Hace dos meses, el joven adolescente de Ohio Ethan Lindenberger pedía ayuda en Reddit para saber cómo podía acudir a vacunarse por su cuenta. Sus padres no habían permitido que se le administrara ninguna de las vacunas que le correspondían hasta entonces, por lo que decidió actuar a sus espaldas y pagárselas él mismo, una vez cumplidos los 18 años.

Con el tiempo su caso se ha hecho viral, apareciendo en medios de comunicación de todo el mundo, como ejemplo de lo peligroso que puede llegar a ser el modo de actuar de los antivacunas. Afortunadamente, Ethan no llegó a contraer ninguna patología, pero otros niños en su situación no han corrido la misma suerte y han terminado enfermando e incluso muriendo a causa de infecciones que a día de hoy son totalmente prevenibles.

La epidemia de los antivacunas

En 1998, el médico británico Andrew Wakefield publicaba en The Lancet un estudio en el que relacionaba la administración de la vacuna triple vírica con una mayor probabilidad de desarrollar autismo. La noticia cayó como un jarro de agua fría a padres de todo el mundo, que empezaron a dejar de vacunar en masa a sus hijos, por temor a que enfermaran. Al fin y al cabo, muchas enfermedades estaban casi erradicadas, gracias precisamente a las vacunas, por lo que parecía casi imposible contraerlas. Sin embargo, solo la viruela ha desaparecido completamente. Por eso, en el momento que una cantidad notable de personas dejan de vacunar a sus vástagos, estas infecciones vuelven a tener vía libre para su difusión. Esto es precisamente lo que ha ocurrido con enfermedades como el sarampión, que a finales del año pasado alcanzó el mayor número de casos en Europa del siglo XXI.

El fin de la polio se acerca, ¿pero cuántas enfermedades han desaparecido antes?

Unos años más tarde de la publicación de su estudio, Wakefield tuvo que retractarse, después de que se comprobara que se había llevado a cabo de forma fraudulenta, quizás con intereses económicos, pues había sido financiado por abogados pertenecientes a grupos antivacunas. Tras la noticia, se le retiró la licencia para ejercer la medicina en Reino Unido y numerosos investigadores de todo el mundo publicaron nuevos estudios, en los que se demostraba que las vacunas son totalmente seguras y no tienen absolutamente nada que ver con el autismo.

Sin embargo, la mecha ya se había encendido y apagarla totalmente se convirtió en una tarea que a día de hoy se sigue presentando complicada. Miles de padres, como los de Ethan, creen que pueden poner a sus hijos en peligro si los vacunan, por lo que toman la decisión de no hacerlo. En la mayoría de países no hay ninguna ley que les obligue, ni siquiera si es el deseo del hijo, por lo que este solo podrá ponerse las vacunas una vez superada la mayoría de edad. En cambio, en algunos lugares del mundo, como Australia, sí que se toman medidas al respecto, haciendo pagar a los padres una multa de 18 euros por cada dos semanas que tengan a los niños sin protección.

La importancia de proteger al grupo

Un mes después de su primera entrada en Reddit, el joven estadounidense publicaba una actualización en la que anunciaba que, gracias a los consejos de algunos usuarios y el apoyo de médicos y amigos, había conseguido vacunarse. A su padre no le importó, por ser mayor de edad, pero a su madre le pareció un poco peor la idea. De hecho, ha aparecido en algunos medios de comunicación manifestando su descontento y explicando que si decidieron no vacunarlo fue por su bien.

Ahora él está protegido, pero no sus hermanos pequeños. Esto es algo que preocupa especialmente a Lindenberger, como bien ha declarado en en una entrevista para BBC News: “Si contraigo la tos ferina, puedo superarlo porque soy mayor y tengo un buen sistema inmunológico. Pero, ¿quién puede decir que no toso a mi hermana de dos años? Es un pensamiento extremadamente aterrador".

Con este comentario hace referencia al fenómeno conocido como inmunidad de grupo. Hay individuos que no pueden vacunarse, bien porque alguna enfermedad mantenga su sistema inmunológico deprimido o bien porque aún no tengan la edad recomendada para hacerlo. Todas esas personas, y también los hijos de antivacunas, pueden enfermar al contacto con personas infectadas. Por eso es tan importante que quiénes cumplan los requisitos para su vacunación lo hagan, ya que se protegen a sí mismos, pero también a todos los que les rodean.

Con casos como este se confirma algo que todos deberíamos entender: que los padres que no vacunan a sus hijos también los quieren y creen que hacen lo correcto, llegando a enfadarse con ellos si se saltan el camino que se han empeñado en marcarles. Por eso es tan importante enseñar sin ridiculizar y mostrar que las mejores armas de la que disponemos para luchar contra muchas enfermedades son las vacunas. No se puede hacer frente a ellas con el miedo, ni al autismo ni a nada. La cautela sí, pero el miedo no ayudó nunca a ganar ninguna batalla.

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