2001: Una odisea del espacio, celebra este año su 50 aniversario. La obra maestra de la ciencia-ficción de Stanley Kubrick se estrenó en abril de 1968 y unos meses más tarde, en octubre, se comenzó a proyectar fuera de Estados Unidos, incluyendo España y América Latina.

Quizá sea la película que más lecturas ha dado por las interpretaciones que queremos darle a su famoso Monolito, su contenido filosófico, y las preguntas que deja abierta después de cada visionado. Sin embargo, si algo está claro es que esta película cambió para siempre la ciencia-ficción y sobre todo modificó la impresión que se tenía de este género en el cine. Y esto se consiguió sin que se mostrara ni un solo alien en pantalla a pesar de que lo extraterrestre tuviera un peso primordial en la trama.

En 2001 es cierto que vemos artilugios extraterrestres (el Monolito), naves espaciales de distintas formas, e incluso esa versión del superhombre evolucionado que tanto tuvo que impresionar a los primeros espectadores, pero no hay representación alguna de formas de vida no terrícolas; aunque esto no quiere decir que Kubrick no quisiera hacerlo y peleara por buscar una forma creíble de mostrar a sus supuestos aliens hasta el final del rodaje de su película. El director intentó a lo largo de la producción buscar la forma de representar a los 'visitantes', lo que habría significado hacerlo mucho antes que otras películas hoy míticas por ello, como Encuentros en la tercera fase (1977) o E.T. (1982). La idea no se llevó a cabo por la falta de efectos especiales realistas y de una solución satisfactoria. Pese a esto, por el camino quedaron varios bocetos interesantes sobre cómo Kubrick imaginaba los extraterrestres que quería que aparecieran en 2001.

Primeras ideas: del Diablo a Giacometti

La producción de 2001 ha dado para tantos comentarios y libros como casi las interpretaciones que generó la película. El proyecto, surgido de forma inicial como adaptación del relato El Centinela de Arthur C. Clarke, involucró en un primer momento al escritor codo con codo con Kubrick en el guion de la obra. Una relación que se acabaría enfriando por las diferencias de opinión entre los dos creadores.

Años después del lanzamiento de la película y el libro, Clarke publicó a modo de diario otro escrito titulado The Lost Worlds of 2001, donde narraba todas las ideas desechadas durante el arduo trabajo de guion. En sus páginas se pueden entrever varias notas que concluyen que la idea original de Kubrick era mostrar a los extraterrestres, y que en un primer momento estos iban a tener una apariencia muy similar a la humana, según recogía el escritor en una nota de 1965:

“Tengo una idea que creo que es crucial. Las personas que conocemos en el otro sistema estelar son seres humanos que fueron recolectados de la Tierra hace cien mil años, y por lo tanto deben ser prácticamente idénticos a nosotros”.

Pero esta idea de la apariencia humana, o muy cercana a ella 'a lo Spock', se acabó desechando para dar paso a otras. Según recoge también el propio Clarke así como en el libro The Making of Stanley Kubrick’s 2001, Kubrick comenzó a perseguir la idea de representar a los extraterrestres como el escritor los describía en su relato El fin de la infancia, otra obra que también tendría peso en la película. En esta historia, una raza invasora toma el control de la Tierra y la humanidad, pero no para destruirla, sino para elevarla a un nivel superior. Sin embargo, el aspecto de los extraterrestres impacta a los humanos cuando los ven por primera vez, ya que tienen la semblanza típica del diablo: grandes bípedos con pezuñas, cuernos y un color rojizo. A Kubrick al parecer le atraía la idea de producir el mismo impacto sobre los espectadores. Pensémoslo: ¿y si los extraterrestres que impulsan a la humanidad con sus monolitos en 2001 son iguales que el demonio? La idea, demasiado atrevida quizá, también acabó siendo apartada, aunque no sin antes dejar algunos bocetos en forma de esculturas de caucho similares a gárgolas deformadas que fueron realizadas por Christiane, la esposa de Kubrick.

