Haizea M. Zubieta es una escritora madrileña de veintiséis años, que acaba de sacar al mercado su primera novela, Infinitas. Su primera novela, pero no su primera publicación, ya que ha participado en numerosas antologías de relatos, como *Cuadernos de Medusa vol. I y Alucinadas IV*. En Hipertextual hablamos con ella sobre su visión de la ciencia ficción actual y las nuevas corrientes entre las autoras jóvenes españolas.
**Infinitas es una incursión en la tendencia actual de la ciencia ficción, cada vez más social. La novela plantea una sociedad en la que la Humanidad ha superado la mortalidad, en la que ya nadie muere. Sin embargo, hay una pega, a los doscientos años de edad, el cuerpo comienza a degradarse de forma acelerada y las mentes permanecen activas, en eterna agonía. Aprovechando esta sociedad de base, la protagonista busca una cura a la inmortalidad, balanceándose entre los intereses de una organización gubernamental y otra clandestina. En este futuro turbulento hay espacio para el amor y la reivindicación social. Su autora hace una potente crítica anticapitalista, feminista y por los derechos del colectivo LGTBI+.

¿Cómo funciona la inmortalidad en la novela?**

Esta historia viene desde el punto de vista de que yo siempre he tenido mucho miedo a la muerte. Desde pequeñita, me daba muchísimo miedo, entonces quería escribir una historia en la que la muerte no fuera lo peor que uno se pueda imaginar, en la que la muerte fuera algo incluso deseable. La forma que se me ocurrió para llegar a eso fue esta inmortalidad que es un poco puñetera. Es una inmortalidad en la que las personas disfrutan de una juventud eterna, por así decirlo, hasta llegar a los doscientos años de edad, en el que la juventud eterna falla un poco y empieza uno a degradarse, a sufrir toda serie de achaques, tumores y enfermedades asociadas a la edad.

Es una inmortalidad en la que, aunque tú quieras, no te puedes morir. El tejido nervioso, no solamente el cerebro, sino todos los nervios del cuerpo, se regeneran ante cualquier tipo de daño. Si te pegas un tiro en la cabeza se te regenera, no te mueres. Si te tiras desde un sexto piso lo mismo. Todo lo que no pertenece al tejido nervioso no se regenera, por lo que no es muy agradable tirarse desde un sexto piso, aunque no te mueras.

Fotografía: Iria G. Parente
De hecho, hay varios conflictos en la novela sobre la muerte y el derecho a dedicir morirte, ¿es una crítica a la actual situación de la eutanasia en España?

Durante la historia se inventa un arma que puede matar a la gente y hay una escena en la que un personaje le pide a Johanna si puede utilizar esa arma para matarla, porque es una persona que ya está decadente y está sufriendo una serie de enfermedades muy graves. Esa escena habla un poco de mis propios pensamientos acerca de la eutanasia. Yo soy de la opinión de que la vida debería ser un bien jurídico disponible. Actualmente, en España, en el año 2019, es un bien jurídico indisponible, porque tú no puedes disponer de tu vida libremente. Suicidarse se considera delito aunque no esté penado de ninguna manera porque no tendría sentido, pero sería punible. Ese es un tema que quería tratar en la novela, hasta qué punto de tu propia vida y de tu propia muerte te puede afectar y te puede llevar a hacer cosas muy duras buscando ser dueño de tu propio destino.

**En el pensamiento católico tradicional el suicidio es un pecado. Sin embargo, en la novela, los pocos religiosos que quedan abogan por volver a los tiempos en que la gente moría, ¿por qué este cambio ideológico?

He interpretado que, en un mundo en el que hace unos cuantos siglos que no existe la muerte, la gente dejará de tener ese miedo a la muerte y esa cosa que a la Humanidad siempre nos ha impulsado a creer en algo. Desde la Prehistoria, es lo que nos ha hecho preguntarnos qué es lo que pasa después de la muerte y se han creado religiones en base a eso. En la novela, lo que planteo es que solamente siguen siendo religiosas la personas más extremistas, las que tienen una visión más fundamentalista de la religión. En este caso, son personas que consideran que la inmortalidad es un castigo divino y quieren volver a la muerte.

El pensamiento tradicional católico respecto del suicido es que es un pecado y los pecadores van al infierno y los suicidas también. En este caso, hay una escena en la que una persona utiliza una bomba para autoinmolarse, pero como no se suicida porque no se va a morir, no se está considerando como un acto pecaminoso.

Si ahora nos ofrecieran, como en el libro, la posibilidad de elegir ser infectados por el virus de la inmortalidad, ¿crees que lo elegiríamos?

