Como todo contenido audiovisual en la época del entretenimiento transmedia, los videojuegos y el cine unen su camino en busca del mutuo beneficio. No es un fenómeno nuevo, ambas industrias llevan retroalimentándose durante décadas. Desde videojuegos que saltan a la gran pantalla hasta estrellas de Hollywood que prestan su apariencia o su voz para dar vida a personajes virtuales, pasando por los entretenimientos que surgen a raíz de fenómenos cinematográficos.

Casi cualquier videojuego puede convertirse al cine. Algunas de las adaptaciones más conocidas pueden ser Tomb Raider, Resident Evil o Silent Hill, pero los live action comenzaron con la película de Super Mario Bros. Se estrenó en 1993, menos de una década después del lanzamiento del videojuego. Se trata de la primera —y casi la última— gran apuesta de Nintendo por cine de acción real, ya que fue un absoluto desastre en taquilla. Al público no le resultó tan divertido ver las aventuras del bigotudo fontanero italiano como jugar con él.

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Gran parte de la culpa la tuvo la adaptación en sí, ya que había muy pocas similitudes entre ambas plataformas. Ni la historia ni el mundo de Mario tenían nada que ver con el videojuego. En la versión de acción real, Mario y su hermano Luigi viajan a un universo paralelo para rescatar a Daisy, una paleontóloga que ha sido secuestrada por Bowser Koopa. Tan solo hace falta ver al villano de Dennis Hopper para darse cuenta de que el parecido entre la cinta y el juego es apenas nominal.

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Super Mario Bros perdió 48 millones de dólares tras el batacazo en taquilla, por lo que no es de extrañar que la compañía haya tardado más de dos décadas en dar de nuevo el salto al cine. Lo ha hecho este año, con el estreno de Detective Pikachu. Los resultados no han podido diferir más con respecto a su anterior intento: la cinta protagonizada por Ryan Reynolds recaudó más de 430 millones de dólares en todo el mundo.

Rob Letterman supo dar un giro al mundo de los pokémon con una historia que se aleja tanto de los videojuegos como de las series y películas de animación, pero que reúne los elementos necesarios para cautivar al público. Entre ellos, por supuesto, una buena ración de adorables pokémon de CGI, un humor sencillo y accesible, y el cariño de varias generaciones de jugadores.

Entre ambas adaptaciones hay un largo historial de versiones cinematográficas. Un año después del fracaso de Super Mario Bros, otra cinta de acción real demostró que las adaptaciones de videojuegos podían triunfar entre el público general. Se trata de Street Fighter, que se estrenó de la mano de Universal reportando importantes beneficios. Su gran acierto fue escoger a una de las estrellas del cine de acción del momento, Jean-Claude Van Damme, para el papel protagonista.

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Sin embargo, los fans del videojuego no salieron tan contentos del cine. La cinta no reflejaba con apego la trama del juego y los aficionados se sintieron decepcionados. Tampoco convenció a la crítica, que no dejó pasar los diálogos sin sustancia y los agujeros de guion. Lo único en lo que audiencia y crítica estuvieron de acuerdo fue en la calidad de la actuación de Raúl Juliá, que falleció un par de meses antes del estreno.

Para ser justos, ninguna de estas adaptaciones de videojuegos al cine suelen tener una buena acogida de los críticos. La mayoría tiene suerte si roza el aprobado en plataformas como Metacritic o Rotten Tomatoes. Aunque no se puede culpar de todo a los expertos, teniendo adaptaciones como Doom (2005), DOA: Dead or Alive (2006), Mortal Kombat: Aniquilación (1997) o la propia Street Fighter —que intentaron mejorar sin éxito con un remake en 2009—. Mortal Kombat volverá a probar suerte en 2021 con un reboot para adultos que ha levantado algunas expectativas cautelosas.

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Éxitos en taquilla, pero fracaso entre la crítica

Mientras que las dos primeras adaptaciones de Tomb RaiderLara Croft: Tomb Raider (2001) y La cuna de la vida (2003)— recibieron respuestas negativas por gran parte de los críticos de cine, fueron un éxito en taquilla, y la popularidad de la protagonista, Lara Croft, se disparó en todo el mundo. De hecho, es uno de los papeles más icónicos de Angelina Jolie.

El pasado 2018, Warner Bros. estrenó un remake de las aventuras de la arqueóloga con Alicia Vikander en el papel principal. En esta ocasión, se tomó como referencia la versión de 2013 del videojuego. A pesar de las reticencias del público por la elección de protagonista, Tomb Raider tiene la mejor valoración general de la trilogía, y también los mejores números: recaudó 275 millones de dólares en todo el mundo. No por ello evitar caer en los mismos tópicos, y sigue siendo una película de acción entretenida, pero que no aporta mucho más.

