La interleucina 2 (IL-2) es una proteína de las conocidas como citoquinas, con un gran número de funciones dentro del sistema inmunológico. Es secretada por los linfocitos T después de que se reconozca la entrada de un agente extraño en el organismo, ya que se encarga de inducir la producción de otras células y sustancias inmunitarias, preparadas para luchar contra microbios o tumores. Además, también tiene una función muy importante en la diferenciación de células de memoria, que dotan al organismo de las armas necesarias para luchar contra una infección por la que ya ha pasado.

Para ejercer su función actúa tanto sobre las propias células que la producen como sobre otras adyacentes, pero siempre uniéndose a receptores específicos para ello. Si se vincula a los conocidos como receptores beta y gamma se potencia su actividad antitumoral, mientras que junto a los receptores alfa se generan consecuencias no deseadas, como toxicidad o inmunosupresión. Por este motivo, si bien esta proteína tiene un gran potencial como fármaco contra el cáncer, sus aplicaciones clínicas se han limitado a medida que se han ido conociendo sus peligrosos afectos adversos. De hecho, a día de hoy solo se utiliza como último recurso, en pacientes en los que ninguna de las demás opciones parece dar resultado, especialmente con melanomas o carcinomas de células renales.

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Esto ha llevado a que un equipo de científicos del Instituto de Diseño de Proteínas (IPD) de la Universidad de Washington desarrolle una proteína artificial que reúne los efectos beneficiosos de IL-2, pero sin causar apenas daños.

Dos proteínas en una

La nueva proteína, descrita en Nature como Neo-2/15, no recoge solo los beneficios de la IL-2, sino que también cuenta con algunas de las propiedades de otra citoquina, la IL-5, cuyo papel en inmunoterapias contra el cáncer está actualmente en estudio.

Pero esta no es la única ventaja con la que cuenta, si se comparan con intentos llevados a cabo por otros investigadores en las últimas décadas. Esto se debe a que en el pasado el objetivo era **alterar las interleucinas naturales, mientras que esta es totalmente sintética. Así se elimina un gran hándicap, ya que las interleucinas son muy poco estables, mientras que esta opción artificial se ha fabricado desde cero siguiendo los pasos necesarios para optimizar su estabilidad y actividad.

En definitiva, se trata de una proteína diseñada por ordenador para que se una a los receptores beta y gamma de células que luchan contra procesos tumorales, pero no a los alfa, por lo que se evita la aparición de toxicidad y otros efectos secundarios. Todo esto ha sido posible gracias al trabajo de Rosetta, un programa informático dedicado al diseño de proteínas.

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Las primeras pruebas con esta “proteína a la carta” se han llevado a cabo en modelos animales de laboratorio y los resultados han sido muy bueno, pues se ha conseguido estimular la activación de las células inmunitarias implicadas en la lucha contra células cancerosas, pero sin generar apenas efectos indeseados.

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