Venían trabajando desde hacía tiempo de forma conjunta, por lo que el anuncio que se realizó ayer a última hora tampoco ha pillado por sorpresa a nadie. Volvo y Uber firmaban un acuerdo mediante el cual, la tecnológica se hacía con 24.000 coches autónomos que empezarían a circular por las calles, de Estados Unidos como no podía ser de otra manera, entre 2019 y 2021.

Con un precio único de 50.000 dólares por vehículo, en la venta al por menor, la cifra total de la compra podría llegar a los 1.200 millones de dólares. Es de esperar que el acuerdo llegue a un precio estimado inferior al comercial. Aún así, los 10.000 millones que están a punto de entrar por la puerta de Uber de la mano de SoftBank podrían ser cruciales para alcanzar este acuerdo. O, al menos, pagarlo.

A su vez, Uber también está trabajando por su lado para la creación de sus propios prototipos de vehículo autónomo. A la par que opera con sus modelos de camión de la mano de su filial Otto, también investiga con el resto de divisiones. De ahí la raíz del dilema. Pese a que el acuerdo con Volvo sea una continuación de lo que venía pasando desde hace tiempo, contrasta con la guerra abierta que la tecnológica de Kalanick mantiene con Waymo, la filial de Alphabet dedicada a la investigación de los coches sin conductor y con la que Uber mantiene una lucha, que se aproxima a lo eterno, por la cuestión de las patentes robadas.

La cuestión que se percibe en todo este entramado, en el que Uber acuerda con terceros la compra de miles de vehículos, además de su vinculación a Telsa en España, Baidu en China con lo mismo, Waymo podrá ser el proveedor más fiel de Lyft o Cabify, la versión española de estos modelos de transporte, con su acuerdo con BMV es que, pese a todo, esta será la verdadera batalla para este tipo de compañías. Kalanick ya lo anunciaba hace tiempo, en múltiples conferencias, el futuro de Uber sería este. Ni licencias de transporte, ni batallas legales con el sector del taxi serán relevantes para la compañía si esta no alcanza su objetivo último. Y no sólo las compañías del transporte; lo que antaño era un sector en sí mismo, está desdibujando actualmente todas las líneas de separación entre tecnológicas y automóvilísticas.

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La realidad es que llegará a la cumbre del transporte aquel que primero controle el negocio de lo autónomo independientemente de los problemas adicionales que se tengan en otros sectores. Y de eso Uber sabe un rato. Ni los problemas con Lewandowski y sus patentes, las acusaciones de acoso sexual y discriminación racial, la conversión de sus conductores a empleados en Londres, la pérdida de la licencia en la misma ciudad y las huelgas a las que se enfrenta la compañía serán suficientes para quitarles la idea de la cabeza. De hecho, cualquier viraje que Uber tome a partir de ahora, especialmente con el cambio de CEO, el cual ha instaurado una modificación de las políticas internas de la empresa probablemente estén enfocadas a la mejora alcanzar este objetivo: compañías de transporte sin conductores y con más coches autónomos que la competencia.

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