Apenas quedaban unos días para la llegada de 1984, año con el que George Orwell había titulado a su distopía 35 años antes, y el periódico Toronto Star le pidió al escritor de ciencia ficción Isaac Asimov que diera su visión del futuro.

Asimov se preparó para hablar sobre cómo imaginaba el futuro, un ejercicio diferente al que estaba acostumbrado a hacer con sus novelas, que plantean futuros con muchos más robots de los que tenemos realmente. Eligió el año 2019 porque también había 35 años vista, el tiempo suficiente como para que la sociedad cambie y evolucione. También el tiempo necesario para que aparezcan nuevas tecnologías. El escritor acertó en muchos de los aspectos que pronosticó. Dio en el clavo al hablar de la exploración espacial, los hábitos de trabajo, la educación –llegó a decir que uno mismo podría aprender solo dónde y cuándo quisiera, ¿estaba prediciendo Internet? Hay quien piensa que sí–, e, incluso, habló de un "objeto móvil computerizado". De hecho, sobre este objeto hay quien piensa que se refería a los ordenadores portátiles, aunque otros apuntan a que eran, más bien, los smartphones. Quisiera hablar de uno u otro, también acertó en esto: portátiles y móviles facilitan nuestro día a día y ya no concebimos nuestras rutinas sin ellos.

Sin embargo, no todo podía ser perfecto en las predicciones de Asimov. Es más, uno hubiera esperado que sus aciertos hubieran estado mucho más limitado, pero no. El gran error del escritor fue sobre la Luna y una posible estructura gracias a la que conseguiríamos más energía solar.

Aburridos y rodeados de tecnología: así se imaginó Isaac Asimov el año 2014 en 1964

Base lunar

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NASA

Para Asimov, en este 2019 ya tendríamos una base instalada en nuestro satélite y no sería "solo estadounidense, sino una fuerza internacional de cierto tamaño", apuntaba en el artículo. No obstante, la realidad es bien distinta. Hemos vuelto a la Luna, sí. Incluso en los primeros días de este año el explorador chino Chang'e 4 se ha posado por primera vez en la cara oculta del satélite, todo un logro.

Sin embargo, todavía no hay noticias sobre una base lunar. Bien es cierto que las agencias espaciales se lo están planteando, incluso la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés) tiene un plan para ir a la Luna y construir una base en la que poder llevar a cabo experimentos, pero no solo estaría limitado a esto, también las industrias serían bien recibidas, tal y como señaló a Hipertextual hace unos meses el director del grupo internacional de exploración de la Luna de la ESA Bernard Foing.

¿Cómo podríamos vivir en la Luna?

Los europeos no son los únicos que sueñan con una base lunar. De hecho, la agencia china anunció este mismo miércoles que habrá más misiones Chang'e y la octava tiene como objetivo probas las tecnologías necesarias para asentar una base en nuestro satélite. También Trump quiere que la NASA prepare todo para construir una base en la Luna. Plantean la idea de volver a nuestro satélite con la intención de que sea un campo de pruebas para ir más allá, a Marte. La Luna puede ser un buen lugar para entrenar y ver cómo nos iría en el planeta rojo. Pero hasta ahora no se ha marcado ninguna fecha en el calendario, por lo que esta idea es, todavía, solo eso, una idea.

Dominio de la energía solar

El uso de recursos fósiles como principal fuente de energía para la humanidad ya era un problema cuando el escritor se sentó a hablar sobre cómo imaginaba 2019. Por eso añadió qué tipo de energía sería, probablemente, la que usaríamos. Pero se equivocó, aunque la idea es interesante: construir una estación de energía solar que permita captar energía y, después, enviarla a la Tierra. "Una de esas estructuras que, muy posiblemente, podría completarse para 2019 sería el prototipo de una estación de energía solar, equipada para recolectar este tipo de energía, convertirla en microondas y transmitirla a la Tierra", apuntaba el escritor.

Pero la realidad no es tan alentadora, por desgracia todavía no contamos con la tecnología necesaria para enviar esa energía. Además de que se presenta otro problema: el día y la noche en la Luna no son como en nuestro planeta. La luz y la oscuridad se reparten en su superficie durante catorce días seguidos. Así pues, habría casi dos semanas en los que la Tierra no recibiría energía para poder funcionar.

Esta estructura, por tanto, no podría estar en la Luna. Y da la casualidad de que Asimov no es el primero en pensar que la energía solar se puede captar en el espacio y usarla en nuestro planeta. En los años sesenta se planteó una teoría que ayudaría a encontrar vida inteligente fuera del sistema solar: las esferas de Dyson. Se plantea que una civilización inteligente usaría megaestructuras para usar la energía de su estrella en su propio planeta. Aunque no es exactamente el mismo planteamiento que el de Asimov, estas estructuras de grandes dimensiones tampoco serían rentables para enviar la energía a la Tierra.

"No veo ninguna ventaja en poner paneles solares en el espacio respecto a ponerlos en Tierra", comenta Héctor Socas-Navarro, investigador del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC). "En el espacio la cantidad de energía solar que nos llega es de unos 1,360 vatios (W) por metro cuadrado. En tierra es un poco menos porque la atmósfera absorbe algo pero no demasiado. Nos llegan unos 1,000 W por metro cuadrado. Por tanto, incluso un panel de eficiencia perfecta solo permitiría obtener un 36% más de energía en el espacio que en tierra. A cambio de ese 36% más tienes un problemón que resolver: cómo bajar esa energía. A día de hoy no tenemos ninguna forma viable de transferirla", apunta el investigador del IAC.

Pero ¿no hay ninguna solución? ¿Seguro que no es rentable? Por el momento no parece que tengamos una solución para esta posible fuente espacial de energía: "Un megacable del espacio a la superficie no parece realista y transmitir un haz superenergético, aparte de que no tenemos esa tecnología, sería bastante peligroso para cualquier cosa que se interpusiera en el haz. Incluso la propia atmósfera podría representar un problema, dependiendo de cómo se hiciera. Por tanto a día de hoy no parece que salga a cuenta poner centrales en el espacio salvo que sea para abastecer instalaciones en el propio espacio", concluye.

Lo más bonito de esta idea de Asimov es que buscaba una solución para conseguir la paz en el mundo ya que el prototipo que planteó no sería propiedad "de ninguna nación, sino del mundo en general" y garantizaría la "paz mundial" y la "cooperación continua entre las naciones". "Solo si las naciones permanecen en paz y trabajan juntas, esa guerra sería simplemente impensable", afirmó el escritor en su artículo.

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