Yo sí lo cogería porque tengo mucho miedo a la muerte, pero una cosa de la que quiero hablar con esto es la importancia de poder elegir. Una cosa es elegir "vale, yo sí quiero" y otra cosa es que te lo impongan, que decida un señor por toda la Humanidad que, de la noche a la mañana, vais a ser todos inmortales. Bueno, lo estaba haciendo con toda la buena intención del mundo y lo estaba haciendo para ir un poco contra esa capitalización de la salud que ya está ocurriendo en tratamientos médicos, pero llevado al extremo. Cuando se inventa la inmortalidad, solo tienen acceso a ella las personas más ricas y este señor intenta ir en contra de eso.

¿Por qué está ambientada en Estados Unidos y no en España, por ejemplo?

Esta novela está ambientada en Estados Unidos precisamente porque quiero hablar de cómo está hoy en día el país. Está en una situación en la que, o tienes cinco mil dólares para cada viaje en ambulancia, ojo, o ni siquiera llames a una ambulancia cuando te pasa algo, mejor llama a un taxi para que te lleve al hospital. Estamos en una situación en la que si tienes cáncer u otra enfermedad grave estás jodido. Y como tengas una enfermedad crónica, que requiera un tratamiento durante toda tu vida, digamos la diabetes... La insulina está carísima en Estados Unidos, creo que son miles de dólares cada dosis. Un sistema sanitario basado en la sanidad privada, en el que se ha liberalizado todo hasta el extremo, se ha capitalizado con la salud humana.

En la novela se lleva al extremo de comprar y vender órganos humanos. Si tienes gente inmortal, significa que tienes gente que no se va a morir por quitarle un hígado. Eso quiere decir que tú, jovencita que estás luchando por pagar el alquiler, véndele tu hígado a este señor rico viejo que necesita uno nuevo. Así que sí, está ambientado en Estados Unidos deliberadamente porque yo quería hablar de hasta qué extremos terribles estamos llegando ya actualmente y qué extremos se podrían alcanzar en el año 2500 en la ciencia ficción. En la novela, hay gente que su manera de hacer frente a la situación es meter su sistema nervioso en una carcasa robótica. Eso solamente pueden permitírselo las personas más ricas. Aunque al nivel de base la inmortalidad sea igual para todos, si estás en un sistema capitalista, nunca va a ser igual para todos.

También hay mucha representación LGTBI+.**

Pienso firmemente que toda obra de ficción tiene un mensaje, más o menos evidente. El mío tiene varios mensajes, pero el cuento más sencillo también va a tenerlo. Incluso los mensajes que menos vemos, de los que menos somos conscientes, son los que más hegemónicos son. Por ejemplo, una historia normal de chico conoce chica, se enamoran y tienen 2,5 hijos y un perro. ¿Qué mensaje estás lanzando con eso? Estás sosteniendo el status quo, estás dando un mensaje que es el mismo mensaje hegemónico que ya se nos transmite por todas partes. Es evidente que es mucho más visible el mensaje que va a ir encontra de ese status quo, simplemente por el hecho de romper con esa hegemonía en términos de género, de raza o ideología. En este caso, las protagonistas son dos chicas que se quieren. Ese no es el tema de la novela y la historia sería la misma, pero si en vez de Laura y Johanna hubieran sido Laura y John, el mensaje que estaría transmitiendo sería distinto.

A mí me importa mucho la representación en la ficción, creo que es muy muy muy importante sobre todo en términos infantiles y juveniles. Es muy importante porque la ficción es un modelo que utilizamos para vernos reflejados, para saber cómo actuar en determinadas circunstancias o cómo no actuar, desde las moralejas más obvias de los cuentos de niños hasta los mensajes que no nos damos cuenta de que están ahí. Poder ver a gente que es como tú, sobre todo de colectivos históricamente invisibilizados, haciendo cosas, siendo héroes, teniendo características positivas es muy importante. Yo escribo lo que me habría gustado leer con quince años. Si entonces pudiera haber leído libros como los que se están publicando hoy en día, con parejas de chicas, con chicas como protagonistas, pues por ejemplo no habría tardado 22 años en darme cuenta de que era lesbiana.

Lo mismo pasa con Johanna. Ella es una chica negra, y hay muy pocas novelas juveniles, sobre todo en España, que tengan como protagonistas a personas racializadas y, más aún, a una chica negra y lesbiana. Y ninguna de esas cosas es tampoco el motor de la trama, pero simplemente el hecho de poder ver a una persona que sea como tú en determinados aspectos, haciendo este tipo de cosas y siendo la heroína de su propia historia, yo creo que es muy importante.