Aunque si hablamos de protagonistas duras de videojuegos no podemos dejar sin mencionar Resident Evil. La Alice de Milla Jovovich es todo un icono de los dosmil gracias a las múltiples adaptaciones de este videojuego de supervivencia zombie, que se extienden desde 2002 hasta 2016. Las cinco películas fueron bien acogidas en taquilla, a pesar de que no son del todo fidedignas con la línea argumental de los videojuegos.

En la línea de estas adaptaciones, llega en 2020 Uncharted, protagonizada por Tom Holland. Pero para que un videojuego suscite la adaptación a la gran pantalla solo hace falta que sea popular. Los últimos años han demostrado que se pueden hacer películas de —casi— todo: Pixels (2015), Angry Birds: la película (2016) y su secuela, Ratchet y Clank (2016) y Sonic: the hedgehog, que llega el próximo mes de febrero.

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Fichajes de lujo

Si bien el paso del videojuego al cine no ha tenido aún mucho éxito, el traslado contrario está funcionando bastante bien. Cada vez son más los actores que se pasan de la gran pantalla al universo gamer, un movimiento que les reporta importantes beneficios económicos y no mina su popularidad. Al contrario, se está valorando positivamente esta estrategia en sus carreras. El último caso es el de Norman Reedus y Mads Mikkelsen.

Ambos habían participado previamente en otros proyectos del estilo, prestando su voz a personajes que ya habían interpretado en la pantalla: Daryl Dixon en el juego The Walking Dead: Survival Instinct en el caso de Reedus, y Le Chiffre en 007: Quantum of Solace si hablamos de Mikkelsen.

Esta práctica es habitual cuando se estrenan videojuegos basados en películas o series —incluso Bruce Willis vendió su apariencia para el juego Apocalypse en 1998—; pero los hay, como ellos, que sacan a relucir su habilidad interpretativa al completo para dar vida a personajes exclusivamente creados para el juego. Reedus y Mikkelsen son las caras principales del esperadísimo Death Stranding, de Hideo Kojima.

No son los únicos. En la última década hemos visto a Jeremy Davis (Salvad al soldado Ryan, Perdidos) en God of War, a Angela Sarafyan (Westworld) en Telling Lies, Jon Bernthal (The Punisher) en 'Tom Clancy's Ghost Recon Breakpoint, Cameron Monaghan (Shameless, Gotham) en Star Wars: Jedi Fallen Order, y, hace algo más de tiempo, a una joven Ellen Page como protagonista de Beyond: Two Souls.

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Cuando se dice que 2019 ha sido el año de Keanu Reeves, no es una afirmación que se tome a la ligera. Este año que dejamos atrás, el actor ha abandonado en parte su ermitaña cotidianeidad para regresar al centro de todos los focos. Se ha estrenado la tercera parte de su exitosa saga como el mercenario John Wick, ha prestado su voz a uno de los nuevos personajes de la franquicia Toy Story e hizo un espectacular cameo en la cinta de Quizás para siempre de Netflix. Pero sin duda, uno de los grandes anuncios del año sobre su trabajo ha sido su papel protagónico en el videojuego Cyberpunk 2077, que se estrenará en 2020.

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Los beneficios de pasarse al universo gamer son más que evidentes. Según el Sindicato de Actores de Cine de Estados Unidos, el pago mínimo que reciben los actores por una semana de trabajo en una serie de media hora es de unos cinco mil dólares; si cada capítulo dura una hora, la cantidad superaría los ocho mil dólares. En el caso de las películas, el pago diario se mueve entre los 125 y los 1005 dólares, dependiendo del presupuesto de la cinta.

En el sector de los videojuegos, una semana de trabajo se traduce en unos tres mil dólares, como mínimo. Es decir, actores de la talla de Keanu Reeves, por ejemplo, pueden negociar beneficios mucho mayores. Además, hay que tener en cuenta que rodar un videojuego lleva mucho más tiempo que una película o una serie. Las tramas tienen muchas más ramificaciones, ya que no hay un solo camino posible, y pueden llegar a abarcar entre diez y ochenta horas de entretenimiento.

Por tanto, los libretos de guion son muy largos. Por ejemplo, el de Telling Lies tenía 220 páginas y para Red Dead Redemption 2 se escribieron más de 550.000 líneas de guion. Un trabajo que se traduce en dos a cinco años de rodaje, durante los cuales los actores tienen un par de sesiones al mes en el set.

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