Si en el siglo XXI a veces cuesta imaginar a las mujeres desempeñando trabajos “de hombres”, hacerlo en una época tan lejana como el antiguo Egipto es casi impensable. De hecho, según los registros y hallazgos arqueológicos obtenido hasta el momento, solo existen siete ocupaciones que solían desempeñar las egipcias, más allá de las tareas propias del hogar y la crianza de los hijos: sacerdotisas en templos dedicados a diosas, cantantes, músicas, bailarinas, plañideras, tejedoras en los talleres de costura de la aristocracia y comadronas.

Por eso es tan curioso el descubrimiento realizado recientemente por un equipo de científicos de la Universidad de Alberta, en Canadá. En su estudio, publicado en Bioarchaeology of Marginalized People, describen el hallazgo de los huesos de una mujer que posiblemente trabajaba en una profesión para la que hasta el momento no se conocía ninguna representante femenina. Y todo ha podido revelarse gracias a sus dientes.

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Los huesos de la mujer, que murió con más de 50 años en algún momento entre 2181 y 2055 antes de Cristo, se encontraban en la necrópolis de Mendes, excavada en los años 70. La forma de enterramiento delata que debía ser una persona muy respetada, pues se encontraba en un ataúd de madera forrado con juncos, junto a varios objetos de valor, como un espejo de bronce, pan de oro y vasijas de alabastro. Pero eso no era lo más interesante. Al fin y al cabo, muchas mujeres nobles eran enterradas incluso con más honores que esta.

La verdadera sorpresa estaba en sus dientes, ya que de las 1070 piezas dentales halladas en los 92 esqueletos de la necrópolis solo los suyos mostraron tener unas curiosas marcas, al ser observados bajo un microscopio de barrido. Concretamente, los dos incisivos centrales superiores-lo que comúnmente llamamos paletas-tenían un desgaste muy intenso en forma de cuña y, además, otros catorce dientes mostraban abrasiones horizontales aplanadas.

La primera marca se corresponde con otras señales similares, halladas en dientes de artesanos de otras culturas. El motivo es que utilizaban los incisivos para cortar algunos materiales vegetales, como las cañas. En el caso de la mujer egipcia, se trataba de Cyperus papyrus, un junco acuático que crecía en abundancia en aquella época en la zona en la que se encontró el cuerpo. Del papiro se obtenía material para la fabricación de todo tipo de objetos, desde papel hasta cajas y cestas, pasando por sandalias, cortinas y tapetes.

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En cuanto a la abrasión de lado a lado, parece ser el resultado de un cepillado frecuente sobre los dientes. Según las pruebas halladas hasta el momento, los egipcios no eran muy propensos a tener una buena higiene bucal, como se deduce de la gran cantidad de pruebas de placa o pérdida de piezas dentales. Sin embargo, una persona que trabajaba utilizando los dientes para cortar las plantas utilizadas como materia prima necesitaba tenerlos sanos y fuertes, de ahí que fueran de las pocas personas que optaban por cepillarlos. Todo parece cuadrar

En definitiva, este esqueleto muestra que en arqueología, como en tantas otras disciplinas, jamás se debe dar nada por sentado. Los huesos dan muchas sorpresas y, además, a estas alturas deberíamos tener claro que no existen trabajos de hombre o de mujer. Solo existen los trabajos.

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