Cuando salí del cine de ver Star Wars: Los Últimos Jedi tuve claro dos cosas:

  1. Quiero volver a verla, muchas veces más.
  2. Esta película es bastante diferente a todas las anteriores …y me sorprende.

Con los días me ha quedado claro, Star Wars: Los Últimos Jedi es probablemente la mejor entrega de la saga. Es verdad que no podría existir sin sus predecesoras pero me resulta tan arriesgada, bien escrita y bien hecha que por momentos me ha sorprendido que Disney, acostumbrados a ir a la segura, haya permitido que la película salga así.

Aunque visto el resultado, no me extraña que hayan encargado a Rian Johnson (director y guionista de esta película) una nueva trilogía, que supuestamente se alejará de la saga Skywalker y se enfocará en nuevos personajes "en un lugar de la galaxia que no se había explorado antes".

El motivo más importante por el cual Star Wars: Los Últimos Jedi me resulta tan buena y tan importante es porque destruye gran parte del legado con el cual identificamos la saga, pero al mismo tiempo, devolviendo parte de la ilusión con la que vimos episodio IV, V y VI.

1. Adios a los Jedis, los midiclorianos y las religiones que hacen especiales a unos pocos

La saga original (Episodio IV, V y VI) introdujo un concepto de la fuerza que nos hizo creer que, aún siendo un joven sin padres en la mitad de un desierto de un planeta abandonado en alguna esquina del universo, podrías ser capaz de cambiar la historia para siempre.

Es parte de la razón por la cual tantas personas nos hemos identificado con Luke Skywalker, es motivo fundamental por el cual veíamos Star Wars con tanta ilusión: no importa quiénes somos, no importa nuestros orígenes, no importa dónde vivimos, somos capaces de hacer cualquier cosa.

Pero en Episodio I, George Lucas decidió que solo unos pocos, aquellos que tenían más nivel de midiclorianos por célula, eran capaces de usar la Fuerza. Todo cambió. A lo largo de las tres precuelas se nos explicó que los Jedis eran unos cuantos elegidos, que son dueños de la verdad, que son buenos por encima de cualquier cosa, que no tienen dudas, que siempre hacen la elección correcta.

Lo escribió Lucas, lo decidió Lucas, es canon y así ha sido a lo largo de todos estos años. Pero con Episodio VIII Rian Johnson tira por la borda todo esto. No hay que ser Jedi para usar la fuerza a nuestro favor, no hay que tener un apellido o ser el hijo de alguien. Todos pueden usarla.

Rey no es la hija de alguien importante y Yoda le dice a Luke Skywalker que queme unos libros que nunca contaron toda la verdad, que representan una época donde los Jedis actuaban con soberbia y se sentían superiores.

Ya no hace falta ser Jedi con un sable láser para uno con la fuerza. Es por eso que la escena final de la película es tan importante. Puedes ser un niño, con una escoba en la mano, mirando a las estrellas y ser el próximo héroe intergaláctico.

2. No hay damiselas en apuros ni héroes machos alfa infalibles

Ni Rey, ni Leia, ni Rose. Las mujeres no necesitan ser rescatadas, no están en apuros y no están encasilladas en el estándar emocional asignado al sexo femenino.

Los machos alfa infalibles que resuelven todo a punta de explosiones no son el argumento conductor para que los buenos ganen y los malos desaparezcan. Poe Dameron es un piloto que no escucha razones, no entiende de estrategia sin disparos que pone en severos aprietos a la resistencia por negarse a escuchar a la vicealmirante Holdo quien usa la cabeza y no el gatillo para encontrar soluciones.

Luke Skywalker termina siendo un ermitaño que vive bajo la sombra de status de leyenda que ama y odia al mismo tiempo, incapaz de mover un dedo frente a los sucesos de la galaxia porque le falló a su sobrino.

Tiene que ser su hermana y una chatarrera, Rey, quienes lo sacan de su letargo complaciente y le hacen entender —a regañadientes- la importancia que tiene para detener a la Primera Orden.

Lejos quedaron las figuras del héroe guapo infalible (Han Solo), el Jedi con el camino a la perfección (Luke Skywalker), el que tenía las respuestas para todo, en el momento correcto (Obi-Wan Kenobi) y el malo absoluto (Darth Vader).

