Star Wars —como historia y producto cinematográfico— siempre se inspiró en la estética y el concepto de los viejos western clásicos. Con su estricto sentido del bien y el mal, la noción sobre los personajes envueltos en luchas personales que al final deben defender sus ideales a través de un único enfrentamiento y, sobre todo, la atmósfera tensa y desolada de que le ubica de manera casi atemporal, la space opera más famosa del cine tiene una considerable influencia en lo mejor del género. Y es justamente esa influencia lo más notorio en The Mandalorian, la primera serie Live Action de la franquicia y la por ahora, la propuesta más llamativa en el catálogo de Disney+.

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Estrenada el mismo día de la llegada a la pantalla grande del canal, el esperadísimo estreno dejó algo en claro: el universo Star Wars está madurando y lo hace con rapidez, para alcanzar el equilibrio visual y argumental de un interesante drama adulto que sorprende por su sobriedad, ingenio y en especial por conservar lo mejor de la saga cinematográfica, solo que analizada desde un nivel más íntimo. Cuando se debate si el primer día de Disney+ fue un éxito o una prueba complicada, The Mandalorian ya se establece como un eslabón cuidadoso en la franquicia creada por George Lucas, que esta ocasión no está dirigida solo a los fans —pero que les rinde un gran homenaje con guiños y referencias cruzadas— y que no depende de la familia Skywalker para prosperar.

La serie es una combinación del sentido de la justicia extrañamente severo de las películas, pero también un emocionante recorrido por nuevos lugares que amplían y profundizan la percepción del universo de la franquicia como una fórmula que solo funciona bajo determinadas condiciones. De hecho, el primer episodio, dedica buena parte de sus primeros minutos a recordar a los espectadores de que se trata de un producto Star Wars, pero a la vez brinda detalles de contexto que alejan a la historia que está a punto de contar de las líneas principales de la franquicia.

Este es un mundo hostil, peligroso y alejado de las grandes batallas formales en las que un solitario personaje (Pedro Pascal) recorre el universo como un caza recompensas, muy semejante al ya clásico Boba Fett pero con un sentido más elaborado de su identidad como forajido al borde de la ley. Por ahora, no hay mucho que decir sobre el protagonista de la nueva serie de Star Wars, ya que durante el primer capítulo solo muestra sus habilidades para la caza de diversos tipos de criminales y su rapidez como ¿guerrero?¿soldado venido a menos? Un gran acierto del programa es explicar muy poco sobre el enmascarado silencioso, que pasa buena parte del argumento demostrando por qué es tan bueno en lo que hace y lo que lo hace temible.

A la manera de los grandes éxitos del cine ambientado en el lejano oeste, este mercenario silencioso y hábil todavía no necesita contarnos su historia, pero la serie se asegura te hagas las preguntas correctas sobre él. Escrita y creada por Jon Favreau y dirigida Dave Filoni, el primer capítulo no es solo un recorrido por una nueva línea temporal de Star Wars —lo que ya es intrigante como dato adicional—, sino también una nueva forma de comprender al universo del extrarrradio de las grandes historias fundacionales de la saga y dotar de personalidad a las más pequeñas y anónimas.

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The Mandalorian es un extraordinario ejemplo de lo amplio, vasto e interesante que puede ser el mundo de Star Wars más allá de las películas canónicas y la insistencia de concebir su extraña colección de personajes. La manera que en Favreau y Filoni utilizan elementos conocidos por todos los fans como partes instrumentales de la narración sorprende por su ingenio: desde el inesperado baño de carbonita a un personaje, hasta la forma como el argumento se estructura en líneas inteligentes para mostrar una trama casi detectivesca —con la sorprendente aparición de Werner Herzog incluida— dejan muy claro que la serie pertenece a un espacio mayor, un legado amplio y atesorado por un considerable número de seguidores, pero también tiene su propia identidad. Una muy definida, pulcra y bien planteada que apenas empieza a desarrollar.

La propuesta de The Mandalorian cambia para siempre el mundo Star Wars. Pero son sus interesantes personajes secundarios, ocultos bajo la sombra de grandes destinos y batallas los que definen el destino del universo. Pero en esta ocasión, un cazarrecompensas lucha a solas contra un mundo hostil y lo hace especialmente bien, rodeado de lagartos monos de lagarto-mono de Kowakian, un droide guardián, un droide gonk y soldados de asalto.

Con la magnífica música del compositor Ludwig Göransson de fondo, todo el episodio brilla con un sentido personalísimo de un mundo aparte, alejado de las grandes líricas de John Williams, a las que recuerda pero jamás imita. Al final, The Mandalorian envía un mensaje muy claro: Star Wars es algo más que un hito cultural y sí, algo más cercano a una forma de contar historias, algo que la serie resume de manera impecable y audaz.

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