Aunque la bacteria con forma de sacacorchos Helicobacter pylori es muy conocida por ser la responsable del 90 % de las úlceras en el estómago y el duodeno, pocos saben que este microorganismo está presente en más de la mitad de la población mundial. De hecho, humanos y helicobacterias han convivido durante más de 60.000 años. En España, aproximadamente entre el 50 y el 60 % de los habitantes está infectado con H. pylori, siendo más frecuente entre las personas de mayor edad y menos entre los niños.

El descubrimiento del papel del helicobácter en las úlceras gastroduodenales (con lesiones en las mucosas y submucosas), la gastritis y el cáncer de estómago supuso toda una revolución para la medicina en los años 80. Cuando los investigadores Barry Marshall y Robin Warren aportaron pruebas de que, en realidad, era una bacteria la culpable de estas dolencias y que se podían curar las úlceras con un simple tratamiento antibiótico, casi nadie les creyó. En aquella época se pensaba que era el estrés, el tabaco o las comidas picantes los que causaban las úlceras. Que fuera, en realidad, una bacteria la responsable era algo tan sorprendente como difícil de aceptar. Además, ¿cómo era posible que este microorganismo sobreviviera al ambiente extremadamente ácido del estómago y lograra establecerse allí?

Tuvieron que pasar 10 años para que la comunidad médica se liberase de su escepticismo ante tal hallazgo y terminara aceptándolo. No fue un proceso fácil, el propio Marshall se tragó un cultivo con miles de millones de bacterias de helicobácter en 1984 para demostrar y estudiar los efectos dañinos que tenía este microorganismo sobre el aparato digestivo. Finalmente, en 2005, Marshall y Warren ganaron el Premio Nobel de Medicina por su investigación sobre el papel del helicobácter en el desarrollo de la úlcera péptica y la gastritis.  

La bacteria capaz de sobrevivir al hostil ambiente del estómago

El Helicobacter pylori se trata de un microorganismo sorprendente, por su capacidad para resistir condiciones tan extremas como las del interior del estómago, donde el ácido clorhídrico provoca que el pH se encuentre entre 1,5 y 6,5, según la zona de este órgano. Cuando esta bacteria llega al estómago mediante la ingesta de alimentos o bebidas contaminadas o a través del contacto con personas infectadas (saliva, vómitos, heces...) pone en marcha múltiples mecanismos para neutralizar los efectos dañinos del ácido. Se trata de un proceso complejo y muchos de los factores implicados en la supervivencia del helicobacter son aún desconocidos.

Una de las estrategias principales de H. pylori para sobrevivir al ácido es recurrir a la ureasa, una enzima (proteína) capaz de convertir la urea en amoníaco, lo que le permite a esta bacteria disminuir la acidez a su alrededor. Además, de la ureasa, cuenta también con otras vías para producir amoníaco. Por otro lado, esta bacteria también posee receptores específicos de pH que le permiten saber qué zonas son más ácidas y cuáles son menos, para moverse a aquellos lugares menos inhóspitos gracias a sus flagelos (colas móviles). Aún en el caso de que los mecanismos para rebajar la acidez no fueran efectivos, esta bacteria cuenta con potentes mecanismos de protección y reparación frente al bajo pH tanto para su ADN como para su citoplasma.

Cuando el helicobácter se acerca a la pared del estómago, su forma en espiral le permite a esta bacteria penetrar la capa mucosa como si fuera un sacacorchos. En esta capa, el pH es prácticamente neutro, por lo que la bacteria puede permanecer allí indefinidamente sin ningún problema. En ocasiones, H. pylori también se engancha a las células que forman parte de la pared interna del estómago. Este "refugio" del helicobácter es ideal, no solo por tener un pH agradable, sino porque las células del sistema inmunitario no son capaces de sobrevivir al medio ácido y llegar hasta donde se encuentra esta bacteria.  

¿Por qué el helicobácter es inofensivo para la absoluta mayoría de las personas, mientras que provoca un martirio a algunos individuos?

El papel del helicobácter en la producción de úlceras gastroduodenales, cáncer gástrico, mal aliento (halitosis) y gastritis está ampliamente demostrado. La infección inicial suele manifestarse con falta de apetito, dolor o ardor abdominal, náuseas, gases, hinchazón... Y a largo plazo, si no se trata, puede provocar inflamación del estómago, problemas para tragar, vómitos, úlceras, cáncer...

Esta bacteria está clasificada como cancerígeno de clase I por la OMS, ya que aumenta el riesgo de cáncer de estómago al inducir mutaciones en las células que recubren el interior del estómago. De hecho, es la causa más frecuente de cáncer desencadenada por infecciones y se calcula que H. pylori está detrás de la muerte de centenares de miles de personas al año que mueren por cáncer de estómago. Sin embargo, más de la mitad de la población mundial es portadora de esta bacteria y solo entre el 10-15 % de esta llega a sufrir alguna enfermedad provocada por ella. Es decir, la absoluta mayoría de las personas que tienen el helicobácter en su interior son totalmente sanos y no muestran ningún signo ni síntoma anormal. Además, incluso se ha observado que H. pylori puede tener efectos beneficiosos sobre determinadas personas, como "entrenar" al sistema inmunitario.  ¿A qué se debe este fenómeno?

En la actualidad, no se sabe bien por qué la mayoría de las personas no sufren problemas de salud al tener H. pylori en su interior. Se cree que, en los individuos sanos con estas bacterias, el helicobácter se engancha a la pared del estómago sin llegar a producir inflamación ni erosión de la mucosa. Una especie de "vive y deja vivir", en la que este parásito logra infectar sin tener efectos sobre su hospedador.

La hipótesis más probable al respecto es que entre las diferentes cepas de H. pylori existen unas que son inofensivas o poco agresivas y otras que sí son capaces de provocar daños a las células del estómago. Por ejemplo, existe un gen llamado cagA que cuando está presente en el helicobácter potencia la inflamación en la mucosa del estómago, lo que lleva a que la persona hospedadora tenga mayor riesgo de sufrir enfermedades. Además, se ha observado que la distribución geográfica de helicobácter con o sin este gen es diferente. En Japón, la variedad de bacterias con cagA es más frecuente (el 57 %) y casualmente es uno de los países donde el cáncer gástrico es más prevalente.

Otra razón a por qué el H. pylori es inofensivo en algunos individuos estaría en que en los países subdesarrollados tienen infecciones intestinales con frecuencia y esto podría potenciar el sistema inmunitario, limitando el daño causado por esta bacteria. También se ha detectado que el consumo frecuente de especias y picantes, como ocurre en la India, podría proteger frente a la infección del helicobácter. En definitiva, todo apunta a que son múltiples los factores que influyen en que Helicobacter pylori y su huésped humano convivan en paz y armonía o esta relación se convierta en un infierno lleno de ardores.

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