Según la Unión de Promotores y Empresarios del Vapeo, en España hay actualmente 472.500 consumidores de cigarrillo electrónico. Esta es una cifra bastante menor que la de otros países, como Francia o Reino Unido, en los que se supera el millón de fumadores. Sin embargo, ha aumentado mucho en los últimos años si se compara con las últimas encuestas realizadas a españoles.

Cigarrillos electrónicos: ¿un nuevo timo científico?

La oferta es cada vez más atractiva, con nuevos diseños y saborizantes, y el hecho de que se pueda utilizar en lugares en los que está prohibido fumar cigarrillos convencionales, atrae cada vez a más seguidores. Además, muchos estudios apuntan a que estos dispositivos son seguros e incluso aportan beneficios a quienes quieren dejar el tabaco. ¿Pero qué hay de verdad en estas afirmaciones? La opinión de los expertos es rotunda. Los cigarrillos electrónicos son peligrosos para la salud y su uso debería estar controlado para evitar males mayores en un futuro.

La cara afable del vapeo

El tema de los cigarrillos electrónicos es especialmente controvertido, sobre todo por el gran número de estudios contradictorios que se publican a diario. Por un lado, algunos trabajos científicos señalan a sus efectos beneficiosos sobre personas que quieren dejar de fumar. Este es el caso de un estudio publicado en BMJ de la mano de investigadores de la Universidad de California. En él se concluía que el aumento del consumo de cigarrillos electrónicos entre los estadounidenses se asociaba con un incremento estadísticamente significativo de las tasas de abandono del tabaco, por lo que debería tenerse en cuenta en el desarrollo de políticas regulatorias en torno a este tipo de productos.

Por otro lado, otros estudios se centran en la menor toxicidad de este tipo de cigarrillos en comparación con los convencionales. Buen ejemplo de ello es un estudio publicado en febrero de 2017 en Annals of Internal Medicine por científicos de la Universidad de Londres, que concluían que la cantidad de sustancias cancerígenas en la saliva y la orina de usuarios de cigarrillo electrónico es mucho más baja que la hallada en los mismos fluidos en fumadores convencionales.

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Estudios que desenmascaran al cigarrillo electrónico

Al otro lado se encuentran las investigaciones que se centran en la cara más negativa de los cigarrillos electrónicos. Para empezar, muchos investigadores contradicen a las publicaciones que afirman que pueden ser una buena herramienta para ayudar a los fumadores a dejar el tabaco. Por ejemplo, en mayo de este año se publicó un estudios en Annals of Internal Medicine en el que se analizaba el comportamiento de 1357 personas que habían estado hospitalizadas por problemas con el tabaco. Tras entrevistarlos seis meses después del alta, la probabilidad de que hubiesen dejado de fumar era mucho más alta en los que no recurrieron a los cigarrillos electrónicos para conseguirlo.

Por supuesto, también hay mucho publicado sobre los efectos perjudiciales del tabaco. Por ejemplo, en septiembre de 2017 un equipo de investigadores suecos presentaba en el Congreso Internacional de la Sociedad Respiratoria Europea las conclusiones de un trabajo en el que analizaban cómo estos cigarrillos electrónicos aumentan la rigidez de las arterias, la presión arterial y la frecuencia cardiaca, pudiendo provocar problemas cardiovasculares serios. Muy similares fueron los resultados publicados en julio de este año en Vascular Medicine, en un estudio que concluía que el riesgo cardiovascular es el mismo en fumadores convencionales que en usuarios de cigarrillo electrónico.

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Incluso se ha comprobado que estos dispositivos pueden afectar al sistema inmune, provocando en él respuestas dañinas para el organismo. Lo demostraron investigadores de la Universidad de Carolina del Norte en un estudio publicado en febrero de este año en American Journal of Respiratory and Critical Care. Concretamente, observaron cantidades descontroladas de neutrófilos, que se traducirían en un aumento de la probabilidad de padecer enfermedades pulmonares inflamatorias, como la enfermedad pulmonar obstructiva crónica. Por otro lado, también observaron en este tipo de fumadores unas secreciones de moco, características de los usuarios de cigarrillos convencionales, que pueden derivar en bronquitis crónica y ataques de asma.

Pero los sistemas respiratorio y cardiovascular no son los únicos afectados por el consumo de cigarrillos electrónicos. Según un estudio presentado este año en la Reunión Anual de la Sociedad Endocrina, en Chicago, también se relacionan con una acumulación de grasa en el hígado.