No está claro si estas esculturas tenían el objetivo de ser mostradas en la película como tal, o eran simples ensayos hacia la forma de los posibles extraterrestres, que como vemos cada vez se alejaban más de su forma humanoide. Lo que sí que recogen estos libros es que a mediados de 1966, con el rodaje ya avanzado, se comenzaron a estudiar posibles efectos visuales que consiguieran transformar a un actor en lo que sería un alienígena. Aquí entra en escena Doug Trumbull, responsable de efectos especiales de la película. Él fue el encargado mediante juegos de cámara y técnicas que hoy parecen de alquimista de darnos la impresión de la falta de gravedad en el espacio, o de la visión del Sistema Solar que se nos da. Recordemos que en 1968 el CGI estaba aún muy lejos de hacer sus primeras incursiones.

Así, por medio de distintas lentes, juegos caleidoscópicos, y proyecciones, se probó a intentar emular un supuesto extraterrestre con forma de medusa y, posteriormente, para alargar la figura de un actor con el objetivo de satisfacer la última fijación de Kubrick. Si los diablos, las gárgolas o las formas poco definidas no funcionaban, quería probar imitando la escultura L'homme qui marche, de Alberto Giacometti. La conocida figura abstracta, con brazos y piernas extremadamente alargadas, coincide con la imagen clásica que tenemos de los extraterrestres como humanoides flacos y largiruchos con una prominente cabeza. En los archivos de Stanley Kubrick, dados a conocer tras su muerte, se incluye una maqueta que sirvió como arte conceptual para el desarrollo de estos posibles extraterrestres.

The Stanley Kubrick Archives

Un último intento con un curioso hombre de lunares

Con la producción ya en su fase final, Kubrick quiso hacer un último intento. Congregó a su equipo de maquillaje y efectos especiales y pensó en desarrollar un vestuario llamativo de lunares que, mediante juegos de cámara sobre un fondo con el mismo entramado, diera un aspecto psicodélico.

Dan Richter, el actor y mimo que se puso en la piel de Moonwatcher -el simio que en el primer tramo de la película consigue hacer uso de un hueso como arma- fue quien se puso dentro de este traje, tal y como narra él mismo en sus memorias: Memorias de Moonwatcher: Un diario de 2001. El objetivo era que el actor, al estar así vestido y frente al fondo, fuera imperceptible cuando estuviera quieto, pero que cuando se moviera solo se percibieran algunas formas. El efecto, del que también se guardan imágenes, fue de nuevo descartado.

The Stanley Kubrick Archives

Carl Sagan, la persona que convenció a Kubrick de que no mostrara extraterrestre alguno

¿Pero cómo llegó entonces Kubrick a la idea de no mostrar a los extraterrestres? Según cuenta Arthur C. Clarke en su biografía, fue el astrónomo y divulgador Carl Sagan quien sugirió esta idea, como recoge en un extracto del propio científico:

“No tenían idea de cómo terminar la película; y ahí fue cuando me llamaron para intentar resolver una disputa. El problema clave era cómo retratar a los extraterrestres que seguramente se encontrarían al final de la historia. Kubrick argumentaba que los extraterrestres se verían como humanos con algunas diferencias leves, y Arthur apostaba con buen tino que es difícil que cualquier ser no terrícola se pareciera a nosotros. Yo dije que sería un desastre retratar a los extraterrestres. Lo que se debe hacer es sugerirlos. Argumenté que la cantidad de eventos improbables en la historia evolutiva del hombre era tan grande que nada como nosotros podría evolucionar en ningún otro lugar del universo”.

La versión final de esta historia la zanjó el propio Kubrick en una entrevista en 1970, en la que aseguraba que desde el comienzo "todos discutimos sobre cómo mostrar a las criaturas extraterrestres de una manera que fuera lo suficientemente satisfactoria. Y pronto se hizo evidente que no puedes imaginar lo imaginable". Finalmente, el monolito quedó marcado como esa huella alienígena que toma contacto con la humanidad, una "forma simbólica", para el director, que conseguía transmitir los desconocido y que acabó siendo un símbolo de la ciencia-ficción sin necesidad de mostrar extraterrestre alguno.

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