A menudo los medios de comunicación muestran la devastación causada por huracanes y otros desastres meteorológicos a través de la imagen de amasijos de escombros, rocas y barro sobre las zonas afectadas. Sin embargo, en muchas ocasiones la mayor prueba del horror que suponen estos fenómenos está en lo que no se ve. Esa debió ser la sensación que experimentar los científicos de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de EE UU (NOAA) cuando al inspeccionar las imágenes de satélite tomadas sobre el atolón French Frigate Shoals- en Hawái-, después del huracán Walaka, comprobaron que una de sus islas ya no estaba. El mar se la había tragado.

El huracán Leslie: otra consecuencia del cambio climático

Se trata de la conocida como Isla del Este, una pequeña masa de tierra de aproximadamente un kilómetro de largo y 120 metros de ancho, que servía como zona de cría tanto para la foca monje como para la tortuga marina verde, ambas especies en peligro de extinción.

Afortunadamente, no ha habido que lamentar la pérdida de ninguna vida humana y en el momento que tuvo lugar el desastre ni la población de focas ni la de tortugas se encontraban ya en la isla. Sin embargo, el lugar seco y seguro que elegían para traer a sus crías al mundo ya no existe fuera del agua. Y esa es una noticia muy triste.

Animales que, aunque no lo parezca, están en peligro de extinción

Crédito: FWS

Un desastre que se veía venir

Según el experto en clima de la Universidad de Hawái Chip Fletcher, la desaparición de la Isla del Este era un desastre que se veía venir, en base al ritmo al que evoluciona el cambio climático. Sin embargo, no esperaba que ocurriera tan pronto, sino aproximadamente en veinte años, cuando el aumento del nivel del mar terminara engulléndola. Finalmente ha ocurrido mucho antes a causa de un huracán, alimentado por los efectos resultantes del calentamiento global. Aunque haya sucedido antes de lo esperado, la razón no deja de ser la misma.

La isla desaparecida pertenece al Monumento Nacional Marino de Papahānaumokuākea. Esta zona fue catalogada como área protegida en 2006, convirtiéndose en la tercera área de este tipo en el mundo, además de la más grande. Cada año era elegida por las hembras de foca monje para tener a sus crías y también por las tortugas verdes marinas, que anidaban y desovaba en su arena. Todo esto convierte lo ocurrido en un gran desastre ecológico, que aún está siendo investigado tanto por la NOAA como por el Servicio Federal de Pesca y Vida Silvestre (FWS) de EE UU.

Más de un siglo de calentamiento global, en un minuto

El huracán Walaka ha sido el ciclón tropical más fuerte generado en el Pacífico desde 2006. Ha llegado a alcanzar la categoría 5, con un registro de vientos por encima de los 250 kilómetros por hora. Sus devastadores efectos ya se preveían antes de su llegada, por lo que un equipo de científicos que se encontraban estudiando la zona fue evacuado antes de su llegada, salvándose del desastre que estaba por llegar. Las imágenes de satélite superaron cualquier sospecha que se pudiese tener sobre las consecuencias de la catástrofe sobre la isla; aunque, según advertían hace unos días científicos de la NOAA y el FWS, sería necesario acudir hasta allí para confirmar que toda la superficie de la isla se encuentra sumergida. Por eso, el pasado fin de semana sobrevolaron la zona y tomaron unas fotos que están siendo analizadas ahora mismo. Qué ocurrió exactamente y cómo pudo terminar la isla bajo el agua es algo que no se puede saber con exactitud, del mismo modo que también se desconoce si en algún momento llegará a emerger. Lo que está claro es que las consecuencias del cambio climático están dándose mucho más rápido de lo predicho por los científicos y que si no se hace nada por pararlo otras muchas islas, incluso más grandes que esta, podrían tener el mismo destino durante los próximos años. Resulta escalofriante solo imaginarlo.

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