Days Gone llega como el primer exclusivo de Sony del año. Una suerte de combinación de algunas de las mejores mecánicas que funcionan en los mundos abiertos y con un apartado narrativo bastante superior a lo que estamos acostumbrados en un sandbox.Parecía que la generación actual de consolas se había olvidado del Zombie, pero en el tramo final ha vuelto a ser un tema candente. World War Z, el presente Days Gone y el futurible The Last of Us 2 están en la recta final para poner sobre la mesa que el género no está saturado. Lo cierto es que entre estos tres contendientes, es Days Gone el que ha sabido combinar algunos de aspectos más representativos de los videojuegos más exitosos: un mundo abierto por explorar, una narrativa guiada y un completo sistema de habilidades con toques de RPG, seña de identidad ya de los exclusivos de Sony, como los recientes God of War y Horizon Zero Dawn.

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Es precisamente, como punto de partida, el planteamiento que ofrece Days Gone de antemano: reunir lo mejor del género de los videojuegos con un bonito envoltorio y un apartado narrativo que, con los altibajos propios de un mundo abierto, propone una sucesión de chiclés bien construidos. Es propicio decir que estamos lejos del mejor exclusivo de PS4, pero lo cierto es que cumple con la mayoría de los requisitos que un jugador exigente pondría encima de la mesa, y no hace más que evocar, no sabemos si como una suerte de homenaje, a lo granado de los videojuegos modernos, del cine y la televisión, y de la literatura.

Es lógico pensar que, sin entrar de momento en materia, Days Gone se las ingenia para ir subiendo el nivel conforme avanzan las horas. De un punto de partida que, aunque puede puede dar sensación de cierta pereza inicial viendo lo que tenemos por delante, se las sabe arreglar para que su personalidad tape cierto de los problemas que irremediablemente arrastra consigo el mundo abierto, el crafteo y la falsa sensación de exploración de este tipo de mundos abiertos.
Y es que aunque pueda parecer a simple vista que el juego no innova y no sabe arriesgar en su propuesta, lo cierto es que los pocos matices que Blend Studio ha añadido al clásico antihéroe recadero, y las mecánicas del motero, saben dotar al juego de una fórmula propia que hace que queramos profundizar en la historia de Deacon St John. Al final lo que importa es más el viaje que el equipaje, y en este caso, el viaje de nuestro protagonista para encontrar la redención en un mundo desprovisto de toda esperanza es razón suficiente para subirnos a la moto y mirar al futuro. Y masacrar algunas hordas de zombies por el camino.

Ponerse a los mandos de Days Gone resultó inicialmente de una sensación extraña. Parecía que el nivel de los exclusivos de Sony había ido de menos a más y que el título de Bend Studio llegaba de soslayo y sin hacer mucho ruido para matar el tiempo entre God of War y The Last of Us 2, con Spiderman en forma de aperitivo de por medio. No estaba, por tanto, todo a favor del jugador con el planteamiento inicial del motero-masacra-zombies.

En primer lugar, por parecer una apuesta menor de la casa. Otra iteración generalista y manida del género del sandbox con el único sello indentificativo de contar como exclusivo de Sony y lo que eso supone para el lanzamiento del juego, y en segundo lugar porque llega justo en el punto en el que Sony parece ya estar mirando al futuro brillante que el augura la próxima generación de consolas y dejando sus baluartes presentados y no lanzados para su estreno.

Puede parecer egoísta pensar que un juego como Days Gone cerraría el epílogo de la novena generación de consolas habiendo tenido entre las manos God of War o Bloodborne, pero en esta ocasión, como suele ser habitual cuando juzgamos las apariencias, nos habíamos equivocado a la hora de considerar a Days Gone una apuesta sin importancia y de relleno para un catálogo de exclusivos sobresaliente. Huelga de decir que, pese a que no estemos ante uno de los mejores títulos de la consola de Sony, lo cierto es que resulta lo suficientemente competente como para que se haya ganado el derecho de, si las cosas no cambian, cerrar la época dorada de la cuarta consola de Sony. Porque al igual que el mundo que nos presenta Days Gone, el juego está lleno de sorpresas que no parecen a simple vista.

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Tampoco debe esperar el jugador una obra cumbre de la generación en tanto que Days Gone sabe jugar a un doble juego que combina a la perfección la generalidad de ir del punto A al Punto B para hacer cualquier encargo menor y llenar el mapa de puntos de interés -que como todos los sandboxes, no son más que horas de relleno-, como contarnos una historia bien construida de amor, pérdida y redención. De amistad y traición. De violencia y camaradería. Es quizás esta fórmula la que lo eleva de lo que podría haber sido un juego mediocre que da más protagonismo al medio de transporte que a los propios iguales que pueblan el mundo, a un juego resultó que es en casi todos los momentos tremendamente divertido, y exigente y hostil como pocos mundos abiertos en los que nos hemos sumergido recientemente.


