¿Estamos solos en el universo? Esta es una pregunta que el ser humano se ha hecho durante cientos de años y que podría estar cada vez más cerca de tener una respuesta, gracias a experimentos como los realizados en el marco del proyecto de la Agencia Espacial Europea (ESA) y la rusa Roscosmos, BIOMEX.

Ha sido un proceso largo, que comenzó en 2014 con la colocación de varias muestras de diferentes seres vivos en los exteriores de la Estación Espacial Internacional (ISS por sus siglas en inglés), en la que continuaron hasta 2016. Desde entonces, los organismos supervivientes han sido analizados en la Tierra, señalando a claros candidatos a tener familiares ocultos en otros planetas, como Marte. Los resultados definitivos de estos experimentos se darán a conocer entre hoy y el viernes en una conferencia científica, pero ya se han publicado algunos estudios al respecto, en revistas como Astrobiology, en la que aparecieron algunas de sus conclusiones el pasado mes de febrero.

‘Bichos’ candidatos a ser marcianos

BIOMEX empezó el 18 de agosto de 2014, cuando los cosmonautas rusos Alexander Skvortsov y Oleg Artemyev colocaron cientos de muestras en un contenedor de experimentos en el exterior del módulo ruso Zvezda. En ellas había varios tipos de organismos terrestres primitivos, como líquenes, bacterias, musgos, algas y arqueas, todos ellos adaptados a vivir en ambientes muy extremos. Las arqueas, por ejemplo, habían sido aisladas del permafrost del Ártico y el resto de otros enclaves como la Antártida, los Alpes europeos o las tierras altas de las estepas de España. Además, también había algunas membranas celulares y pigmentos.

Algunos de los contenedores se colocaron en una zona de la ISS en la que se reproducían las condiciones del planeta rojo, más que conocidas gracias al gran número de misiones que se han enviado hasta allí en las últimas décadas.

Pasado un mes, el 22 de marzo otros dos cosmonautas, Maxim Suraev y Aleksandr Samokutyayev, retiraron la cubierta protectora de los recipientes, dejando las muestras a merced de las condiciones extremas del espacio, entre las que destacan las grandes variaciones de temperatura y las intensas radiaciones ultravioleta.

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Permanecieron en esta situación hasta el 3 de febrero de 2016, cuando Yuri Malenchenko y Sergei Volkov aprovecharon un nuevo paseo por la Estación Espacial Internacional para colocar de nuevo la tapa y recoger las muestras, que serían enviadas a la Tierra junto al astronauta Tim Peake, en junio de 2016.

Desde entonces, los “bichos” supervivientes han sido analizados por científicos de 12 instituciones y tres continentes diferentes, junto a otros tantos, que se habían expuesto a cámaras de simulación marciana en el Instituto de Investigación Planetaria DLR y el Instituto de Medicina Aeroespacial de Colonia. De todas ellas han podido extraer información suficiente para redactar un total de 42 estudios, que se resumirán en la conferencia que se celebrará en estos días.

Con la mirada puesta en el futuro

Organismos como las arqueas se han posicionado como firmes candidatos a poder resistir las condiciones marcianas. Por eso, se han desarrollado instrumentos equipados con sensores capaces de detectar algunos de los productos de su metabolismo, de modo que las futuras misiones a Marte puedan identificarlos sin necesidad de contacto. Buen ejemplo de ello es el espectrómetro Raman, compuesto por un láser que hace vibrar las diferentes moléculas, permitiendo que se identifiquen a través de los diferentes patrones de vibración. Este será uno de los instrumentos estrella del rover Rosalind Franklin, que será enviado al planeta rojo por la misión ExoMars, de la ESA y Roscosmos, en 2020.

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Pero no solo las misiones a Marte se beneficiarán de los resultados obtenidos con BIOMEX, ya que otros objetos celestes, como una de las lunas de Saturno, Encélado, o dos de las de Júpiter, Europa y Gamínedes, cuentan con señales que apuntan a la posible existencia de agua en la que albergar organismos unicelulares como los que han participado en el proyecto.

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