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A pesar de extenderse por todo el mundo, especialmente en estuarios salobres, mares tropicales y profundidades oceánicas, el gusano flecha es un animal de lo más enigmático. Se sabe que ya pululaba por la Tierra allá por el Cámbrico y que mantiene un gran parecido con diferentes grupos de animales de muy baja complejidad. Sin embargo, su lugar concreto en la historia evolutiva ha sido siempre un misterio.

Al menos lo era hasta ahora; pues, gracias a un estudio publicado hoy en Current Biology de la mano de investigadores del Instituto de Ciencia y Tecnología de Okinawa, algunas de las incógnitas que lo rodean comienzan a tener respuestas, que lo colocan en un lugar de la evolución muy diferente al que se sospechaba. Para ello fue necesario analizar las características de diez especies, extraídas de lugares tan alejados en el mundo como el océano Atlántico, el fiordo de Gullmar, en Suecia, el archipiélago de Amakusa, en Japón, y Marsella, en Francia.

Un animal de lo más peculiar

Los gusanos de flecha son llamados de este modo por su cuerpo, en forma de arpón. Constituyen el filo conocido como Chaetognatha, al que pertenecen más de doscientas especies, cuyo tamaño oscila entre un milímetro y doce centímetros. Todas tienen simetría bilateral; es decir, las partes duplicadas de su cuerpo se distribuyen de una forma equilibrada. Este es el caso de las mariposas o del propio ser humano. Constituyen uno de los componentes del plancton y se alimentan de copépodos o pequeños peces. En cuanto a su apariencia, la cabeza contiene dos ojos grandes y numerosas espinas, que utilizan para arponear a sus presas. Es especialmente relevante su mandíbula, compuesta por una matriz densa de proteínas y una sustancia fibrosa llamada quitina. Todos estos componentes se agrupan dando lugar a estructuras similares a cerdas, muy poco frecuentes en otros animales.

Deuterostomos o protoestomos, esa es la cuestión

En biología, se denomina clado a cada una de las ramificaciones que “nacen” de un antepasado común en el árbol filogenético. Estos investigadores pensaron que los gusanos flecha podrían pertenecer al clado Spiralia, compuesto por moluscos, anélidos, platelmintos y otros filos. Sin embargo, descubrieron que no se encuentran en este grupo, sino en un clado hermano.

Tradicionalmente una de las técnicas más utilizadas para clasificar animales ha sido comparar las características principales que poseen durante su desarrollo temprano, por lo que estos investigadores se centraron en ello. Así, comprobaron que en este punto poseían grandes similitudes con dos supergrupos: los deuterostomos y los protoestomos. Ambos coinciden en que tienen un intestino alargado que recorre todo su cuerpo, pero presentan una gran diferencia en él, ya que en los primeros se forma de abajo a arriba, mientras que en los segundos nacen en la boca y se extiende hasta la cola. En el caso de los gusanos flecha, este se forma del mismo modo que en los deuterostomos, de ahí que tradicionalmente se enlgobe en este grupo. Sin embargo, según estos investigadores, posee más similitudes con los protoestomos, tanto a nivel morfológico como genético.
Además, tienen un gran parecido con los rotíferos, un grupo de animales protoestomos microscópicos, cuya mandíbula presenta una estructura de cerdas que recuerda a la del filo Chaetognatha.

La teoría de la evolución, explicada a principiantes

Este estudio resulta muy revelador, pero no solo por colocar a estos gusanos en su lugar dentro de la historia evolutiva, sino porque contradice la creencia de que organismos complejos evolucionaron a partir de ancestros simples al adquirir nuevos rasgos a lo largo del tiempo. Se puede llegar a esta conclusión por el hecho de que, a pesar de ser depredadores y cazadores, con un sistema nervioso bastante complejo y órganos sensoriales bien desarrollados, se clasifican junto a organismos mucho más simples.
Aún falta mucho por estudiar al respecto, especialmente a nivel genético. Por ejemplo, estos científicos esperan poder establecer cuáles son los genes involucrados en el desarrollo de su mandíbula. De cualquier modo, sus conclusiones suponen un paso de gigante en el conocimiento de este “bicho raro”, que desde ahora se ha convertido en un poquito menos raro.

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