Una familia de la ciudad rural de Wandiligong, en el estado australiano de Victoria, se encontraban el pasado mes de agosto en su casa cuando escucharon un lamento procedente de su patio trasero. No dudaron en acudir a la llamada, tras la que encontraron a un cachorrito de lo que parecía ser un zorro, o quizás un perro callejero.

Inspeccionaron la zona en busca de la madre o de otros cachorros, pero no encontraron ni rastro de ninguno. Tampoco nadie acudió a reclamarlo, por lo que decidieron llevar a su pequeño visitante a un hospital veterinario local. Allí sabrían qué hacer. Pero no solo supieron cómo proceder, sino que, además, la doctora que lo atendió, Rebekah Day, intuyó en un primer vistazo que el recién llegado, al que bautizaron como Wandi, no era un perro corriente, ni tampoco un zorro, sino un dingo alpino australiano (Canis lupus dingo). Se trata de una especie clasificada como vulnerable, a causa de la caza y la destrucción de su hábitat, por lo que existen grandes esfuerzos para su conservación.

Wandi/Australian Dingo Foundation

Una gran sorpresa

Tras la primera inspección por parte de la veterinaria, Wandi fue recogido por miembros de la Australian Dingo Foundation, mientras esperaban los resultados de las pruebas de ADN.

Finalmente, ya con el cachorro instalado en su nuevo hogar, la resolución del test genético confirmó lo que todos imaginaban: Wandi era un dingo alpino y, lo que es mejor, no estaba cruzado con perro. Según ha explicado la directora de la fundación, Lyn Watson, en declaraciones a CNN, es muy raro encontrar en la actualidad una raza 100% pura de esta especie. Por eso, ahora será un miembro muy importante de su programa de reproducción, al que ya pertenecen otros 40 ejemplares adultos. Se trata de una comunidad esencial para que el dingo alpino pueda volver a poblar las tierras australianas y ejercer su función con normalidad. “Son nuestro depredador principal, nuestro león", explica la experta. “Su trabajo es mantener baja la población de canguros. Lo era antes de la llegada de los europeos, durante miles de años”.

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Resuelto el misterio sobre la especie del animalito quedaba solo entender cómo había podido llegar a aquel patio, sin su madre ni otros miembros de su camada cerca. Parecía algo difícil de explicar, hasta que se encontraron en su pequeño cuerpo las marcas de lo que parecían ser las garras de un ave rapaz. Por lo visto, el cachorro estaba destinado a formar parte del festín de un águila u otro pájaro similar, pero consiguió escapar, convirtiéndose así en una pieza clave para la salvación de su especie.

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