En un año sumamente prolífico para la compañía, Super Mario Odyssey llega a Nintendo Switch. Y lo hace rodeado de expectativas: ¿estará a la altura de los excepcional Galaxy de Wii? ¿Será una entrega tan rotunda como Breath of the Wild? Lo analizamos. 2017 está siendo uno de los años más importantes en la larga historia de Nintendo, no cabe duda. Al exitoso y esperado lanzamiento de Nintendo Switch se le han sumado las llegadas de dos de los titanes de la industria, un nuevo The Legend of Zelda y un nuevo Mario en tres dimensiones. Hacía mucho que no vivíamos tales acontecimientos pero, además, el nivel de calidad alcanzado por la Gran N en sus grandes sagas ha dejado el listón muy alto.

Ha pasado mucho menos tiempo desde la última entrega de un Mario en tres dimensiones, con el Super Mario 3D World de Wii U (hermano mayor del 3D Land de Nintendo 3DS), que desde que vimos a Link, allá por 2011 y todavía en Wii, pero este Super Mario Odyssey también tiene cierto regusto a novedad debido a su planteamiento y a lo relativamente rápido que ha sido todo desde su anuncio. Por contrastar, conocimos Breath of the Wild en 2014 y llego a las tiendas hace ocho meses. En cambio, tan solo 13 meses han bastado para que Odyssey esté en nuestras consolas desde que vimos su primer tráiler.

Pero por extraño que parezca, Mario Odyssey no convenció desde el primer momento: todos torcimos el morro al ver al exfontanero recorriendo esa New Donk plagada de humanos a tamaño real y que se alejaban de la clásica estética de la saga de Nintendo. Y algo parecido ocurrió al ver cómo el icono de Nintendo controlaba a un gigantesco dinosaurio. Con todo, la confianza en la compañía y las ansias por encontrarnos de nuevo con Mario en un videojuego de corte semejante al notable Sunshine y los excelsos Super Mario 64 y ambos Galaxy eran más que suficientes para confiar en Odyssey y en Cappy, su nueva estrella.

Y es que si el salto a las tres dimensiones, la introducción del Jet-Pack de agua o el uso de la gravedad fueron los ganchos jugables de las entregas mencionadas, esta mágica gorra toma todo el protagonismo en la odisea de nuestro personaje. En una historia mil veces vista, Bowser raptará a Peach con, la intención de contraer matrimonio con ella y por el camino dejará a Mario sin su clásica gorra y robará a Tiara, hermana de Cappy, como regalo de bodas de la princesa. Así empezará el viaje de nuestro personaje por las distintas regiones en las que Bowser y sus secuaces se dediquen a robar objetos y viandas (desde el vestido o el anillo hasta las flores o la comida) para el futuro enlace nupcial.

Sin entrar en spoilers (no habrá ni uno en todo el texto), gracias a la nave Odyssey recorreremos mundos ya vistos en tráilers e imágenes promocionales como el Reino Sombrero, el primero que visitaremos, un mundo helado, una playa paradisíaca o esa peculiar recreación a la Nintendo de Nueva York que hemos comentado más arriba. En todos ellos, el fondo será el mismo pero la forma no dejará de variar: conseguir el número de Energilunas (equivalente a las estrellas de Super Mario 64 o los soles de los Galaxy) necesario para viajar a nuestro siguiente destino.

La progresión del juego reside única y exclusivamente en ello y para llegar a los créditos finales nos bastará con un esfuerzo mínimo y en apenas seis u ocho horas podremos “acabar” Mario Odyssey puesto que las lunas a encontrar de forma obligatoria para progresar en cada reino son muy pocas y, casi siempre, excesivamente fáciles de conseguir. De principio a fin, sin meternos en el postgame, apenas nos encontraremos con un reto a la altura, siendo Odyssey una entrega excesivamente sencilla a la que un mayor nivel de reto le hubiera venido de lujo. De hecho, cuando saquemos nuestra vena completista y empecemos a recolectar lunas veremos que, casi siempre, el reto reside en descubrir qué hacer y no en cómo hacerlo.

