Queda poco más de un mes para que el Mobile World Congress abra sus puertas en Barcelona. Un evento que, medido en cifras, supone un éxito para la ciudad y sus alrededores. 108.000 asistentes en la convocatoria del año pasado, invitados de 200 países y un impacto económico de 471 millones de euros, según las cifras publicadas por la organización.

Con estos números sobre la mesa, el interés de Barcelona por mantener la convocatoria del evento en su territorio año tras año, se convierte en algo esencial. Tanto para la alcaldía, como para la comunidad, la preocupación por que los resultados del evento tecnológico por excelencia sean los buscados si mide al milímetro.

Pese a todo, la celebración del evento no siempre ha sido como sus organizadores habían imaginado. Ante un evento importante, de calado mundial, cualquier atisbo de lucha por los derechos sociales del colectivo del momento tenía también fecha en esas jornadas. Repercusión mundial y facilidad para colocarse en los primeros puntos de la agenda del día de los políticos: esto es lo que ofrecen eventos como este.

Como no podía ser de otra manera, el Mobile World Congress lleva unos años enfrentándose a varias polémicas de puertas afuera de la Fira. 2014 y 2014 comenzaron con una perfecta armonía, para dar paso a un 2016 totalmente caótico.

tráfico
Atasco durante el Mobile World Congress en Barcelona, España. Fotografía por Quique Garcia/EPA

Con el metro a cuestas

La huelga de metro de 2016 consiguió su objetivo: bloquear el subterráneo de la ciudad y, por consiguiente, también sus carreteras. Los miles de asistentes al evento se encontraron atascos de horas simplemente para cruzar la ciudad. Meses antes del encuentro tecnológico, las reuniones entre el Metro de Barcelona y el área de Transporte Metropolitano de Barcelona terminaban sin un acuerdo.

La búsqueda de un nuevo convenio colectivo para el sector de los conductores de metro se estancaba y dibujaba un MWC complicado. A la lucha se unían los paros de autobús y tren. La única opción para moverse por la ciudad de Barcelona, amén de los servicios mínimos, era la del coche. Las administraciones incluso avisaban de que los transportes mínimos que debían trabajar por decreto, no llegarían a engullir la masa de pasajeros previstos.

Pasada la convocatoria de ese año, el metro aprovechaba el evento de 2017 para volver a la carga, con aviso incluído de los directivos del MWC: "Arreglen lo que tengan que arreglar". La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, se volvía a enfrentar a los conductores que, de nuevo, pedían un incremento de sus derechos laborales. La alcaldesa de Barcelona conseguía sortear con éxito la presión del sector del transporte subterráneo, mientras una nueva amenaza empezaba a tomar forma: el taxi. No se volvería a ver una polémica con el metro hasta principios de 2019, cuando a raíz de la crisis con el amianto en las instalaciones, afectando a cientos de maquinistas, el colectivo amenazaba con bloquear la actividad de la feria. No está claro, de momento, si habrá huelga o no, pero promete ser un Mobile complicado en lo que a transporte se refiere.

Toyota Prius taxi in Barcelona, Spain

La independencia y el taxi, las amenazas más acuciantes

La coyuntura empezó a asomarse a principios de 2017, justo cuando Cabify aterrizaba en la Ciudad Condal y la magnitud de las VTC empezaba a tomar tierra. Pero no ha sido hasta ahora cuando las presiones han tomado su verdadera forma. El taxi en Barcelona, después de cinco días de huelga indefinida, desconvocaba los paros. El comité de representantes llegaba a un acuerdo con la Generalitat sobre la propuesta de decreto ley que prometía el Govern. Pendiente de la aprobación definitiva, se aceptaba por ambas partes la hora previa de precontratación. De ese punto depende el bloqueo o no, por parte del taxi, del inminente Mobile World Congress. Y si no es por parte del taxi, será el colectivo de las VTC el que se manifieste contra la decisión del Gobierno de Cataluña.

A por el cuarto día de huelga de taxis entre negociaciones fallidas y querellas

Pero, sin duda, uno de los eventos que más ha puesto en jaque la celebración de la feria, ha sido la amenaza de la independencia. El tema por excelencia en 2018. Obligaba, incluso, a la cúpula directiva a dar su punto de vista para la continuidad del evento en próximos años –el contrato con Barcelona está vigente hasta 2023–. Avisaban de que Barcelona debía arreglar sus problemas de inmediato para no afectar a la celebración del mismo en próximos años: si la cuestión política de Cataluña empañaba o quitaba impacto al Mobile World Congress, este se marcharía a cualquier otro lugar.

Este 2019, parece ser que la cuestión independentista le cede el puesto a la batalla entre taxis y VTC, aliñada por las diferentes posturas políticas.

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