Decía Bill Gates hace ya más de 20 años que "la banca es necesaria, pero los bancos no". Al fundador de Microsoft no le faltaba ni un ápice de razón. Quizá le falló la precisión con los años, pero lo cierto es que la banca es –actualmente y en contra de todas sus previsiones– la siguiente en la lista de industrias por vivir un cambio. Lejos quedaron aquellos años de las agencias de viajes o las relaciones sociales.

Si bien es cierto que, hasta el momento, la hegemonía permanece en manos de las grandes enseñas bancarias, la llegada de nuevos protagonistas ha removido las aguas. Esas pequeñas entidades, fondeadas por inversores que bien apuestan por movilidad y más tarde en servicios, llegaron para quedarse con un nuevo modelo de negocio basado en las facilidades y, por supuesto, en la tecnología.

N26 o Revolut, entre otras muchas, se vendían a un público joven ofreciendo un cambio singular. Al igual que Uber con la cuestión del transporte en su momento, las pequeñas fintech tenían su hueco en el mercado.

La revolución fintech será con los bancos o no será

Tal fue la amenaza que los grandes bancos pasaron en poco tiempo de la negación inicial al paralelismo. ¿El objetivo? Hacer suya esa revolución y, por supuesto, bajo sus normas. Después de todo, seguían siendo mucho más grandes. Banco Santander rescataba Open Bank de la cesta de los proyectos olvidados y le lavaba la cara para ofrecer esa banca joven. BBVA hacía lo propio vía compras. El discurso había cambiado para todos y hasta Francisco González, presidente de BBVA en aquel momento, apuntaba al fintech como el futuro de la banca durante la celebración del South Summit 2017.

Y volvieron a cambiar las reglas de una fiesta a la que también llega Uber

Si bien es cierto que la banca está a años luz de desaparecer, cosa que no pasará tal y como pensamos, el sector ha vivido sus años más agitados en la última década.

Crisis económicas, nuevas normativas de control y aprovisionamientos para evitar situaciones ya vividas, nuevos competidores -aunque pequeños– y, ahora, una nueva remesa de grandes rivales con lo que ya no vale el juego de la compra. La mesas de acuerdos y negociaciones nunca se ha usado tanto.

De aquí a un tiempo, el juego de la tecnología y la banca no se ha quedado en manos de los nuevos y jóvenes emprendedores. Las grandes tecnológicas llevan un tiempo coqueteando con la idea de entrar en la banca de una manera u otra. Sus esfuerzos, cada día que pasa, son más intensos.

Si de algo viven las grandes compañías enfocadas a la tecnología es, además de su negocio principal, es de los datos. Generan y manejan cantidades ingentes de información que, para un negocio bancario –propio o ajeno– suponen el estudio de mercado y perfiles más exacto que se pueda encontrar.

El Bitcoin se recupera —y también su volatilidad— al calor de Libra

Facebook ya cuenta con su licencia bancaria, lo que le permite a los usuarios de la red social enviar o recibir dinero. Toda una ventaja cuando, pese a su menguante popularidad, es la red social con más usuarios a nivel mundial a día de hoy. Por otro lado, también se han lanzado al sector de las criptomonedas con Libra. Apple cuenta con los servicios de Apple Pay desde hace tiempo, la puerta de entrada a su intención de abordar el negocio financiero: su nueva propuesta es la Apple Card, su propia tarjeta de pago.

Sin embargo, esto son solo aproximaciones a una futura realidad. De momento, banca y tecnología necesitan la una de la otra para existir. Uno pone la infraestructura tecnológica y el otro la red financiera. Ahora bien, algunas de las grandes compañías tech ya se encuentran en disposición de entrar en el juego de los préstamos al consumidor. Amazon Lending, de momento dirigida a los vendedores dentro de la entidad, ya reciben réditos en su ejercicio de préstamos.

Ahora se une otro jugador a la fiesta de la banca: Uber. Como no podía ser de otro modo, una de las compañías más y mejor financiadas del mundo –pese a su traspiés en bolsa– debía entrar en este sector. De momento es solo un tanteo a la situación del sector, pero si Uber quiere abordar un nuevo proyecto lo más seguro es que lo lleven a cabo. Comenzaron contratando 100 ingenieros especializados antes de verano y ahora están sondeando la fidelidad de los conductores en la plataforma y si estarían dispuestos a solicitar un préstamo dentro bajo la figura de "un nuevo producto financiero", explican en Recode.

Una mera encuesta de si estarían dispuestos a pedir prestado diferentes cantidades de dinero, más intereses, pero que promete dar mucho más de sí. ¿Problema en este caso? Si mide la fidelidad del conductor bajo su intención de contratar un préstamo personal estaríamos ante una nueva manera de control de sus empleados; ahora bajo una nueva y sensible vía que controla, incluso, su medio de trabajo.

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