Desde que sustituyeran los Nexus por los Pixel, Google no ha conseguido dar a esta línea de teléfonos la relevancia que se merecen. Hasta ahora, han estado lejos de ser 'redondos'. Suma a eso unos precios altos y sistema de distribución poco desarrollado y se entiende que sus ventas no terminen de despegar.

Los Pixel 3 son un golpe sobre la mesa en toda regla. Mucho más que nunca, su producto acerca lo que se da con lo que de ellos se espera: calidad y competitividad. Por fin podemos mirar a estos teléfonos sin encontrar ese gran y obvio 'pero' que les ha acompañado en generaciones anteriores, y los aproximaba demasiado al descarte.

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La relevancia de los Pixel

Por descontado que los nuevos Pixel no son tampoco baratos, aunque mejoren su propuesta. Y está por ver si la distribución mejorará sustancialmente frente al pasado año —apenas 13 países los recibirán en su lanzamiento. Es por tanto que podríamos esperar un alcance mayor esta vez, pero tampoco me arriesgaría apostar todo a que serán un éxito de ventas. Ni siquiera en relación a sus propios números.

Y aunque no lo fueran, en cierto sentido, da igual. Google ya ha ganado con los Pixel 3. Quizá lo sea algún día, pero el negocio del hardware ni es ni tiene pinta de ser a medio plazo central para ellos. La empresa del buscador ya apunta maneras hacia algo que solo Apple tenía en la industria móvil, control sobre el hardware y el software. Y está empezando a dar sus frutos.

Google Pixel 3 y Pixel 3 XL: la magia vuelve a estar en el software

Algo que ya sabes es que su negocio central es el de la publicidad. Google necesita que uses sus aplicaciones para obtener datos que poder utilizar para que terceros te vendan productos. Para ellos, los usuarios atados al ecosistema de Apple son una suerte de caja negra con gran capacidad adquisitiva, donde sus ojos no alcanzan a ver. Por supuesto, difícilmente iba alguien a dejar su iPhone por un teléfono que es casi-pero-no tan bueno como el que ya tiene. Ha de ser capaz de cuestionarlo al completo. Con ambición.

La cámara de los Pixel ha conseguido colarse en varias generaciones en la cima de todas las comparativas móviles, disputando de facto el trono al iPhone. Este año se repite la hazaña, sumando una construcción a la altura y solucionando las duras críticas en un aspecto tan clave como la calidad de las pantallas. Pero faltaba algo más: la seguridad.

Titan M pone nombre a un nuevo y más alto estándar de seguridad

Google tiene todavía otro prejucio que romper —no tan equivocado, por cierto, en términos generales. Es el de que tener un Android implica unos estándares de seguridad cuestionables. Sí, los parches de seguridad están ahí, cuando y mientras llegan, pero este año han decidido subir el nivel al respecto. Los Pixel 3 y Pixel 3 XL incorporan el Titan M, un nuevo chip dedicado a proteger la integridad de nuestro teléfono y sus datos. Se trata de un módulo de procesamiento que recoge algunas de las capacidades de sus propios servidores en la nube. Obviamente en formato más reducido, de ahí la M.

Este diminuto chip cuenta con un núcleo Cortex M3 y una pequeña memoria, lo que le permite tomar las riendas de la seguridad de forma aislada en los siguientes ámbitos:

* Gestor de arranque: verifica que el sistema operativo no ha sido modificado o 'desactualizado' a una versión con errores de seguridad ya parcheados.
* Desbloqueo y cifrado del teléfono: previene los ataques de fuerza bruta, al imponer un límite por hardware de intentos de contraseña fallidos. La contraseña de desbloqueo se verifica en este chip. Además, evita que un ataque al procesador principal pueda comprometer el cifrado del dispositivo, al ser independiente.
* Transacciones, ahora más seguras: Android 9 permite a las aplicaciones de terceros almacenar sus claves en este chip dedicado, asegurando que es el usuario quien verifica los pagos
* Resistencia a ataques internos: imagina que alguien consigue a Titan M, donde están almacenadas tus claves y del que depende la seguridad de tu teléfono y sus servicios, y quiere modificar su funcionamiento para extraer tus claves o instalar software malicioso como parte del firmware del teléfono. Esto no puede hacerse sin que el usuario introduzca su clave manualmente. Si se fuerza su modificación (que es lo que hacen al restablecer tu teléfono de fábrica, por ejemplo), los datos se autodestruirán.

Google sabe el impacto que tiene este pequeño chip en la percepción de los usuarios. No es la primera vez que usa un sistema de este estilo, pero sí la primera vez que le pone nombre. Además, sube el nivel haciendo público su firmware de forma que la comunidad de desarrolladores pueda aduditarlo y reforzar así la confianza.

 Rompiendo prejuicios

Los nuevos Pixel no son perfectos, pero ya son algo más que unos buenos teléfonos como otros tantos. Apuntan a lo más alto en demasiados aspectos, consiguiéndolo en solo unos cuantos -e incluso dando cancha a la aspiración. Fotografía computacional de altura —¿qué vendrá cuando decidan poner doble cámara?—, aplicaciones de IA que realmente facilitan tu vida, una construcción realmente sólida e incluso un entorno de seguridad infranqueable son argumentos que llegan a hacer demasiado ruido como para obviarlos.

A finales de 2018, Google tiene entre manos no solo un nuevo par de teléfonos, sino un arma infalible para acabar con los prejuicios que sobrevuelan su plataforma desde hace demasiados años. En definitiva, hoy es más patente que nunca que los fabricantes Android tienen un espejo en el que mirarse y una vara donde medirse. Los desarrolladores saben que sus aplicaciones han de funcionar en teléfonos de distinto tamaño, de distintos formatos, con 'notch' y sin él. Y los usuarios tienen en los Pixel no sólo una opción tan completa como el iPhone; ahora saben que es posible hacer las cosas bien más allá de Apple, aunque finalmente no los compren.

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