Seguramente, a lo largo de tu vida hayas realizado un test de personalidad. Puede que te hayas cruzado con uno en internet que te prometa describirte fielmente respondiendo a una tanda de preguntas. Puede que de niño o adolescente, en el colegio, te hicieran una prueba que prometía decirte qué vocación u oficio pegaba más con tu personalidad. O puede que te hayan hecho pasar por uno de estos cuestionarios en el trabajo, bien en una entrevista o durante una jornada de compañerismo con el coach de turno.

Todos estos test se basan en el indicador de tipo Myers-Briggs (MBTI por sus siglas en inglés), un modelo creado en medio de la II Guerra Mundial y que ha conseguido tal presencia que durante décadas se ha utilizado en empresas e instituciones para 'encajarnos' dentro de uno de los 16 tipos de personalidades que propone. Solo hay un problema, los psicólogos modernos y varios estudios llevan años diciendo que no sirve para nada. Como si hicieras un test por divertimento en internet sobre en qué casa de Hogwarts te tocaría entrar al ser escudriñado por el Sombrero Seleccionador de Harry Potter.

El indicador Myers-Briggs fue creado por Katharine Cook Briggs y su hija Isabel Briggs Myers, dos mujeres americanas adelantadas a su época (ambas fueron a la universidad y crecieron en familias que potenciaron sus inquietudes) pero que no tenían mayor conocimiento de la psicología que como un pasatiempo. Su test, hoy registrado bajo marca y vendido de forma oficial por empresas privadas, se basa en dividir a las personas en una serie de dicotomías: una persona puede dividirse en introvertida y extrovertida, sensitivo o intuitivo según cómo reciben la información, racional o emocional por sus toma de decisiones, y calificador o perceptivo según cómo se manifiestan con el resto.

El resultado de extraer estas “preferencias” de un cuestionario, da lugar a 16 tipos de personalidad que se resumen en siglas en inglés (ENTJ o ISFB, por ejemplo) que señalan que esa persona tiende más hacia un aspecto u otro. Y sí, solo hay 16 tipos de personas posibles, algo tan básico como elevar las dos opciones de cada categoría a la cuarta potencia del número total de estas. Este redactor es por ejemplo INFP, y la verdad que puedo pensar que han acertado, pero ya explicaremos después porque estos test aciertan siempre.

Katharine Cook Briggs y su hija Isabel Briggs Myers. Wikimedia Commons

Tras desarrollar su test en 1944, este fue ganando popularidad hasta el punto de ser usado por el Ejército de Estados Unidos, empresas tan importantes como Standar Oil y General Electric, y multitud de centros educativos. También en España y América Latina, donde de hecho se pueden rastrear documentos de Universidades recomendando su uso para conocer mejor a los alumnos.

Pero, ¿cómo el test creado por estas dos mujeres acabó catalogando a millones de personas en todo el mundo? Y lo más importante, ¿por qué cada vez son más las voces que aseguran que no tienen ningún tipo de validez científica?

Carl Gustav Jung, el padre de los 'tipos personales'

Carl Gustav Jung, a la derecha, junto a Stanley Hall y Freud en primera fila. Wikimedia Commons

Para conocer la historia del test de personalidad más famoso del mundo hay que retrotraerse hasta 1921. Ese año el psicólogo suizo Carl Gustav Jung publicaba Tipos psicológicos, un ensayo en el que intentaba trazar los elementos que configuraban la personalidad humana. Según Jung, existían dos actitudes fundamentales de la psique: introversión y extraversión, y dos tipologías de personas por su relación con los demás: perceptores y jueces. De ellas el suizo extraía que había ocho perfiles de personas tipo, un número al que después las Myers-Briggs añadirían variantes distintas.

El legado de Jung, si bien es considerado uno de los precursores del análisis conductual humano, también se debe entender como el de un hombre su época. El suizo colaboró con Freud, se formó en el psicoanálisis, y busco sus propias respuestas en un tiempo en el que la psicología estaba aún en pañales, mezclándose muchas veces con técnicas y argumentaciones que hoy consideramos del todo pseudociéntificas. No en vano, hasta pocos años antes del trabajo de Jung supuestas técnicas como la frenologia -el análisis de los rasgos del rostro humano para determinar su personalidad- o experimentos que ponían en riesgo a las personas eran más que habituales.

