Imagen: EFE

"El término Tabarnia es un neologismo para denominar a los territorios costeros entre Tarragona y Barcelona que comparten características y anhelos comunes, claramente diferenciados del resto de la comunidad autónoma”. Así definen en su página web a este nuevo movimiento del que se están haciendo eco miles de personas a través de las redes sociales, incluidos perfiles relacionados con la política tanto a favor como en contra del movimiento secesionista catalán.

A estas alturas ya nadie es ajeno a la cuestión independentista que se ha vivido con especial virulencia durante los últimos meses en Cataluña, con dos picos de especial importancia que corresponden a la consulta ilegal realizada el día 1 de octubre y las elecciones autonómicas celebradas el 21 de diciembre. Si bien ninguno de los dos casos supone una ayuda clara y definitiva a la hora de despejar la difícil ecuación de la Comunidad Autónoma, sí que han servido para demostrar la profunda división dentro del propio territorio. Mientras que las zonas más rurales y alejadas del núcleo social y económico que representa Barcelona son más propensas al independentismo, lo contrario ocurre en esta gran urbe y sus zonas aledañas.

La división del censo catalán ronda en torno al 50 por ciento, lo cual ha provocado que algunos de los que no son partidarios de una nación independiente de España se pregunten por qué han de acatar la decisión de los que quieren separarse del país. De ahí nace Tabarnia, que pretende aglutinar aquellos territorios que quieren permanecer en España y, para ello, separarse de lo que actualmente conocemos como Cataluña. Entre sus razones, la negativa influencia que tendría una separación para la economía y los intereses globales de una metrópolis como Barcelona.

Creemos que el proyecto independentista es profundamente negativo para los intereses de Cataluña en general y de los ciudadanos de Barcelona en particular. Somos de la opinión de que desde el punto de vista económico, social, deportivo, cultural y educativo no nos interesa vernos arrastrados a una situación de ruptura con el resto de España. La cuestión separatista no es el único motivo, pero sí el más importante, por el que Barcelona y su área de influencia necesitan una autonomía propia. Reclamamos el derecho a que se consulte a la ciudadanía si quiere continuar bajo el gobierno de la Generalitat, financiando un proyecto contrario a sus intereses, o si por el contrario prefiere un nuevo marco legislativo más justo y acorde con las necesidades de los barceloneses y barcelonesas.

Presente y ¿futuro? de Tabarnia

Soñar hoy en día con una realidad como la que propone el movimiento estandarte de Tarbnia, Barcelona is not Catalonia (Barcelona no es Cataluña), resulta harto complejo. Por el momento, el Estado ha dejado claro que no se producirá ruptura alguna con el territorio español por parte de los independentistas, lo cual ha provocado el exilio de unos y el encarcelamiento de otros líderes de los partidos políticos facilitadores de la consulta ilegal de octubre. Pensar en que pudiera aceptarse el independentismo y, a su vez, dar la opción a otras zonas de este territorio de volver a integrarse en el país se antoja, cuanto menos, complicada. No obstante, por muy enrevesado que esto pueda parecer, ya ocurrió algo parecido en Canadá en el año 2000.

A pesar de que el territorio en sí no existe, como se mencionaba antes, la plataforma por Tabarnia queda lejos de pasar desapercibida. Ya son numerosas personalidades las que han dado bombo y repercusión en las principales plataformas sociales, azuzando aún más la llama de la polémica. Entre ellas, dos de las principales figuras en estos momentos tanto por el independentismo como el unionismo: Gabriel Rufián e Inés Arrimadas. El primero en un tono más burlón y la segunda más sobria, se hacen eco del movimiento Barcelona is not Catalonia.

No está claro si Tabarnia como nación tiene un futuro o quedará en el sentimiento expreso, más allá de las papeletas, de que no todos en Cataluña quieren la independencia. Lo que sí se puede asegurar con total rotundidad es que el problema catalán está lejos de llegar a su fin, al menos en un plazo breve de tiempo.

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