Que The Walt Disney Company es la empresa de medios de comunicación y entretenimiento más grande de la actualidad, es un hecho irrefutable: con la compra 20th Century Fox y la absorción de su catálogo, la casa de Mickey Mouse pasa a tener un poder inédito dentro de la industria cinematográfica, cuyo impacto aún es difícil de clasificar. Esa influencia se extenderá ahora también a la televisión de suscripción stream: después de adquirir una importante participación en HULU y crear su propio canal con Disney plus, la empresa se encuentra muy cerca de un singular monopolio. Pero se trata de algo más: el avance de Disney es también una reformulación de la forma en cómo comprendemos el mundo del espectáculo.

Disney completa la compra de Fox

La envergadura que el estudio adquirió durante la última década, tiene una relación directa con la forma en cómo influye esa super presencia en las mitologías modernas de la cultura popular de varias generaciones. En la actualidad, el estudio es dueño de PIXAR (con lo que controla la vanguardia de las películas animadas y sobre todo, la tecnología de punta que las produce), de los derechos de la Saga Star Wars (lo que le permite explorar también el Universo expandido), Marvel studios y de Avatar y sus posibles secuelas, ese buque insigne de la ciencia ficción cuya importancia real continúa siendo terreno desconocido. Como si eso no fuera suficiente, también controla el futuro de los X Men, participa junto a Sony Pictures en la continuación de la franquicia de Spiderman y por un lado más adulto tiene planes concretos para robustecer la saga de Alien.

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Dicho de un modo sencillo, Disney podría controlar de manera muy directa la manera como disfrutamos —y se comercializa— la fantasía y la ciencia ficción en la actualidad y sin duda, por los próximos cincuenta años. No obstante, la ansiedad que provoca en usuarios, pero sobre todo en críticos, de un poder semejante es comprensible, aunque no del todo justificada. ¿Realmente el peso de Disney en la Industria depende de su participación financiera o se relaciona con algo más? ¿Podría tener el poder para manipular la cultura popular como insinúan los analistas que asumen que la importancia de Disney proviene de su desempeño como empresa? No todo es tan sencillo, por supuesto.

21st Century Fox/Walt Disney Company

La historia de un gigante

Para comenzar conviene aclarar que el poder de Disney no es un hecho reciente, aunque lo parezca y que en la actualidad, sea más notorio que nunca. Por casi un siglo, la empresa ha tenido un considerable valor en bolsa, pero también, un peso consecuente en el mundo del espectáculo que ha sabido administrar de manera inteligente a pesar de los cambios y algún que otro fracaso. Disney —como empresa— enfocó su capacidad en crear una identidad y un sello distintivo que le permitieron triunfar dentro de un público complicado como es el familiar y además, apuntalar ese éxito como una franquicia de considerable importancia.

Desde la llegada de Mickey Mouse —emblema de la casa— hasta el éxito sin precedentes de sus películas animadas, Disney elaboró un concepto sobre el entretenimiento basado en la interacción de diferentes productos masivos. Mientras las salas de cine se llenaban de espectadores para disfrutar de sucesivos éxitos taquilleros como Blancanieves (1937), Pinocchio (1940), Dumbo (1941), el estudio trabajaba sin descanso para crear nuevas técnicas de animación y todo tipo de avances técnicos. A eso había que sumar que fue una de las primeras empresas en publicitar y vender productos asociados a sus grandes éxitos, lo que brindó a Disney la singular oportunidad de convertir a sus personajes en productos para niños casi al mismo tiempo en que se convertían en grandes sucesos de la pantalla grande.

El crecimiento empresarial de Disney se relaciona con su capacidad de transformar dificultades en triunfos: en 1941, una huelga de animadores detuvo el crecimiento exponencial de la empresa, cuando un buen número de sus figuras estrella renunciaron como forma de presión para obtener mejoras laborales. Disney no se amilanó y utilizó la contingencia para crear un nuevo tipo de animación híbrida combinada con acción real, que le convirtió en pionera de la técnica y produjo toda una nueva línea de éxitos de taquilla.

