Cuentan en Associated Press que las alarmas de incendio de varios edificios de gran altura ubicados en ciudades como Melbourne o Sydney han estado sonando últimamente, confusas por el humo procedente del fuego que destruye sin piedad los bosques alejados de las urbes.

La humareda fue también la causante de que ayer la tenista Dalila Jakupovic tuviera que abandonar un partido del Open de Australia afectada por un intenso ataque de tos. Está claro que no solo las llamas están haciendo estragos en Australia, cosa que en el fondo era algo más que predecible. Lo que resulta mucho más sorprendente es cómo el resto del planeta está experimentando también las consecuencias de los gases procedentes de los incendios. Lo ha contado la NASA en un comunicado, en el que se explican las consecuencias que esto puede tener sobre el clima a nivel global.

La negra vuelta al mundo

A través del satélite NOAA / NASA Suomi NPP, la agencia espacial estadounidense ha rastreado el humo procedente de los incendios australianos, comprobando que ha logrado expandirse en altura y anchura, ascendiendo hasta la estratosfera y rodeando el planeta.

Esto último puede verse claramente en una imagen en la que se observa una mancha negra que sale del oeste del país y vuelve a entrar de nuevo en él por el este.

NASA / Colin Seftor

Para llegar hasta este mapa han utilizado un conjunto de cinco instrumentos satelitales, empleados normalmente para la detección de incendios en lugares remotos, sin habitar. Pero su función va más allá de la simple localización. Gracias a ellos, también rastrean el transporte de humo, proporcionan información para el manejo del fuego y mapean el alcance de los cambios en los ecosistemas.

Entre estos últimos datos destaca la información sobre la presencia de partículas absorbentes de rayos ultravioleta (UV) en el aire Estas partículas, conocidas como aerosoles, pueden ser desde arena del desierto hasta sales marinas, aunque en esta ocasión se trata del hollín liberado a la atmósfera.

Se sabe que absorben y dispersan la luz procedente del Sol, reduciendo la visibilidad y aumentando la profundidad óptica. Además, afectan directamente a la salud humana, especialmente la de personas con asma y otros problemas respiratorios, y también pueden alterar el clima enfriándolo o calentándolo, por favorecer o entorpecer la formación de nubes.

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Por eso, que en esta ocasión el humo haya dado la vuelta a la Tierra, alcanzando los 16 kilómetros de altura en la estratosfera, puede traer preocupantes consecuencias a nivel global. Mientras que en Australia la cifra de animales fallecidos asciende probablemente a los mil millones, las víctimas humanas superan las dos decenas y la extensión quemada se acerca a los 10 millones de hectáreas, el resto del mundo observa la situación afligido y ajeno a la nube negra que también lo envuelve, procedente de tierras australianas. La situación es grave. Incluso más de lo que ya sabemos.

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