Todos nos hemos imaginado alguna vez cómo será el futuro. Y más con tecnologías al alza como la Inteligencia Artificial o los avances de la bioingeniería ya presentes entre nosotros. Y como nosotros, también lo hacían irremediablemente nuestros antepasados.

Desde mediados del siglo XIX -época de multitud de avances, de las Exposiciones Internacionales asombrosas, y también de la imaginación de Julio Verne- hasta nuestros días el ser humano ha intentado predecir cómo sería el presente de sus descendientes a menudos sumando crasos errores. Y no hace falta irse a las ilustraciones de los libros de ciencia-ficción de los años 50 para encontrarse a personajes volando con jetpacks. Películas más recientes como la primera Blade Runner o Back To The Future II ya nos enseñaban futuros que hemos superado sin que nuestro presente se parezca mucho a ello.

Aquí va un repaso por algunos inventos, predicciones y opiniones sobre nuestro presente que fueron completamente erradas, y por otras tantas que esta vez sí que se acercaron bastante.

Todos vestiríamos ropa de asbesto, es decir, amianto (1929)

La revista Popular Mechanics, fundada en 1902, fue durante las primeras décadas del siglo pasado uno de los puntales a la hora de reportar nuevas tecnologías y también hacer predicciones del futuro. La revista, que aún se edita, publicó en 2011 una recopilación especial de algunos de los fallos más importantes que tuvo a la hora de atisbar cómo sería el mundo en unas décadas. Entre ellas aparece un reportaje dedicado a la ropa hecha con asbesto, es decir, amianto.

Un material que por sus características se creía que iba a formar parte de nuestro vestuario diario. Solo había un problema, el amianto, que se usó durante décadas para construir techumbres o como aislante de barcos y que ya utilizaban los romanos para distintos usos, comenzó a ser prohibido de forma internacional a partir de 2005 por provocar cáncer. Como para llevarlo puesto en los pantalones.

El coche del 2016 iba a levantarse del suelo (1967)

Isaac Asimov ya dijo en sus predicciones que para 2014 “la tendencia sería que los coches se levantaran un par de palmos del suelo“, circulando sobre un colchón de aire. Algo que aunque no ha pasado y que los prototipos de coches voladores como el Uber tiendan a ser más como mini-helicópteros tuvo mucho calado en la cultura popular. El Automóvil Club de Michigan intentó dibujar en los años sesenta cómo sería también el coche del futuro, y además de levitar, predijo que usaría como combustible algún nuevo compuesto exótico aún por inventar.

¿Pilas de hidrógeno? No lo sabemos y quizá tampoco deberíamos buscarle demasiada explicación, ya que el club de automóviles contrató para sus predicciones en vez de consultar a sus ingenieros a la vidente Jeane Dixon, popular en la época por escribir columnas esotéricas en multitud de diarios.

Hoteles en la Luna (1967)

La imaginación nos ha llevado muchas veces a pensar en el satélite de la Tierra como un punto de parada magnífico. Y como tal, en ella no podría faltar un hotel. En este campo de la recuperación del futuro imaginado que nunca llegó sentó cátedra el periodista e investigador Matt Novak, que durante seis años exploró en su blog Paleofuture, expresión acuñada por él mismo y que sirve muy bien para describir todas estas predicciones. En uno de sus artículos Novak hace un recorrido por la idea de un hotel en la Luna. Y no uno cualquiera, sino un hotel de la cadena Hilton.

Al parecer, Barron Hilton, heredero de la marca creada por su padre, se iluminó desde pequeño como tantos otros con las historias de la carrera espacial, y en una entrevista en 1967 para el Wall Street Journal vaticinaba que inauguraría “a lo largo de mi vida un hotel en la Luna“. Por supuesto, aquello no ha llegado -al menos todavía, Barron sigue vivo con 90 años de edad- pero la idea caló tanto en él que emitió tarjetas promocionales y consiguió que en la película 2001: Una odisea en el espacio, Kubrick pusiera el nombre de su cadena a la estación espacial donde para parte de la tripulación.

En el 2000 haríamos todo volando (Siglo XIX)

Conocidas en el mundo del retrofuturo son también las postales en las que a finales del siglo XIX el artista francés Jean-Marc Côté imaginaba cómo sería el año 2000, una fecha redonda y que como tal siempre pareció plantar un germen especial en la visión de nuestros antepasados. El resultado son multitud de escenas que tienen en común dos cosas. El ser humano vuela gracias a unos rudimentarios artilugios, y aunque haya pasado más de un siglo seguiríamos vistiendo como hace dos siglos. La moda, que siempre vuelve.

