Suele decirse que cuando el nacimiento de un bebé viene acompañado de buenas noticias para los padres es porque el niño venía con un pan debajo del brazo. Y un pan puede que no, pero si hay algo con lo que los pequeños de hoy en día vienen casi nada más nacer es con un móvil o una tablet en la mano.

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Sí, quizás sea un poco exagerado, pero lo cierto es que son muchos los padres que deciden usar este tipo de dispositivos bastante a menudo con sus hijos, ya sea para entretenerlos o para estimular ciertas cualidades. Pasada la época en la que son los progenitores los que dejan a los niños usar el teléfono móvil llega la adolescencia, en la que para muchos los smartphones son prácticamente una extensión de su mano. De ahí se pasa a la edad adulta, en la que el trabajo y la necesidad de estar conectados con familiares y amigos también nos llevan a pasar bastantes horas cerca de las pantallas. Incluso muchos ancianos saben ya perfectamente utilizar las que hace unos años les parecerían maquinitas futuristas, imposibles de comprender. Está claro que forman parte de nuestras vidas, y a veces más de lo debido. De hecho, son bastante comunes los casos de personas con pequeñas lesiones musculo esqueléticas derivadas de su uso, ya sea a nivel de las manos o del cuello. Además, pueden causarnos molestias oculares por culpa de la sequedad que genera mirar fijamente a las pantallas. Todas estas consecuencias del uso de dispositivos electrónicos son una realidad, pero también existen otras muchas que, a pesar de la atención que han recibido de los medios y de la sociedad, no tienen fundamento científico sólido. No hay más que ver la gran controversia generada en torno a los supuestos perjuicios que tiene para la salud de los ojos, e incluso de la piel, la utilización de teléfonos móviles. Pero eso no es todo, pues recientemente cientos de medios de comunicación de todo el mundo han puesto el grito en el cielo por un nuevo peligro: el crecimiento de un cuerno en el cuello. Solo leerlo ya resulta aterrador, ¿pero es cierto que el uso de este tipo de aparatos puede desencadenar la aparición de una protuberancia como describen muchas de estas noticias?

Disección al estudio

Esta noticia nació a raíz de dos estudios, llevados a cabo en 2016 y 2018 por el quiropráctico David Shahar y el profesor asociado de biomecánica Mark GL Sayers, ambos de la Universidad de Sunshine Coast, en Australia.

En el primero se describen los entesofitos como proyecciones óseas que surgen de los sitios de unión de ligamentos, tendones o cápsulas articulares a un hueso, que rara vez se ven en radiografías de adultos jóvenes, puesto que tienden a desarrollarse lentamente con el tiempo. Sin embargo, se señala que en los últimos años se ha observado un aumento en el número de casos en pacientes con edades comprendidas entre los 18 y los 30 años. Para comprobar en qué medida se está dando este cambio, Shahar y Sayers estudiaron las radiografías cervicales de 218 pacientes de dicho grupo de edad, 108 estudiantes universitarios asintomáticos y 110 no universitarios y levemente sintomáticos. Finalmente concluyeron que el 41% de los participantes tenían una protuberancia occipital externa superior a 10 milímetros de longitud.

En la discusión de este estudio los propios autores señalan que el reducido tamaño de la muestra (pocos participantes), junto a la ausencia de datos relacionados con enfermedades, traumas, posturas, recreaciones y ocupaciones de los pacientes impide conocer el origen de dicho fenómeno. Sin embargo, consideran que el hecho de que haya aumentado el número de casos entre los jóvenes podría deberse al creciente uso de dispositivos asociados a pantallas, entre niños y adolescentes.

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Dos años después llevaron a cabo un segundo trabajo en el que compararon la prevalencia de esta estructura en jóvenes y mayores, concluyendo que el aumento de la edad se relaciona con una disminución de su tamaño. De nuevo, no se determinó de ningún modo la actividad de los participantes, pero se volvió a mencionar en la discusión que la causa podría estar relacionada con los dispositivos electrónicos.

Del estudio a los medios

Si bien ninguno de los dos estudios establece una relación clara entre el crecimiento de entesofitos y el uso de móviles y tabletas, muchos medios de comunicación no han tardado en hacerse eco de la noticia, apuntando a que el contacto frecuente con este tipo de dispositivos está llevando al desarrollo de un cuerno en el cuello. De ahí la bola cada vez se ha ido haciendo más grande, hasta el punto de que pueden leerse noticias y verse vídeos de todo tipo, en los que se llega incluso a asegurar que está evolucionando para convertirse en un nuevo hueso. Ante tal revuelo es normal alarmarse. ¿Pero hay realmente motivo para hacerlo?

“La protuberancia es en realidad una tendinopatía, concretamente una entesitis de tracción”, explica a Hipertextual la doctora Eugènia Miranda, traumatóloga y autora del blog Miranda Trauma. “Cuando un tendón tira mucho, a veces se calcifica, dando lugar a esta estructura en forma de pequeño cuerno”.

La especialista cuenta también que es una afección que puede darse en tendones de otras partes del cuerpo, no solo en el cuello. “Tengo la fotografía de una entesitis similar en el codo”, concreta. “Por eso, decir que es algo que se debe al uso de teléfonos móviles me parece una conclusión precipitada”.