Fue el paso definitivo para convertir a Disney en una empresa que capitalizó sus éxitos en maniobras financieras de considerable importancia. El estudio, el primero en la historia en apostar a la televisión –cuando se le consideraba un medio secundario sin mayor trascendencia en el mundo del espectáculo- como medio de entretenimiento masivo. La serie Davy Crockett de 1954 fue la primera demostración de la confianza de la empresa en la televisión: con su hora de duración y cuidada producción, fue un éxito inmediato que abrió las puertas al programa dominical Wonderful World of Color (que llegó a pantalla el mismo año) y El Zorro (estrenada en 1957), uno de los personajes emblemas de la empresa para la época.

Para entonces, ya la empresa había dado el que se considera uno de los pasos más ambiciosos en su historia: el 17 de julio de 1955, Disney abría Disneyland, el parque temático que unió los éxitos de los que hasta entonces disfrutaba la empresa, con un lugar capaz de reflejar el mundo imaginado por Walt Disney. Fue el primer espacio infantil que albergó personajes de la cultura popular y que además, completó la experiencia del público en pantalla para convertir a la marca Disney en un gusto adquirido. Walt Disney convirtió al consumidor en protagonista de sus atracciones y a sus películas, en el contexto de un mundo de fantasía que Disneyland integró de manera exitosa en una nueva forma de diversión que cambió el futuro del espectáculo.

¿Un Ratón para dominarlos a todos? Aguarda, no tan rápido

Disney ya controlaba —o podía hacerlo— la forma en que se consumía la fantasía y la ciencia ficción antes que la idea provocara preocupación paranoica. Para 1960, la empresa tenía una sólida corporación que unió los avances tecnológicos del cine y la televisión para crear un espacio físico que respondía a sus políticas, un hecho inédito que reestructuró la influencia del espectáculo fuera de los límites de la sala de cine. Un segundo parque —Walt Disney World— abrió sus puertas en 1971, con lo que la Empresa cimentó las bases para el que quizás es la corporación de entretenimiento más grande de la historia.

De modo que la capacidad de Disney para redimensionar la cultura popular, no se debe sólo a su tamaño como empresa, sino a la forma en que utiliza los recursos a su disposición en nuevas e imaginativas maneras. Por supuesto, siempre existe el riesgo que semejante poder pueda ser utilizado para restringuir el desarrollo creativo, pero hasta ahora Disney ha hecho justo lo contrario: desde sus inicios no sólo ha demostrado ser el lugar ideal para crear, sino el estudio que tomó los riesgos más audaces para llevar la animación y la diversión a una nueva dimensión. Fue Disney la pionera en la animación con sonido, a color. También fue Disney la primera empresa en apostar por la inteligencia artificial como parte de la industria del entretenimiento, cuando la idea parecía cosa futurista y sin verdadera aplicación práctica.

¿Controla las franquicias más exitosas del siglo pasado y el actual? ¿absorbió a sus rivales directos? Sin duda, Disney ha hecho movimientos inteligentes para apuntalar el poder que mantiene sobre la producción intelectual de un sector muy específico del público, pero eso por sí solo refleja que la empresa tiene muy claro que sus planes de crecimiento se relacionan con su capacidad para reinventar su discurso.
Si consideras a Disney una amenaza (y nadie duda que puede serlo), deberías tomar en cuenta que la empresa ha hecho exactamente lo mismo durante casi un siglo de vida y que con toda seguridad, su rápida expansión en franquicias y sagas de enorme arraigo en la cultura popular tiene más relación con su deliberada intención de crecer que ejercer un límite creativo.

El crecimiento empresarial de Disney se relaciona con su capacidad de transformar dificultades en triunfos. Por ahora, sus nuevas adquisiciones tienen una robusta vida propia y otras, deben transformarse para sobrevivir al cambio generacional. Star Wars terminará en diciembre la última de sus sucesivas trilogías, con lo que se enfrenta al reto de reinventarse (y abandonar la nostalgia) o limitarse a ser una referencia básica de la fantasía moderna. Marvel por su lado, deberá vencer el reto del posible agotamiento del cine de superhéroes y el venidero Disney Plus, a la fiera competencia entre canales stream. Así para la empresa, no todo se trata de dominación, sino de una rápida evolución hacia un nuevo tipo de lenguaje en el mundo del espectáculo. Disney lo tiene claro: su marca debe mantenerse joven. Y eso sólo puede lograrlo en una constante renovación.

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