últimos años, a parte de seguir trabajando en biología del desarrollo, estamos también siguiendo un poco la pista a esta proteína que se llama SFPR1 en la enfermedad de Alzhéimer", añade esta neurobióloga. Debido a este nuevo descubrimiento, el laboratorio que lidera se ha divido dos partes, una que estudia "las etapas tempranas del desarrollo" y otra, "la etapa más tardía, cuando hay neurodegeneración".

Aunque en estos momentos Paola se dedica más a tareas burocráticas, porque está "en un estado avanzado" de su carrera como investigadora, explica que lo que más le gusta de su trabajo es "conseguir plasmar o transmitir la investigación que hacemos, contar los resultados que tenemos y, especialmente, un poco esa necesidad de ir pensando siempre nuevas soluciones cuando la cosa no funciona o nuevas hipótesis". "Eso es lo que mantiene viva la investigación, la curiosidad. La posibilidad de llevar las cosas donde tú quieras", concluye.

Investigar en Reino Unido

Para Amalia, que actualmente trabaja en el MRC London Institute of Medical Sciences, la ciencia siempre ha estado presente en su vida: "Prácticamente desde pequeña siempre me interesó muchísimo". "Cuando era chica estaba obsesionada con ir al zoológico, con los libros de animales y de química, con tocarlo todo...", añade desde el otro lado del teléfono.

La biología le llamaba la atención y de adolescente leyó "muchos libros de ciencia y divulgación" y cuando le tocó escoger carrera, eligió la biotecnología. Tras esto realizó un máster en Biomedicina y se marchó a Londres a realizar su doctorado: "Cuando terminé me vine a Inglaterra a hacer la tesis, terminé la tesis y ahora llevo años en el mismo laboratorio y dentro de poco, si todo sale bien, me voy a ir a trabajar a una farmacéutica", comenta a Hipertextual. Por el momento sigue en un centro que "es como el CSIC británico" y allí se dedica a continuar con el trabajo que ya empezó en su tesis. "Estamos intentando entender cómo el tamaño de la célula influye en la regulación genética" y para ello trabaja usando levaduras como modelo. "Si tienes una célula, por ejemplo una humana, todas tienen el mismo genoma, pero las células pequeñitas tienen que producir mucho menos que, por ejemplo, una neurona que mide un metro, que necesita muchísima más proteínas y muchísimos más transcritos solo para que la cosa funcione", indica. "Estamos intentando usar levaduras de distintos tamaños y distintos mutantes para entender el mecanismo que está detrás de esta regulación de si soy grande, necesito producir más de todo", ilustra Amalia.

Esta joven nacida en Jaén comenta que tiene "suerte" porque "si trabajas con levaduras", como es su caso, "tienes dinero para investigar" y es una buena cantidad si, además, lo comparas con los investigadores españoles. De hecho, tiene "muchísima libertad" y puede plantearse experimentos, "que no sean muy locos", que quizás en otros casos "no podrías ni pensar".

Pero su trabajo no es solo experimental, ya que también utiliza las matemáticas, la estadística y la secuenciación, por lo que se puede dedicar también a su pasión: la bioinformática. De hecho, en su próximo puesto de trabajo, aunque todavía no sabe en qué proyectos va a trabajar exactamente, sí sabe que "la idea es aplicar todo lo que sé de bioinformática a lo que están haciendo ello, es básicamente análisis de datos y bioinformática", comenta.

Lleva casi seis años fuera de España y a nivel laboral, Amalia está contenta, pero no aún así echa de menos España y a los suyos: "Lo malo es que estás aquí, estás lejos de tu familia, no hace sol... Y algunas veces sí se hace duro. Yo llevo poco más de seis años, pero al final la casa también se echa de menos", comenta. No obstante, la forma de ver el doctorado en Reino Unido es distinto aquí, "incluso si no te quieres dedicar a la investigación, pero quiere decir que tienes una serie de habilidades transversales". "Está muy bien visto, nadie está aquí sin que le paguen. Nadie tiene que irse seis meses al paro después de estar seis meses contratado", añade. "Creo que eso también hace que la gente se sienta valorada y también está bastante bien valorado en comparación con un postdoc en España y eso creo que dice mucho de cómo se valora la ciencia en España, al menos desde el punto de vista institucional", comenta.

"He aprendido muchísimo aquí, tanto a nivel profesional como personal. He tenido la oportunidad de ir a cursos, congresos y de relacionarme con científicos que no hubiera podido tener en mi laboratorio antiguo", explica. "Sí, hay cosas que cambiaría, siempre, pero la verdad es que estoy bastante contenta. Sobre todo ahora que he conseguido el trabajo nuevo, que la verdad es que es lo que yo quería hacer", concluye.

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