Ojo con los saborizantes

Incluso la parte aparentemente más inocente de estos productos ha sido criticada en estudios científicos recientes. Este es el caso del trabajo publicado recientemente en Nicotine & Tobacco Research por investigadores de las Universidades de Duke y Yale. En él, demuestran que las sustancias que se añaden a la fórmula para dar sabor pueden reaccionar con otros disolventes, como el propilenglicol o el glicerol, dando lugar a otros compuestos que terminan causando una respuesta inflamatoria.

Opinión profesional

Hay estudios para todos los gustos. Entonces, ¿son peligrosos o no? Para contestar a esta respuesta en Hipertextual hemos contactado con el doctor Carlos A. Jiménez Ruiz, neumólogo y presidente de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR. Su explicación no deja lugar a dudas.

Según ha asegurado al otro lado del teléfono, el peligro se esconde en el vapor procedente de cigarrillos electrónicos y otros dispositivos similares. En él destacan sustancias como el propilenglicol, un compuesto que se sabe que provoca inflamación crónica de la mucosa bronquial a corto plazo, aunque no se conocen sus efectos a largo plazo. Además, también causa crisis asmáticas en niños. Por otro lado, este vapor contiene carbonilos, como el formaldehído o al acetaldehído, todos ellos sustancias relacionadas con el cáncer. Incluso se han detectado metales pesados, como el cromo o el plomo.

Todas estas sustancias están presentes en dosis menores que las de los cigarrillos convencionales, pero suficientemente elevadas para ser consideradas como cancerígenas por la Agencia Internacional Contra el Cáncer. En cuanto a su uso como alternativa para dejar de fumar, el doctor Jiménez lo tiene claro: alguien que quiera dejar el tabaco debe hacerlo mediante tratamientos seguros y eficaces y no a través de productos que siguen introduciendo sustancias tóxicas en su organismo.

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Crédito: Sarah Johnson

Cigarrillos electrónicos y adolescentes: una pareja peligrosa

Según las últimas encuestas sobre el Uso de Drogas en Enseñanzas Secundarias, un 20% de los estudiantes españoles con edades entre los 14 y los 18 años aseguran haber vapeado alguna vez. Esta cifra es muy alarmante, si se tienen en cuenta todos los efectos negativos que se han relacionado con los cigarrillos electrónicos. Buena parte de la culpa la tiene la publicidad engañosa que se hace de estos productos. Así lo ha explicado el doctor Jiménez a este medio:

“Se venden como una forma segura de fumar. Además, se pueden poner distintos aromatizantes y sabores e incluso venderse de colores diferentes, que los hacen más atractivos para el público joven”.

El problema es que no solo es peligroso para ellos, sino que también supone un paso previo para el consumo de tabaco convencional.

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No son cigarrillos convencionales, pero también deben regularse

Según un estudio publicado este mismo mes por científicos de la Universidad de Northwestern, una de las razones por las que puede generarse tanta contradicción en los estudios publicados sobre cigarrillos electrónicos es la persistencia en compararlos con los convencionales. Ya lo apuntaba el doctor Jiménez: las dosis de sustancias perjudiciales son menores, pero no dejan de ser cancerígenas.

Por eso, los autores de este estudio apuntan las razones que los hacen un producto único, que debe ser tenido en cuenta como tal: usan cantidades de nicotina variables, dicha nicotina se toma por vapeado de un líquido, se puede controlar la dosis apagando y encendiendo el dispositivo, van acompañados de un marketing atractivo y su uso está permitido en lugares en los que no se puede fumar. Todo esto los convierte en un producto único, que debe estudiarse como tal.

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Pero también debe estar muy regulado. Por eso, la SEPAR ha pedido al gobierno español que regule con más intensidad el uso de cigarrillos electrónicos y otros dispositivos similares, para que se consideren como un producto de tabaco. Por ejemplo, no deberían utilizarse en lugares públicos, en los que no está permitido fumar. Además, solicitan que se controle el cumplimiento de la legislación vigente; ya que, según el doctor Jiménez, es muy buena, pero en muchas ocasiones no se cumple como es debido.

Los cigarrillos electrónicos no son un juguete y por culpa de su uso muchos jóvenes, y no tan jóvenes, están poniendo su salud en peligro, ajenos a los daños que ocasionan a su organismo. Es importante regular e informar. La decisión final será del propio consumidor, pero al menos se debe intentar que decida con conocimiento suficiente sobre las consecuencias.

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