De hecho, están saliendo cada vez más autoras que utilizan sus novelas de fantasía y ciencia ficción para lanzar crítica social, ¿se está normalizando cada vez más esta ciencia ficción social?

Hay muchas autoras de juvenil, fantasía, ciencia ficción, romántica... Están aportando mucho al panorama actual literario juvenil español. Este panorama me parece un regalo y mi madre me dice mucho "seguro que cuando seas viejecita esto se estudia en los colegios, la generación de los millennials escritores" y la verdades que debería, porque hay muchísima gente, muchísimas autoras que las conozco y escriben genial. Hacen novelas con mensajes súper necesarios y ojalá eso algún día se estudie en los colegios y en los colegios. Hay una ruptura bastante evidente, creo, entre una generación anterior, a lo mejor entre gente de cuarenta años para arriba que escribe literatura juvenil, y la gente de cuarenta años para abajo. La gente de mi generación la veo comprometida, se atreven a lanzar mensajes abiertamente anticapitalistas, abiertamente por la diversidad, abiertamente por el amor, y me parece maravilloso.

Otra cuestión es ya el ciclo de prescripción, que son los libros que se llevan a los colegios para leer. Eso ya es otro melón que hay que abrir, pero está más o menos relacionado con esto en el sentido de que los autores que hay muchos más obstáculos a la hora de meter una novela en ese ciclo de prescripción. Te dicen "no, es que esto tiene que agradar a todo tipo de colegios, colegios religiosos, etc”. Todavía queda mucho trabajo por hacer, pero bueno, tenemos todo el tiempo del mundo por delante para seguir trabajando en ello y creo que es importantísima la labor que se está haciendo actualmente hacia esto.

Se te ve muy optimista...

Es que si yo misma no fuera optimista, ¿qué me queda? Me tiro por una ventana. Para ser artista hay que ser optimista, porque si eres pesimista, directamente no escribes una novela. Tal como está el panorama te tiras en la cama a llorar y ya está. Que ojo, que eso también lo hago yo, pero si decides dedicarte más o menos en serio a esto que, además, no es algo que sea sencillo dedicarse ahora mismo en España, tienes que ser por lo menos un poco optimista.

Más allá de los círculos de prescripción, ¿es difícil todavía vender una novela como esta?

Actualmente, está mucho más abierto el mundo editorial que yo he conocido, al menos, a este tipo de novelas. Me refiero al año 2019, porque esto ha cambiado rapidísimo. Hace dos años era mucho más difícil, hace cinco años era imposible. A esto han abierto camino gente como Iria [Parente] y Selene [Pascual], gente como Nando López, y editoriales que han apostado por este tipo de libros cuando nadie prácticamente lo hacía. Cuando el hecho de tener dos chicas cogiéndose de la mano en la portada era visto como un obstáculo tremendo a las ventas, no como un argumento de ventas.

Las editoriales, quieras que no, son empresas. Siempre van a tratar de maximizar sus beneficios, y yo sé perfectamente que si ahora mismo esto se ha publicado es porque hay editoriales que se han dado cuenta de que hay gente que está pidiendo este tipo de ficción. Hay gente que está desesperada por encontrar representación en la ficción que consume, no la ha encontrado durante muchísimo tiempo y las editoriales por fin se están dando cuenta de que tienen que ofrecerla ellas. En la parte de atrás de la novela pone "una novela distópica feminista". Eso mismo hace dos años ya te digo yo que no. Esto viene también del 8M del año pasado, del movimiento multitudinario que consiguió convocar, que esto le diera a las editoriales a pensar "a lo mejor sí que hay mercado aquí".

Es un poco lo que pasa siempre con colectivos discriminados. Como vivimos dentro del capitalismo, muchas veces tenemos que elegir entre ser invisibilizados o que se nos capitalice, ser utilizados. Yo, personalmente, si tengo que elegir entre que no me publiquen un libro porque digan "no queremos bolleras" o que sí lo publiquen porque digan "a lo mejor las bolleras quieren libros", prefiero que capitalicen. Lo ideal sería que no, pero vivimos dentro del capitalismo. Son las armas que nosotras podemos utilizar para luchar desde dentro, para enviar mensajes importantes y la gente pueda encontrar reflejos en la ficción con los que se sientan identificados.

¿Estás a favor o en contra de que haya una etiqueta de “literatura LGTBI+”?