Pequeño Albert: un cruel experimento a un bebé de 11 meses para probar fobias

Sus ideas despertaron el interés de Katharine Cook Briggs y su hija Isabel, quienes no obstante las tomaron al pie de la letra a pesar de que Jung aclaraba en su obra que sus descripciones solo partían de la propia observación y que todo se basaba en puntos medios. "No existe tal cosa como un extrovertido puro o un introvertido puro. Tal hombre estaría en el manicomio", llegó a decir.

¿Por qué no funciona?: un test que se queda antiguo al poco tiempo y el efecto Forer

Briggs y Myers desarrollaron a partir de las tesis de Jung su test, que partía de preguntas del estilo: “Cuando te presentan a personas que no conoces, ¿tiendes a buscar temas de conversación comunes?”, ofreciendo siempre respuestas opuestas, a menudo un “sí” o un “no”. El modelo, por lo sencillo y lo atractivo de poder conocer a alguien de forma más o menos rápida, tuvo una rápida acogida que se ha mantenido hasta la actualidad. Según un artículo del Washington Post, el MBTI y la empresa que lo comercializa tienen unos beneficios de más de 20 millones de dólares al año por la cesión del derecho a utilizarlo. Un sistema que se amplía aún más gracias a un sistema de certificación de personas que pueden aplicarlo, y que ha tenido aún más auge gracias a fenómenos modernos como el coaching.

Un resumen de los tipos de personalidad que propone el test.

Sin embargo, es en su supuesta eficacia y rapidez donde los psicólogos ven su primer pero. Adam Grant es un psicólogo organizacional de la Universidad de Pensilvania que ha escrito varios textos poniendo a prueba a los test de personalidad. En su opinión, esta dicotomía entre el “si o el no” a una respuesta, y oponer directamente términos como “extrovertido e introvertido” o “racional frente a sentimental”, se queda corta a la hora de medir la personalidad de alguien, básicamente “porque tenemos tres décadas de estudios y evidencias que prueban que si te gustan los datos y las ideas, también te pueden gustar las emociones y las relaciones personales. De hecho, a menudo van de la mano”, escribe. En otras palabras, que esgrimir la personalidad de alguien en base a opuestos, se queda extremadamente corto, porque tendemos a estar en un punto intermedio entre cualquier categoría propuesta.

Pero si hay un hecho que prueba mejor que nada que los test de personalidad en general, y el MBTI en particular, se quedan cortos, son varios estudios en los que se realizó la prueba a las mismas personas con algunos días de separación. La mayoría de los sujetos obtenían resultados distintos en el test pese a enfrentarse a las mismas preguntas. ¿Había cambiado tanto su personalidad en unos pocos días?, ¿padecían algún tipo de esquizofrenia? No, simplemente los investigadores concluyeron que al enfrentarnos a preguntas tan sesudas con opciones tan opuestas y cerradas nuestra respuesta se altera en función de nuestro estado de ánimo. Por no hablar de los cambios en la personalidad y la manera de manifestarse que una persona puede experimentar a lo largo de su vida. "Las características medidas por la prueba casi no tienen poder predictivo sobre lo feliz que estarás en una situación, cómo te desempeñarás en tu trabajo, o lo feliz que estarás en tu matrimonio", añade Grant.

Si muchos psicólogos reniegan ahora de este test, la gran pregunta puede ser, ¿por qué se sigue utilizando? La respuesta, aunque puede tener que ver con su comodidad para etiquetar a personas, también se extrae de lo que se conoce como efecto Forer: el mismo que sirve para identificar por qué a veces nos sentimos congratulados con predicciones sobre nosotros mismos y nuestro carácter como las que nos dan los signos del zodiaco o la astrología. Se conoce a este efecto desde que en 1948 el profesor Bertram R. Forer expusiera a sus alumnos a un test de personalidad, para después ofrecerles una lista de resultados que era la misma para todos. La descripción de la personalidad que les ofreció venía a decir frases del estilo: “Tienes necesidad de ser aceptado por los demás y buscas que te admiren, sin embargo, tiendes a ser muy crítico contigo mismo”. Un resultado vago que, pese a ser igual para todos, dio por válido la inmensa mayoría de los alumnos.

En otras palabras, test de personalidad como el MBTI, al igual que el horóscopo, tienden a ofrecernos un sentimiento de autoafirmación con el que nos sentimos identificados, a menudo a través de descripciones amplias y que podemos amoldar a nuestra vida en cualquier momento. La misma sensación que podemos tener si al probar un test lúdico en internet sobre en qué casa de Hogwarts hubiésemos entrado nos tocara Gryffindor o Slytherin. Seguro que encontramos algún personaje o motivo en las novelas con el que empatizamos para pensar que el resultado es correcto.

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