3. Malos torpes y buenos con síndrome de impostor

Otro de los legados que el Episodio VIII destruye es el de los malos malísimos con una agenda determinadísima, perfectamente delineada y extremadamente efectivos en su infamia.

Kylo Ren es un niño en una situación casi imposible. De quien se esperaba todo (¡es el hijo de Han Solo y Leia Organa!) manipulado y egoísta a partes iguales, sin rumbo claro, lleno de ambición y dudas sobre sus decisiones.

A diferencia de su abuelo –Darth Vader– que era frío, calculador y temido, Kylo Ren es impulsivo, toma decisiones en caliente, sin pensar en las consecuencias y no es del todo respetado, mas bien visto como un niño incapaz de controlarse a sí mismo y a sus poderes.

Rey, por otro lado, que es tan o más poderosa que el propio Kylo Ren parece tener un severo caso de síndrome de impostor a lo largo de la película. Aquí "el bueno" no tiene claro su camino o su futuro. Desesperada por ser aceptada, por salvar a todos y sentirse útil.

El resto del reparto no se salva y eso es bueno, porque es más humano. Finn va dando tumbos de un lado al otro de la película, impulsivo como en la entrega anterior, sin encontrarse del todo. Hux es imbécil, Snoke tiene un ego más grande que su nave y Poe Dameron se cree el líder de la resistencia, pero no es más que un tipo que va saltando de mala decisión en mala decisión, incapaz de dejar trabajar a personas con más visión estratégica.

https://hipertextual.com/analisis/star-wars-viii-ultimos-jedi

4. Es una película dispuesta a burlarse de si misma

La primera escena de Los últimos Jedi marca un precedente nunca antes visto en las películas de Star Wars: un personaje principal burlándose de otro.

Nunca había ocurrido y tal vez era muy necesario, el mofarse del tono malvado, muy setentero y ochentero, de los malos en las películas. A lo largo del Episodio VIII hay diferentes situaciones en que es inevitable reírse y al mismo tiempo quedar sorprendido por el cambio de tono con relación a entregas anteriores.

5. No tenemos idea de qué sucederá en el Episodio IX

Al final del Episodio V y sobre todo el Episodio II era dolorosamente obvio lo que sucedería en la siguiente entrega. Tal vez a inicios de los ochentas las audiencias miraban el cine con mucha más ingenuidad, por lo que no era necesario crear cliffhangers imposibles. Pero era muy probable que Luke salvara a su padre del lado oscuro y que los rebeldes ganaran la guerra al Imperio (vale, tal vez no nos esperábamos a los Ewoks).

Pero por primera vez en décadas, aquellos que somos fanáticos de Star Wars no tenemos la más mínima idea de lo que sucederá. Nuevamente podemos sentirnos ilusionados de lo que vendrá en dos años, nuevamente podemos sentir un poco de misterio genuino sobre lo que viene en el Episodio IX.

Los últimos Jedi es la película que traiciona a los fans sin medida de Star Wars

Un tal Henry Walsh ha iniciado una petición a Disney para que borre a Los últimos Jedi del canon oficial de Star Wars.

La petición, entre otras cosas, dice:

El Episodio VIII es una parodia. Destruye por completo el legado de Luke Skywalker y los Jedi. Destruye la razón principal por la cual a los fans nos gusta Star Wars. Esto se podría arreglar. Así como borraron treinta años de canon, borren esta película también, vuelvan a hacer el Episodio VIII y salven el legado de Skywalker

Los últimos Jedi ha traicionado a los fans sin medida de Star Wars, derrumbando toda la mitología de los Jedi, caracterizándolos como fanáticos de una religión que no entienden, que se destruyeron a si mismos por seguir las escrituras al pie de la letra. Escrituras que no entienden y que no reflejan la realidad.

El Episodio VIII destruye todo el legado de cosas por las cuales los fans desmedidos sienten derecho a ser fans desmedidos. Pasa de todas aquellas personas que creían saber todo acerca de Star Wars y le da nuevamente la franquicia a todos. Sin duda en Disney son expertos en este tipo de cosas pero también han sido sumamente valientes al arriesgar tanto con la franquicia.

Para mí el Los últimos Jedi ha sido un regalo maravilloso que premia tantos años de seguir una saga que me ha ilusionado tanto. Estoy seguro que para muchos de ustedes también.

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