Este es un dilema al que yo no sé si he encontrado solución todavía. Lo he hablado en distintas mesas redondas con más gente LGTBI+, con libreros y libreras, etc. Por un lado, está el argumento de que es positivo saber qué libros tienen representación LGTBI+ para, en el caso de que tú estés buscándola, puedas ir a la estantería y coger directamente eso. Y, por otro lado, es negativo que estén separados porque facilitan el hecho de no coger un libro LGTBI+, que sean la otredad. En lo que se refiere a ficción infantil y juvenil es muy importante porque quienes los compran muchas veces son los padres, y hay que pasar ese filtro de los padres, que pueden ser homófobos. Entonces, si están en una estantería que tiene arcoiris a lo mejor no lo quieren comprar.

La solución que encontraban a esto algunas libreras con las que he hablado es tener dos copias de ciertos libros. Así, ponen un mismo libro en dos sitios distintos. Por ejemplo, poner Infinitas en la sección de juvenil ciencia ficción y luego también en la sección de diversidad LGTBI+, porque no deja de ser un libro de ciencia ficción juvenil. ¿Tú llamas a Los juegos del hambre ciencia ficción hetero? No, pero lo es. Es decir, ¿debería ser necesario separarlo? Sí, no, depende. Hasta el momento la solución que más me ha convencido ha sido esa de tener dos copias.

Además de escritora, eres lectora de sensibilidad, ¿en qué consiste esto?

Yo soy lectora de sensibilidad, correctora de sensibilidad o asesora de sensibilidad, un poco como se quiera llamar. Esto es una asesoría igual que la que recibiría cualquier autor respecto de cualquier tema que no trate. Es decir, yo quiero escribir a lo mejor sobre carreras de coches y no tengo ni idea de cómo funciona un motor. Entonces, le pregunto un mecánico "¿qué es una bujía? ¿Esta terminología es correcta? ¿La gente que sepa de motores cuando lea mi novela se va a reír o se lo va a tomar en serio?". Pues por eso mismo cuando tratas temas que afectan a comunidades discriminadas a las que no perteneces como autor es muy importante contar con asesoría especializada, de personas que sí pertenezcan a ese grupo discriminado. Porque hay cosas que, o lo conoces muy de cerca o, incluso, si no lo vives en tus propias carnes, es muy difícil saber tratarlo de la manera correcta. Sobre todo cuando se trata de temas que afectan tan seriamente a las personas, como son las discriminaciones sistemáticas, ya sea en cuanto a raza, sexo, identidad de género, orientación sexual...

Para mí no se diferencia de asesoría de cualquier otro tipo, excepto en el hecho de que es más responsabilidad, porque si yo escribo mal una cosa sobre carreras de coches no le va a afectar a nadie, no lo va a leer un coche y a decir "jo, me siento mal porque no me han representado correctamente"; pero si yo estoy representando a un personaje trans, por ejemplo, y por desconocimiento perpetúo estereotipos con mi escritura o utilizo terminología desfasada o que tiene connotaciones negativas, eso sí que puede afectar a personas de verdad que lo lean. A mí como autora me interesa contar con asesoría de personas que sepan más que yo de estos temas y me puedan ayudar a hacerlo lo mejor posible, igual que me gustaría contar con ella en cuanto a motores.

Hay gente que critica la asesoría de sensibilidad como censura y a mí me parece una reacción un poco infantil a que te digan "es que no sabes de esto y necesitas asesoría". Me parece comprensible que te digan “¿por qué voy a necesitarla? Puedo encargarme yo solo". Pues a lo mejor sí o a lo mejor no. A lo mejor hay temas que por mucho que tú investigues corres el riesgo de meter la pata. Y si te importan tus lectores y te importa no hacerle daño a gente de determinados colectivos que son particularmente vulnerables, contarás con esa asesoría. También te puede no importar. Aquí tú eres el autor y puedes hacer lo que desees con tu libro, puedes decidir escribir un libro racista, homófobo... Nadie te va a censurar, pero tienes que darte cuenta de que cuando lo escribes va a tener consecuencias sobre las personas que lo vayan a leer. Es una manera de evitar, si quieres, esas consecuencias.

En los agradecimientos de la novela hablas de un parón de diez años en la escritura, ¿por qué volviste a este mundo?

Desde muy pequeñita quería ser escritora, era mi sueño. Hubo mucho tiempo en el que yo pensé que eso se iba a quedar simplemente en un sueño infantil, en una cosa como "bueno, jaja, la niña que quiere ser escritora, pero ya está, ahora que se coja un trabajo de verdad y que estudie Derecho y que se haga una persona seria como Dios manda". Y, efectivamente, estudié Derecho, dejé de escribir durante casi diez años y me resigné a que nunca iba a publicar un libro. Hasta hace bien poco que conocí la comunidad de escritoras jóvenes más o menos de mi edad que había en España, que estaban escribiendo cosas maravillosas y las estaban publicando. A raíz de esa inspiración fue que yo me animé a retomarlo.