Entesitis de tracción en el codo. Crédito: Eugènia Miranda.

De hecho, es algo bastante frecuente, que se asocia a un trabajo importante de flexo extensión del cuello. Sí que es cierto que el abuso de teléfonos móviles obliga a forzar el cuello, pero también lo hacen otras ocupaciones. “Si nos ponemos así, los instaladores de parqué o los cocineros, que tienen todo el día la cabeza mirando para abajo, tendrían que tenerlo”.

Opina lo mismo el presidente de neurocirugía del Hospital Lenox Hill en Nueva York, David J. Langer, quien en declaraciones a The New York Times contó que este tipo de problemas son bien conocidos en personas que pasan mucho tiempo con el cuello flexionado hacia abajo, como los cirujanos. En el mismo medio, el director de innovación de rehabilitación del Mount Sinai Health, David Putrino, reconoció que los huesos en crecimiento de los adolescentes son más propensos que los adultos a cambiar de forma o formar espuelas en respuesta al aumento de las fuerzas, pero no cree que estemos en un punto en el que podamos culpar de esto al uso del teléfono móvil.

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A todo esto se añade que también es común encontrar el famoso “cuerno” en personas mayores, incluso con tamaños considerables. De hecho, en la siguiente radiografía, realizada por la doctora Miranda, se puede ver una protuberancia de más de 14 milímetros en un paciente de unos 60 años. “Como mucho, ese hombre podría llevar unos 10 años teniendo teléfono móvil”, calcula la traumatóloga. “Decir que esa entesitis es por abuso de móvil es demagógico y un poco precipitado. Sería necesario hacer estudios prospectivos y aleatorizados para saber si realmente hay diferencias significativas”.

Entesitis de tracción en occipucio en un paciente de 60 años. Crédito: Eugènia Miranda.

Finalmente, cabe destacar que, al contrario de lo que se ha dicho en varios medios con motivo de la noticia, ni la protuberancia es un nuevo hueso ni es resultado de la evolución para adaptarnos al uso del móvil. Los procesos evolutivos son mucho más lentos y, de ser así, aún no se podrían ver los resultados.

Entonces, ¿podemos usar el móvil sin miedo?

Mirar durante demasiado tiempo el teléfono móvil podría ser una de las muchas causas que conducen a la aparición de este espolón cervical. Sin embargo, no hay estudios que relacionen ambos fenómenos de una forma clara. Ahora bien, ¿podemos sufrir otro tipo de lesiones a causa del uso excesivo de dispositivos móviles?

La respuesta, según describe en su blog la doctora Miranda, es tan ambigua como el tema de la entesitis. Es cierto que la sujeción de este tipo de aparatos durante mucho tiempo seguido supone forzar músculos y articulaciones que a la larga pueden resentirse. Por eso, se pueden dar lesiones como el síndrome de túnel carpiano, la tendinitis de flexores, la artrosis de pulgar, la epicondilitis o la cervicalgia. Ninguna de ellas es una patología nueva, todas existían mucho antes que los teléfonos móviles y se desencadenan por un amplio abanico de motivos. Por ejemplo, hay quien relaciona la epicondilitis con la práctica habitual de los selfies, hasta el punto de llamarla codo de selfie. Sin embargo, es una lesión que tradicionalmente ha sido conocida como “codo de tenista”, por ser habitual en personas que practican este deporte, pero también en pacientes que jamás han agarrado una raqueta, pero sí una bayeta.

En definitiva, cualquier postura repetida puede llegar a causarnos problemas, pero ocurre tanto con el uso del teléfono móvil como con la acción de limpiar o practicar algún deporte. Basta con controlar las horas que pasamos con este tipo de dispositivos para poder disfrutar de todas las ventajas que nos ofrecen sin miedo a lesionarnos.

Ojo con los quiroprácticos

Por último, pero no menos importante, cabe recordar que el autor principal de ambos estudios es un quiropráctico y que, por lo tanto, practica una disciplina catalogada como pseudociencia.

Concretamente, se basa en la manipulación de las vértebras con el fin de tratar todo tipo de patologías. Lamentablemente, la columna vertebral es una zona muy delicada, por lo que una mala torsión puede dar lugar a daños irreparables.

Por este motivo, en países como España las personas que la practican no están reconocidas como profesionales sanitarios y se desaconseja recurrir a ellas. Por el contrario, en Australia está mejor reconocida, de ahí que el autor del estudio sea también profesor universitario.

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De cualquier modo, la bola de información carente de veracidad no ha ido creciendo por culpa de sus declaraciones, sino por una mala interpretación de quienes se han encargado de transmitirlas. El resultado ha sido una especie de teléfono roto, por el que un aumento de la prevalencia en jóvenes de una estructura tan frecuente que muchas personas la tienen sin ni siquiera saberlo ha derivado en un cuerno que ha evolucionado para adaptarnos al uso de móviles. Afortunadamente, por ahora los seres humanos seguiremos teniendo cuernos solo a nivel metafórico y en situaciones poco agradables en las que sí que puede influir el teléfono móvil, pero de un modo muy diferente.

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