Todo empezó con la campaña electoral de las presidenciales de Estados Unidos en 2016. Clinton contra Trump. Mensajes de correo filtrados, sospechas de interferencias por parte de Rusia y miles de noticias falsas difundidas en Twitter y Facebook a favor o en contra de uno u otro candidato a ser presidente de uno de los países más importantes del planeta.

Con las presidenciales estadounidenses se puso de moda el concepto de fake news, las noticias falsas de toda la vida, y es que manipular la información o desinformar no es algo nuevo. Siempre ha estado ahí, en especial cuando hay intereses económicos o políticos. Sin embargo, la difusión de información antaño era monopolio de los medios de comunicación. En la actualidad, el proceso es totalmente democrático, ya que cualquiera con acceso a internet puede compartir un artículo o noticia en sus redes sociales, Facebook, Twitter e Instagram principalmente, o a través de mensajería instantánea, especialmente WhatsApp.

Esta facilidad para difundir información tiene sus cosas buenas pero también sus inconvenientes, y es que una mentira o fake news puede correr como la pólvora y difundirse a una velocidad alarmante por todo el mundo. El ejemplo más drástico de los problemas que pueden ocasionar las noticias falsas lo tenemos en India, donde se han llegado a producir muertes.

Combatir las noticias falsas o fake news es una necesidad a nivel mundial. Por su parte, Europa quiere hacerle frente desde diferentes ámbitos, y uno de los más importantes son las redes sociales, de ahí medidas como promover un Código de Buenas Prácticas.

Veamos cómo empezó esta particular batalla de la Unión Europea contra la desinformación, qué proyectos ha iniciado para combatirla y en qué situación nos encontramos.

La UE contra las fake news

Los primeros pasos de la Unión Europea con respecto a las noticias falsas se producen en marzo de 2015 con un primer grupo de trabajo asociado al Servicio Europeo de Acción Exterior, o European External Action Service (EEAS) en inglés.

Tras un informe preliminar publicado en marzo de 2015 y realizado por más de 30 expertos, como periodistas, organizaciones, plataformas, académicos y verificadores de hechos, el siguiente gran paso se produce entre noviembre de 2017 y febrero de 2018 con una consulta pública para que tanto ciudadanos europeos como periodistas, abogados y juristas compartan su experiencia relacionada con las noticias falsas y la desinformación. La campaña se publicitó en redes sociales e internet e incluso contó con su propia etiqueta o hashtag, #TackleFakeNews.

También se lanzó un Eurobarómetro en 2018 centrado en el tema. Vía telefónica, se consultó a más de 26.000 ciudadanos y los resultados reflejaron datos tan claros como que “el 83% de encuestados consideran las noticias falsas un peligro para la democracia” o que “el 37% de encuestados se encuentran con noticias falsas a diario”. En la misma encuesta se concluía que “los principales responsables para parar la difusión de noticias falsas” son los periodistas (45%), las autoridades de cada país (39%) y, en tercer lugar, los dueños y gestores de la prensa y de los medios de comunicación (36%).

Con toda esa información, el grupo de expertos de la Comisión Europea definió cuatro principios para guiar las acciones que hagan frente a la desinformación o fake news: “mejorar la transparencia en cuanto a cómo se produce y patrocina la información, que haya diversidad de información, que la información sea creíble y proponer soluciones inclusivas con una amplia participación de las partes interesadas”.

El Código de Buenas Prácticas

¿Todo esto cómo se traduce? Una de las primeras medidas fue crear e impulsar un Código de Buenas Prácticas, tal y como comentamos al principio de este artículo. Entre otras medidas, se trata de garantizar la transparencia del contenido patrocinado, en especial el de tipo político, perseguir las cuentas falsas en redes sociales y garantizar que se priorice la información “relevante, auténtica y fidedigna” tanto en buscadores como en fuentes de noticias y otros canales para clasificar o difundir información de manera automática.

Entre los nombres que firmaron este Código destacan grandes de internet como Facebook, Google, Twitter o Mozilla: el mayor buscador a nivel mundial, Google, dos de las principales redes sociales, Facebook y Twitter, y el desarrollador de uno de los navegadores web más usados, Mozilla Firefox.

A su vez, Facebook es dueña de Instagram y WhatsApp, dos canales de difusión de noticias cada vez más populares. Y por parte de Google, además de su función de buscador es el responsable de Google Chrome, el navegador más popular en todo el mundo, así como de YouTube, otra gran fuente de información y Google News, no disponible en España pero sí en la mayoría de países europeos.

El Observatorio de desinformación

Otra de las medidas de la Unión Europea para vigilar la desinformación es crear el SOMA, acrónimo de Social Observatory for Disinformation and Social Media Analysis, lo que en español viene a ser Observatorio Social para la Desinformación y el Análisis de Redes Sociales.

Más conocido como European Disinformation Observatory o directamente SOMA, este proyecto está financiado en parte por la Unión Europea y en parte por las organizaciones asociadas y que durante años han trabajado en la lucha contra la desinformación por separado.

Tal y como reza en su página oficial, el objetivo del SOMA es “apoyar a los expertos en su trabajo contra la desinformación proporcionándoles una infraestructura útil y conexión con una amplia comunidad de expertos para colaborar en tareas específicas”.

Más propuestas

Además de todo lo explicado, La Unión Europea tiene otros proyectos para velar por la información y detectar las noticias falsas antes de que se propaguen. Un ejemplo de proyecto a nivel interno es el Sistema de Alertas Rápidas o Rapid Alert System, cuyo propósito es vigilar y detectar desinformación que afecte a las instituciones o a miembros de la Unión Europea.

La idea es crear equipos en cada país miembro que se comuniquen entre sí en caso de detectar campañas de noticias falsas y se pueda realizar una respuesta rápida para evitar la propagación de bulos, mentiras y noticias falas de manera interesada. También se pretende compartir buenas prácticas con otras organizaciones internacionales.

Otra propuesta consiste en fomentar la detección de desinformación desde la escuela promoviendo el consumo activo de información por parte de los estudiantes. En ese sentido, en futuras ediciones de las pruebas PISA de la OCDE incluirán preguntas relacionadas con la desinformación, algo todavía por concretar.

En definitiva, estos y otros proyectos relacionados pretenden que dentro y fuera de la Unión Europea, la información sea de calidad y la difusión de las noticias falsas y la desinformación sea más complicada gracias al papel colectivo de instituciones, medios de comunicación, periodistas y consumidores de información.

Pero hay más. En francés, existe desde 2016 el portal Les Décodeurs de l’Europe, respaldado por la Comisión Europea y que tiene como propósito principal “proporcionar respuestas a preguntas explicando de forma sencilla, accesible, verificable y con un toque de humor qué es y qué hace realmente la Unión Europea”.

Y en inglés también encontramos iniciativas como EUFACTCHECK, un proyecto respaldado por el Consejo de Europa y creado por la European Journalism Training Association. ¿Su objetivo? Rebatir las noticias falsas o fake news y dar herramientas a medios y periodistas a combatir la desinformación de forma activa.

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