No es la primera vez que publicas, pero sí es tu primera novela, ¿qué miedos se afrontan al salir al mercado con algo enteramente tuyo por primera vez?

Uno de mis mayores miedos era, por un lado, el hecho de que solo se quedase en un sueño y, por otro lado, todo lo contrario. Una vez sales ahí fuera, te quedas desnudo delante de todo el mundo, porque las letras están desnudas. Tú no puedes ir como autora a explicarle a los lectores que compran mi libro en la Fnac "no, es que aquí en realidad yo quería decir esto, esto lo has entendido mal", no. Tiene que estar todo lo mejor posible, tú intentas pulirlo todo lo mejor posible, pero una vez que ya está, ya está, ya no puedes hacer más. Es la muerte del autor. Queda en manos del lector, queda a su interpretación, y tú no tienes más poder para hacer nada. Entonces, uno de mis miedos era que no gustase o que hiciera daño a alguien con lo que yo escribiese.

Yo soy una persona muy vulnerable a las críticas, siempre lo he sido. No soy una persona que tenga una alta autoestima, pero estoy trabajando en ello, y parte de ese trabajo consiste en no enfocarme en las críticas negativas, porque a mí no me hacen ningún bien. Por ejemplo, las reseñas que me dejan en Goodreads no las leo, porque sé que no me hacen ningún bien, y no son para mí como escritora, son para otros lectores. Lo único que voy a conseguir leyéndolas es pasarlo mal. Sé que hay otros escritores y escritoras que, al revés, les encanta leerlas. O incluso algunos que son un poco masocas y se ponen a leer las cosas negativas. Yo no soy capaz de hacerlo.

Que esto se acabe aquí también es un miedo. Bueno, sí, has escrito una novela, pero ahora toca volver otra vez a la vida normal. Tienes que encontrar un trabajo que probablemente no te deje tiempo para escribir y dedicarte a ello de forma seria. Yo soy muy afortunada, tengo la inmensa suerte de tener una familia maravillosa. Tengo un padre y una madre que me apoyan muchísimo en la escritura, porque ellos mismos quisieron haberse dedicado a cosas artísticas y no pudieron, porque sus padres les dijeron "no, tienes que tener un trabajo de verdad". Ellos a mí sí que me apoyan con todo lo que necesite y son súper fans míos, se leen los manuscritos, me hacen de betas y demás. Sé que tengo muchísima suerte, pero siempre está ahí esa inseguridad de decir "a lo mejor debería estar haciendo un trabajo de verdad". Ese autoboicot de pensar que la escritura no es un trabajo de verdad, cuando sé que sí lo es y a cualquier amiga mía se lo diría, pero me cuesta decírmelo a mí.

Otro de los miedos de los que se habla mucho es del síndrome del impostor, ¿también te afecta?

Es un poco también eso, sí. Decir: "a lo mejor estoy engañando a todo el mundo, a lo mejor en realidad lo que he escrito está fatal y soy una farsante y algún día se va a descubrir y me van a pegar en la cara". Es una cosa absurda, pero que lo creemos, sobre todo, muchas chicas creadoras; dibujantes, escritoras, cineastas, etc. Muchas tenemos este síndrome del impostor, esta inseguridad que nos hace decir "¿y si no me lo merezco? ¿Y si no estoy a la altura?" A mí en concreto me ayuda mucho esta comunidad de escritoras jóvenes. Nos apoyamos unas a otras porque todas tenemos este síndrome del impostor de mierda. Si una no puede se apoya en la otra. Es eso lo que me da muchos ánimos para seguir y las aprecio muchísimo a ellas y a sus obras.

Creo que estos miedos son comunes, sobre todo, a las mujeres que crean, porque siempre se nos ha inculcado la necesidad de ser perfectas. Ese perfeccionismo patológico, de tener que ser el doble de buenas que un hombre para estar a su altura. Y ya si perteneces a otro colectivo discriminado, si eres LGTBI+ o eres una persona racializada o tienes una discapacidad de movilidad pues ya sabes. Todo lo que no sea ser un hombre blanco cishetero con dos piernas y dos brazos funcionales te pone obstáculos y te hace autoimponerte un listón todavía más alto.

Y ahora… ¿Qué hay en el horizonte? ¿Cuándo podremos volver a leerte?

Pues hace poco he firmado el contrato para otra novela. Es una novela que va a ser también autoconclusiva, es más corta que Infinitas y va a ser una novela de fantasía urbana ambientada en Madrid en la actualidad. Y, de momento, hasta aquí puedo leer, pero de aquí a dentro de un año la habréis visto.

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