Es ahí mismo donde Mario Odyssey cae en el error tan contemporáneo de confundir cantidad con calidad. Evidentemente, el último trabajo de Nintendo derrocha mimo y cuidado por los cuatro costados pero el ingente número de lunas esparcido por los distintos mundos parece, demasiadas veces, hinchado artificialmente y, lejos de la concreción y pureza de anteriores títulos de la franquicia, son muchos los momentos en los que uno parece toparse con elementos colocados por el mundo como puro relleno. De hecho, son muchas (demasiadas) las lunas que se esconden detrás de fórmulas básicas y poco ingeniosas como el saltar en ciertas elevaciones de terreno, por poner un ejemplo.

YouTube video

Y sí, por supuesto, son muchas las energilunas escondidas detrás de puzles originales, fases de plataformeo excepcionales o minijuegos divertidos y bien pensados. También las hay, muchas, centradas en llevarnos al pasado y explotar como pocos más pueden la nostalgia por lo que hemos vivido junto a Mario y compañía: desde guiños y referencias muy sutiles a la trayectoria del personaje hasta, directamente, fases en 2D que nos llevan a la época de NES u otras que respiran el mismo aire que la subsaga New Super Mario Bros. Pero hay mucho más. Mario Odyssey es un compendio de lo que ha hecho grande al personaje más reconocido y reconocible del medio. Y, claro, es una gozada para cualquier aficionado de Mario, los plataformas o, en un mundo ideal, de los videojuegos en general.

Y es que en el centro de Odyssey hay una finura y un feeling prácticamente inmejorables y el rango de movimientos de Mario es impecable. En su estrato más simple, podremos terminar Odyssey utilizando apenas un puñado de movimientos distintos pero los jugadores más experimentados y aquellos ávidos de un mayor reto tendrán a su disposición un catálogo amplísimo de saltos, piruetas y lanzamientos de Cappy que, combinados, transmiten la sensación de poder hacer lo que se quiera y cómo se quiera. Es una pena que Nintendo vuelva a cometer el innecesario error de obligar a utilizar los controles de movimiento, pese a que los desactivemos en el menú de opciones, para tener todos los movimientos a nuestra disposición, ya sean del propio Mario o de algunas de las criaturas que capturemos. Así consiguen que jugar con el Pro Controller o, sobre todo, con la consola en modo portátil sea algo incómodo y extraño en más ocasiones de las que debería.

Aquí, de nuevo, vuelve a hacer falta detenerse un momento: si Cappy es la estrella de esta función es, en gran medida, por la que es una de las mayores novedades de la historia del personaje, la capacidad de capturar (a Nintendo parece no gustarle usar el término “poseer”) a decenas de criaturas y aprovecharnos de sus habilidades y peculiaridades: desde algunas tan conocidas y añejas como los Goombas, los Bill Bala o los Chomp Cadenas hasta ranas, la primera captura que llevaremos a cabo, tanques o, ya lo vimos en uno de los tráilers, un gigantesco T-Rex. Y, claro, esto cambia radicalmente la forma de afrontar esta aventura.

De hecho, y esto puede echar para atrás a algunos, quizá Odyssey sea el Mario canónico en el que las plataformas tengan menos peso de los lanzados en mucho, muchísimo tiempo (desde Sunshine, posiblemente) y ahora más que nunca se centre en la exploración como forma y fondo de la progresión. Tanto es así que muchas de las criaturas que capturemos suelen funcionar como atajo o sustituto de lo que en otros títulos sería una concatenación de saltos entre plataformas: la velocidad de las balas, las plantas que crecen sin parar o los Goombas voladores, entre muchísimos otros. Eso sí, el salto sigue estando presente y, de hecho, Nintendo ha introducido fases en las que, sin Cappy, tendremos que jugar de la forma tradicional.