Sin crímenes en 2007 (1907)

20th Century Fox / Dreamworks

Por desgracia esto no ha ocurrido. Y no nos referimos a los sistemas de precognición de Minority Report. En un artículo de 1907 publicado por el _Washington Post_ en el que se especulaba sobre la vida dentro de un siglo se aseguraba que la delincuencia estaría casi exterminada. El método, además de una investigación puntera, sería además bastante restrictivo:

“El estudio de la ciencia mental habrá avanzado mucho, y se eliminará una gran fuente de delincuencia porque los hombres y las mujeres con el giro mental que conduce al crimen se verán absolutamente impedidos de propagar su raza“, rezaba el artículo.

Un robot que se parece tanto a nosotros que fuma (1931)

Por supuesto la robótica también fue un punto fundamental en todas estas elucubraciones. Y como en nuestro tiempo, una pregunta fundamental era cómo podría llegar a asemejarse a nosotros un androide. En esta postal, publicada en 1931, vemos a un robot con una característica que a buen seguro ahora nadie querría imitar.

El saludo eléctrico para recetar medicinas (1905)

Volviendo a la revista Popular Mechanics, en ella encontramos un invento pronosticado para desarrollarse antes de 1950 y que aunque está claro que nunca llegó, sí que se asemeja algo a las consultas médicas vía videoconferencia que en estos últimos años se empiezan a estilar. Su nombre era “El apretón de manos eléctrico“, y consistía en una mano mecánica que permitía al galeno medir la tensión y otras variables de un paciente a kilómetros de distancia. Pese a lo llamativo, no parece complicado que veamos algo parecido en un futuro próximo.

Naves espaciales fotónicas rusas (1960)

El mundo ruso sentó durante la era soviética su propia visión del futuro y uno de sus mejores ejemplos es “En 2017“, un documental ideado en 1960 y que tenía como objetivo ver cómo sería el mundo aquel año, justo en el centenario de la revolución de Lenin.

El problema, como sabemos todos, es que el Muro de Berlín cayó, pero más allá de eso los rusos pensaban que para este año ya contarían con unas naves espaciales capaces de volar a la velocidad de la luz, y que recuerdan irremediablemente a las naves de los Klingon en Star Trek.

También hay quien acertó (o casi)

Pero en este recorrido por el futuro pasado también encontramos algunos ejemplos de imaginación que sí que nos resultan más próximos, e incluso de proyectos que ahora están en mente.

En los años 50 ya encontramos propuestas como la que hizo el físico de General Electric Irving Langmuir por la cual nos desplazaríamos en tubos de vacío a velocidades que conectarían, por ejemplo en solo una horas, la costa este y oeste de Estados Unidos. ¿A alguien le suena al proyecto de Hyperloop de Elon Musk?

De la misma forma, en el archivo de Popular Mechanics también encontramos prototipos de coches autopilotados, aunque en este caso los vehículos se detendrían ante previsión de atascos para ceder la circulación a los que tienen preferencia y retomar la conducción poco después.

De la misma forma, las postales propias de finales del siglo XIX también tienen sus aciertos, como esta de aquí en la que se muestra lo que podría ser una videollamada. También en otra ilustración más reciente, de 1958, encontramos lo que podría ser un smartwatch de bolsillo.

Y acabando, este recorrido quedaría algo cojo sin referenciar la obra de Arthur Radebaugh, ilustrador con vocación futurista que en una de sus escenas dejó algo bastante común hoy en día: lo que podemos entender por educación a distancia.

Por último, no está de más referirnos a una visión del futuro algo escandalosa pero que tiene su reverso positivo. En 1950, un reportaje difundido por Associated Press que aglutinaba las opiniones de varios expertos sobre cómo sería el mundo en el año 2000 contaba con la opinión de Dorothy Roe, que daba sus argumentos sobre cómo sería la mujer en este tiempo.

Ella deja algunos comentarios como que “las mujeres medirían 1,80 metros y tendrían músculos como camioneros […] se desempeñarían en cualquier trabajo igual que el hombre, y practicarán activamente todos los deportes“. Lo que Roe veía como una evolución “hacia un nuevo tipo de Amazonas“ en las que influía una mejor alimentación y una mayor actividad física, no se ha acabado de cumplir como tal, pero sí que puede quedar como una bonita visión de futuro del necesario empoderamiento que la mujer ha tenido en los últimos 50 años.

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