Trabajar de 8 a 6 delante de la pantalla de un ordenador en una oficina, que probablemente esté a más de 40 minutos casa, implica al día casi dos horas de trayecto por una ciudad atestada de coches. Si a esto le sumamos las horas que invertimos al día en comer y dormir, el tiempo que queda para uno mismo se reduce a prácticamente a cero. Y seguimos. En una cultura profesional basada en la meritocracia, lo más probable es que gran parte del día se esté pensando en el trabajo.

La realidad es que el nacimiento de un hijo ya no es solo cosa de uno y la realidad también es que la situación no es del todo halagüeña. Sólo en España, 1 de cada 9 empleados tiene flexibilidad horaria, lo que implica que esté muy por debajo de la media europea. Pero lo más interesante de todo esto es que la mayor parte de los empleados que, pudiendo recurrir a esta opción, deciden seguir trabajando desde sus oficinas. La cultura ligada a las relaciones sociales que se tiene al sur de Europa pesa mucho a la hora de recurrir a ciertas medidas de conciliación.

El quid de cuestión está en que, aunque no se quiera, se pueda elegir. Y no necesariamente la conciliación tiene que ir ligada al trabajo en casa. Existe cierta confusión sobre ello y sobre lo que entra dentro de la famosa conciliación. Entre ellas se encontraría la jornada intensiva de verano, horario flexible, reuniones por videoconferencia para evitar viajes o la reducción de la jornada. Y, por supuesto, los permisos de paternidad y maternidad.

Mitos de una cultura pasada

Si bien es cierto que se han demostrado las bondades de la conciliación laboral, aún existen muchos mitos sobre este tipo de práctica. Argumentos que se toman como verdades por un gran número de empresas que buscan evitar dicho momento con respecto a sus empleados.

El más popular y el que más se escucha: ¿por qué necesita un millennial o alguien sin hijos tener conciliación? Durante muchos años se ha tomado como cierto que las únicas que podían tener acceso a esta opción eran las madres que debían cuidar de sus hijos. Realmente es el grupo más numeroso y con más necesidades, pero esto no deja fuera a los jóvenes de entre 24 y 34 años, sin cargas familiares, que prefieren organizar mejor su vida laboral. Por otro lado, también se ha tomado como cierta la afirmación que dice que la conciliación sólo es posible en las grandes empresas. Tenemos ejemplos reales de compañías que ofrecen facilidades en este sentido apostando por la diversidad y el talento como la de José Carlos Melón, protagonista de nuestro video, y Sales Head en Power Generation Services en Siemens. Tal como nos cuenta en la pieza, este alto cargo menor de 40 años ha trabajado en Perú, Alemania y España acompañado en todo momento por sus hijos.

Aquellas con menos personal no tienen recursos para implantarlas o no les sale a cuenta. Esto sería una verdad a medias puesto que es cierto que la ley solo obliga a implantar conciliación a empresas de más de 250 trabajadores, pero eso no quita mérito al hecho de que una buena organización en todo el ecosistema mejoraría la productividad de las empresas.

Pero, sin duda, el mayor caballo de batalla es el mito de la productividad y la competitividad. Varios estudios de la UOC afirman que la conciliación ayuda a que mejore el clima de trabajo. Después de todo, no tener que ver a los compañeros de trabajo todos los días puede ser hasta bueno para evitar los roces. Si a esto le sumamos la idea de que popularmente se ha identificado al hecho de trabajar en casa como una forma para no estar rindiendo, ya tenemos todo el paquete de mitos hecho. Popularmente se ha identificado la imagen del teletrabajo con la de un empleado distraído y con más ganas de ir a la nevera a por comida que la de estar respondiendo correos. Nada más lejos de la realidad que, sin embargo, ha ensuciado sobremanera la imagen de la conciliación.

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