Y es que las distintas regiones o mundos que recorramos son puro sandbox en el sentido más básico del término: se nota que Nintendo se ha tomado cada una de ellas como una caja de arena en la que experimentar aquí y allá y ofrecer distintos retos, secretos y fases. Además, la inmensa mayoría de las zonas que visitemos evolucionarán, creciendo o cambiando, en varios momentos y, así, aparecerán nuevas energilunas y, sobre todo, mucho que hacer y completar, yéndose a las más de sesenta o setenta horas para descubrir cada uno de los secretos que guarda este Mario Odyssey.

Es una pena, eso sí, que el diseño de todas estas regiones sea un tanto irregular a distintos niveles: la inmensa mayoría son lo suficientemente amplios y tienen mucha entidad pero otros, los menos, son bastante más pequeños, con menos que hacer y descubrir y, de nuevo, se sienten como un pequeño añadido para alargar la vida del juego. Pero, sin duda, lo peor en este sentido reside en los altibajos artísticos; Mario Odyssey se aleja casi siempre de la estética más amable, de modelos redondeados y colores chillones que ha caracterizado a su saga y subsagas en los últimos tiempos (desde ambos Galaxy hasta 3D Land o 3D World pasando por Mario Kart 8, Captain Toad e incluso Mario + Rabbids) y, en muchas de sus regiones, apuesta por un enfoque algo más realista que, francamente, casi nunca termina de sentarle demasiado bien.

El alegre reino de las Arenas o el maravilloso y extraordinariamente colorido reino de los Fogones contrastan de forma exagerada con mundos como el de las Cataratas o el reino Arbolado, cuyo acercamiento a las texturas y modelados realistas no terminan de encajar y provoca que parezcan algo anticuados desde el primer momento y, sobre todo, que el título vaya a envejecer mucho peor que los mencionados más arriba. Por lo demás, Odyssey funciona a unos impecables 1080p y 60fps cuando está en el dock, manteniendo esa tasa de frames pero bajando la resolución cuando la disfrutamos en modo portátil.

Por último, cabe recalcar la inclusión de un agradecido modo foto (lo usaréis más de lo que pensáis, seguro) y un cooperativo que recuerda al visto en la subsaga Galaxy; aquí, mientras un jugador controla a Mario, el otro puede mover y utilizar las funciones de Cappy. No deja de ser un añadido que se agradece pero queda lejos del cooperativo que vimos, sin ir más lejos, en Super Mario 3D World.

Conclusión

Mario Odyssey, al contrario de lo que viéramos en The Legend of Zelda a principios de año, no revoluciona nada ni cambia por completo una fórmula asentada. En este caso, Nintendo ha optado por refinar la fórmula que ya utilizara en clásicos de la marca y la industria como Super Mario 64 pero, eso sí, queda lejos de ese Galaxy 2 rayano con la perfección.

Esta odisea es imaginativa, divertida, nostálgica y deliciosa, casi siempre, pero altibajos en lo artístico, el nulo nivel de desafío o la sensación de relleno en algunas ocasiones alejan el último viaje de Mario de la perfección o la indiscutible rotundidad de algunas de sus entregas más memorables. Con todo, no podría ser de otra manera, estamos ante uno de los juegos más destacados del año y otro imprescindible más para Nintendo Switch.

Pros

  • Cappy y su habilidad de captura. Un mundo de posibilidades.
  • El control de Mario es intachable.
  • Hay mucho que hacer una vez terminado el juego.
  • Las muchas sorpresas y secretos que Nintendo ha sabido guardar.
  • La música es una gozada.

Contras

  • Apenas supone reto alguno. Demasiado simple.
  • Muchas energilunas son puro relleno.
  • Visualmente tiene mundos muy irregulares.
  • Los jefes finales, poco originales y completamente olvidables.
  • Ciertos movimientos y habilidades requieren el uso obligatorio del control por gestos.

Recibe cada mañana nuestra newsletter. Una guía para entender lo que importa en relación con la tecnología, la ciencia y la cultura digital.

Procesando...
¡Listo! Ya estás suscrito

También en Hipertextual: