La ciencia-ficción ha pasado por muchas fases y recogido muchas miradas desde las novelas pioneras de Julio Verne o H.G. Wells y que el género comenzara a ser llamado así a mediados de los años 20 del pasado siglo.

De considerarse relatos menores protagonizados por astronautas y alienígenas simpaticones, pasando por la edad de oro con nombres propios como Asimov o Arthur C. Clarke, el cyberpunk y los problemas tecnológicos de Philip K. Dick, hasta la actualidad, momento en el que producciones de alto nivel en el cine y series impulsadas al rebufo de la era Netflix han llevado al género a una eclosión sin precedentes.

Sin embargo, muchas veces el concepto de ciencia-ficción suele quedar enclaustrado en mundos distópicos gobernados por megacorporaciones, viajes espaciales, ucronías y especulaciones pegadas a lo humano: Guerras nucleares, sociedades dictatoriales, drogas de diseño... una serie de lugares comunes a los que se ha unido con fuerza en los últimos años las ficciones centradas en los efectos del cambio climático, o Cli-Fi.

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Con la vista puesta en la reciente Cumbre del Clima de Nueva York y la Huelga Mundial por la Emergencia Climática, este subgénero merece cada vez más atención por representar quizá mejor que cualquier otro ahora el que ha sido uno de los mayores componentes de la ciencia-ficción a lo largo de la historia: exponer al público y a los lectores sobre los futuros peligros que puede traer un presente irresponsable.

Los pioneros del Cli-fi: J.G. Ballard y 'Primavera Silenciosa'

Se achaca la acuñación del término Cli-fi al activista medioambiental Daniel Bloom en 2007, quien por medio de varias entradas en su blog, comenzó a recoger algunos relatos que presentaban los problemas a los que alude innegablemente su nombre: mundos en los que los efectos del cambio climático son ya devastadores, o bien futuros cercanos (y seguramente cada vez más), donde el margen para evitar un desastre medioambiental es cada vez más estrecho.

Pero las historias con un problema climático de fondo tienen su origen en el mismo germen de la ciencia-ficción. Julio Verne publicó en 1889 El Secreto de Maston (también llamada La compra del Polo Norte), donde un grupo secreto quiere derretir el hielo de los polos de la Tierra para explotar su capacidad minera. Sin embargo, si hubiera que fechar un año en el que eclosionaron las primeras grandes obras de ficción climática, ese sería 1962.

Aquel año, el posteriormente famoso autor JG Ballard publicaba su novela El Mundo Sumergido, mientras que la bióloga marina Rachel Carston hacía lo propio con el ensayo de divulgación y denuncia La Primavera Silenciosa.

En el primero, Ballard plantea una novela donde se nos muestra un futuro cercano donde la Tierra se halla completamente inundada tras el deshielo de los casquetes polares. Este mismo autor, considerado padre del subgénero, publicaría poco después La sequía (1964), donde narra la desdicha de un mundo en el que la contaminación industrial ha cubierto de tal forma la atmósfera que ya no se producen precipitaciones, dando así uno de los primeros referentes ficcionados de desastres climáticos provocados por el ser humano.

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La segunda obra de 1962 merece un punto aparte. Primavera silenciosa no es una novela, sino un ensayo científico en el que su autora esgrimía la tesis de que el uso masivo de los pesticidas estaba provocando una rápida caída de la fauna que vive en torno a los campos de cultivo. Su fama fue tal que el presidente Kennedy invitó a Carson a explicar su hipótesis al Gobierno, que caló hasta tal punto que varios años después, y tras concretarse las investigaciones, se decidió prohibir el DDT, un compuesto químico entonces presente en la mayoría de herbicidas que hoy sabemos que era tremendamente perjudicial. El legado de la Primavera silenciosa y de las ideas de Carson fue vital porque su publicación y éxito consiguió impulsar las primeras movilizaciones civiles en defensa del medio ambiente, hasta tal punto que hoy se considera uno de los libros germinales del ecologismo actual.

¿Pero qué tiene que ver un libro científico con la ciencia-ficción? Pues bien, en uno de sus capítulos finales, Carson elucubraba a modo de fábula con la descripción de un pueblo norteamericano en el que la vida animal, incluida gran parte de la humana, había decaído debido al uso abusivo de los pesticidas más peligrosos.

De Margaret Atwood a las utopías sostenibles y el 'Hopepunk'

Con el paso del tiempo, han sido muchos los autores de renombre que también han querido poner el foco en los problemas climáticos que podría haber en el futuro o en sus universos recreados. Margaret Atwood, la hoy célebre autora de El cuento de la criada, es también la creadora de la llamada trilogía de MaddAddam (2003-2013). A lo largo de las tres novelas, Atwood presenta un mundo donde más allá de manipulaciones genéticas, el ser humano vive las consecuencias de una devastación climática sin precedentes.

Otro autor de peso que ha entregado su pluma al Cli-fi es Kim Stanley Robinson, autor de la ucronía Tiempos de arroz y sal y de la Trilogía marciana. Robinson ha tratado los efectos del cambio climático en el futuro en varias de sus obras. En su trilogía Ciencia en la capital -compuesta por Cuarenta signos de lluvia (2004), Cincuenta grados por debajo (2005) y Sesenta días y contando (2007)-, todas ellas centradas en una Washington D.C. que va sufriendo también los efectos de la crisis climática. Por otra parte, la más reciente Nueva York 2140 (2017) nos muestra una gran manzana venida a menos por los efectos del calentamiento global, parcialmente sumergida, pero donde -en principio- sus habitantes parecen haberse adaptado bien a los efectos del cambio climático.

Trilogía de 'La Tierra Fragmentada'

De forma más reciente, y algunas de ellas ambientadas en la corriente que se ha venido a llamar 'Hopepunk' (una especie de reverso positivo del cyberpunk, donde se pone en foco en personajes que afrontan con resistencia mundos distópicos), son destacables las novelas American War (2015), de Omar El-Akkad, donde se nos narra una segunda guerra civil norteamericana en un futuro próximo después de que Estados Unidos esté luchando por sus recursos tras perder parte de su territorio al sumergirse por el aumento del nivel del mar.

Por último, un ejemplo de como el género del Cli-fi está dominando la ciencia-ficción actual es la trilogía La Tierra Fragmentada, de la autora N.K. Jemisin, ganadora del premio Hugo. A lo largo de estos tres libros, Jemisin nos traslada a una tierra donde existe un único continente a lo Pangea llamado Quietud, en el que cada cierto tiempo se sufren desastres naturales de forma cíclica. Las tramas de los libros versan entre la fantasía y la búsqueda de explicación a esas oleadas de inundaciones, terremotos y erupciones volcánicas que cada poco tiempo sufre aquella humanidad.

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