Quizás su ambientación, bastante variada en términos de escenarios, y con espacios igual de bellos que hostiles, tenga parte de la culpa de que el juego provoque una inmersión que pocas veces se consiga en un mundo abierto que simple vista reza carente de vida. Days Gone sabe combinar a la perfección bastas llanuras con zonas forestales tremendamente pobladas. Zonas industriales con pequeños asentamientos.

Campamentos militares con asentamientos improvisados. Todos estos contrastes son los que dan verosimilitud al conjunto y a su inmersión, y lo cierto es que junto con el sistema del clima y los ciclos de día y de noche, los escenarios nos dejan estampas espectaculares que invitan a explorar cada rincón del capeado, siempre eso sí disfrutando a medias: no sabemos cuándo una manadas de lobos o un horda de zombies va a romper nuestro climax con ese atardecer que vemos sobre una ladera subidos a la moto, y esta es, en parte, la magia del juego: la combinación tremendamente melancólica entre la belleza de la naturaleza y el contraste desgarrador del Apocalipsis.

La ambientación y los personajes son los dos nexos de unión que dan personalidad al juego, con el permiso de la moto, que en Bend Studio se han apañado para convertirla en un personaje más importante que, incluso, más exigente que nuestro protagonista: hay que repararla, repostar con ella e ir la mejorando constantemente, una mecánica muy acertada pero que para muchos será un dolor de cabeza en tanto hay situaciones en la que resulta más un lastre que una bendición, sobre todo en el segundo tercio del juego. La moto es sin duda uno de los elementos más importantes del juego y es quizás lo que salva parte de la monotoneidad de algunas de tareas repetitivas sí, pero también añade una capa extra de crafteo que en muchas ocasiones se hace algo pesada, sobre todo cuando estamos en medio de un desplazamiento hacia algún punto del mapa y tenemos que pararnos para buscar una lata de gasolina o un par de piezas para la moto.

El resto de elementos, que nos encontramos en todo estos tipos de juegos de acción de mundo abierto son suficientes y están bien trabajados. La exploración recompensa al jugador casi siempre con nuevas armas (aunque sean de mano) o materiales de crafeto, y cumplir las misiones aleatorias, como por ejemplo la limpieza de nidos de infectados generan punto de viaje rápido en el mapa, lo que se ve traducido en ahorros de tiempo.

El combate es muy satisfactorio, quizás más en el cuerpo a cuerpo que las armas de fuego (de las que no nos ha terminado de convencer el gunplay) y de este apartado de RPG básico de acción, los arboles de habilidad, aunque se agradece la posibilidad de especializar el personaje, se queda en segundo plano una vez adquiridas algunas de las habilidades más básicas y hace que nos podríamos olvidar de ello si el menú no nos lo recordase constantemente.

Sea como sea, las aproximadamente 38 horas que le hemos dedicado al juego nos han hecho cambiar de opinión, de una primera sensación de juego generalista y mediocre comparado con otros exclusivos, a un título que por derecho propio derrocha personalidad y buen trabajo en cada uno de los apartados, con una personalidad bastante marcada por sus personajes, valga la redundancia, y entre los que incluimos las moto.

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Conclusión

En términos generales, Days Gone cumple de sobra como lo que esperaríamos de un juego de mundo abierto pero queda algo lastrado por la magnitud y la excelencia de los otros exclusivos de Sony. Por sí mismo, es un juego bastante agradecido que invita a descubrir su universo y que combina algunas mecánicas bien trabajadas y unos personajes a la altura del conjunto.

Pese a que sus situaciones parten de una sucesión de clichés del género zombie, lo cierto es que funciona bastante bien como conjunto, que solo queda lastrado por algunas de las características implícitas a los juegos de mundo abierto, en los que la historia se diluye por dar más libertad al jugador para explorar el mundo. En definitiva, Days Gone cumple con su propuesta y divertirá a los fans de los juegos de acción y exploración de mundo abierto, y sobre todo, a los amantes de los juegos apocalípticos.

Pros

  • El apartado narrativo es superior a otros juegos de mundo abierto.
  • Muchas actividades para hacer.
  • La ambientación y el mundo a explorar.
  • Sistema de combate.

Contras

  • La mayoría de sus premisas las hemos visto en otros títulos
  • La moto, que funciona como una suerte de personaje, en muchas ocasiones es más un lastre que una ventaja.

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