El estreno de Joker está dando mucho de qué hablar. La ovación de ocho minutos que recibiera tras su proyección en el Festival de Venecia y la inesperada consecución del León de Oro chocan, chocan con la marea de artículos que la critican por un supuesto ensalzamiento de la violencia. Los detractadores de esta película han llegado incluso a denominarla “incel-friendly”. Es decir, que comulga con las ideas de este grupo extremista de hombres blancos cisheterosexuales que se originó en Estados Unidos como respuesta al movimiento de colectivos discriminados y que está detrás de algunos de los tiroteos recientes del país.

Su director, Todd Phillips, ha hablado con Vanity Fair sobre por qué ha abandonado la comedia para enfocarse en esta película, a todas luces oscura y retorcida: “Es difícil discutir con 30 millones de personas en Twitter. No se puede. Así que lo único que puedes decir es «me retiro»”. Para Phillips, la respuesta negativa en las redes es la razón por la que ya no funcionan las comedias en general, y las suyas en particular: “todos los tíos graciosos están en plan «a tomar por culo, no quiero ofenderos»”.

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Phillips argumenta que ha dejado la comedia para no entrar en discusiones por Twitter, pero su nueva película ha conseguido todo lo contrario. Ninguna de sus cintas anteriores había recibido tanta atención, ni mucho menos tanto revuelo social. Por absurdo que fuera el humor empleado en la trilogía de películas que sucedieron a Resacón en las Vegas, ninguna de ellas fue tan relevante como lo está siendo Joker en este sentido.

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Su mayor obstáculo para seguir en el mundo de la comedia es lo que el propio Phillips ha denominado como cultura “woke”, un concepto que no es fácil trasladar al castellano. La expresión más cercana que podemos encontrar en nuestra cultura sería el de “ofendiditos” —si vamos unos años más atrás, quizá entrara en el término paraguas “progres”—. Se trata de un peyorativo empleado para designar a quienes señalan los pequeños actos de discriminación que se dan día a día, sobre todo en las redes sociales y en relación al lenguaje.

Sin embargo, lo “woke” no puede extrapolarse con tanta facilidad. El origen del término lo encontramos en una canción de Erykah Badu de hace algo más de diez años. En ella, la cantante estadounidense habla sobre un mundo más igualitario y libre de racismo. Utiliza por primera vez la expresión “stay woke” (“mantente despierto”) como metáfora para indicar que nunca hay que bajar la guardia; que deben permanecer alerta y ser vigilantes con el sistema. En 2014, el hashtag #staywoke reapareció de la mano del #BlackLivesMatter, a raíz del asesinato de un joven negro en Estados Unidos por parte de un policía que más tarde fue declarado no culpable.

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La expresión era una llamada a la comunidad negra estadounidense para que no creyeran a la primera las declaraciones oficiales en cuanto a actos de racismo, y una forma de decir “cuídate, duerme con un ojo abierto”. Pero, igual que lo hicieron el #TimesUp o la expresión “cancel”, terminó por globalizarse y llegar a otras luchas sociales. Su significado original no se ha desvanecido, pero convive con otra connotación, la de la burla. Muchos activistas racializados utilizan “woke” para burlarse de quienes creen ser aliados en el movimiento antirracista, pero que no han revisado sus privilegios y siguen cometiendo actos de racismo, con o sin intención.

¿Ya no se puede hacer comedia?

“Woke” también se utiliza como lo ha hecho Todd Phillips en estas declaraciones: para quejarse de la “falta de libertad” a la hora de proponer chistes ofensivos. Según el director, ya no se puede ser “gracioso en los tiempos de la cultura woke”. “Todas mis comedias —y creo que es algo que todas las comedias en general tienen en común— son irreverentes. Así que me digo «¿Cómo hago algo irreverente, pero que le den a la comedia? Ah, ya sé, vamos a coger el mundo del cómic y a darle una vuelta de tuerca con esto». Y de ahí es de donde viene [esta película]”, ha desvelado el Phillips.

Dejemos a un lado que coger a uno de los villanos más reconocidos a nivel mundial y jugar con la figura del antihéroe no es, ni de lejos, la estrategia más original. El resto de su discurso tampoco cuadra con los hechos. Y es que no es realista decir que ya no se puede hacer humor cuando Phoebe Waller Bridge acaba de llevarse a casa cuatro premios Emmy por Fleabag.

La serie de Amazon Prime es el ejemplo perfecto de que se puede hacer comedia, pero que, como cualquier otro género, esa comedia tiene que evolucionar. Lo que hacía reír hace cuarenta años no es lo mismo que nos hace reír ahora, por una cuestión tan simple como que la sociedad avanza, cambia y se transforma constantemente. Si se puede decir algo de Fleabag es que es incómoda. Waller-Bridge toca más de un palo sensible con una maestría tal que te hace cuestionarte tu propia forma de entender el mundo.

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Fleabag habla de feminismo, de religión católica, de sexo, de dinero, y por consecuencia de política, del mito de la clase media, de las apariencias y de la familia. Nos propone a una protagonista que es la verdadera antiheroína de esta década: una mujer en la treintena, arruinada e incapaz de establecer relaciones personales sanas, cuya frase más lapidatoria es “no sería tan feminista si tuviera las tetas más grandes”.

Este es solo un ejemplo de tantos. La misma gala de los Emmy que reconoció el trabajo de Waller-Bridge premió a Bill Hader por otra comedia, Barry. No podemos olvidarnos tampoco del humor -irreverente, como le gusta a Phillips- de The Good Place, en la que Michael Schur es capaz incluso de colar lecciones de filosofía. El mismo creador lleva décadas deleitándonos con algunas de las mejores comedias de situación: Parks & Recreation, The Office y Brooklyn 99.

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Por no hablar de la controvertida Crazy Ex-Girlfriend, que se sirve de números musicales para reírse de feminismo, sexualidad y salud mental. Si Rachel Bloom puede sacar adelante una canción tan crítica como “Let’s generalize about men” (“Vamos a generalizar sobre los hombres”), es que se puede hacer humor sobre cualquier tema.

¿Existe la cultura “woke”?

Sí y no. Existe un movimiento alrededor de la expresión #staywoke que se ha estirado y degenerado como lo hacen todas las iniciativas del estilo en las redes sociales. Existe una conciencia creciente sobre la importancia de las palabras, y de utilizar el lenguaje de manera responsable. Lo que no existe es ninguna policía de lo “políticamente correcto” que le prohíba a Todd Phillips hacer el humor que quiera. La libertad de expresión no ha muerto, pero debe ser consciente de que sus películas generarán una respuesta y estar dispuesto a asumir la responsabilidad de utilizar chistes racistas o misóginos, por ejemplo.

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Por el momento, Phillips ya ha salido beneficiado en más de un sentido a raíz de la polémica. Por primera vez en mucho tiempo —quizá solo “por primera vez”—, su nombre copa los titulares de todos los medios culturales. Joker ha generado tanta expectación que es poco probable que se pegue el batacazo en taquilla, al menos el primer fin de semana. Los detalles reales de la trama se han mantenido en la oscuridad con ese mismo propósito, y ya se sabe que hay quien prefiere que hablen de uno, aunque hablen mal.

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