Por Cpg100 (Trabajo propio) [CC BY-SA 3.0 undefined GFDL], undefined

Los temas sobre el espacio, las misiones espaciales y los astronautas siempre son fascinantes. Desde que la humanidad soñó, trabajó y rivalizó para alcanzar el espacio se han desarrollado muchas invenciones e investigaciones para facilitar la exploración espacial. Tanto en las primeras misiones, como en los transbordadores y, por supuesto, en la Estación Espacial Internacional, se ha utilizado tecnología especial para que los astronautas puedan permanecer en el espacio y realizar sus investigaciones.

Varias son las demostraciones y testimonios de los astronautas que nos dan una idea de lo difícil que pueden ser en el espacio las cosas más sencillas que hacemos en la Tierra, como lavarse las manos o escribir, por ejemplo. En este sentido, escribir siempre ha sido una actividad importante para las tripulaciones espaciales pues los datos recabados durante las misiones son bastante importantes, sobre todo lo fue en las primeras etapas de la era espacial en donde se tomaban muchas notas a mano.

Aunque la historia de los artículos que han usado los astronautas para escribir parece un tema bastante sencillo, lo cierto es que no es menor, ni poco importante. En un detalle tan, aparentemente, insignificante se ejemplifican los muchos retos que suponen las misiones espaciales. Además, este tema esconde uno de los mitos urbanos más sonados y repetidos sobre las misiones espaciales y la NASA.

El mito urbano dice así: que la NASA invirtió al menos un millón de dólares (la cifra varía según quien lo cuenta) en desarrollar la tecnología de los bolígrafos espaciales capaces de funcionar en condiciones de gravedad cero y temperaturas extremas. Los Fisher Space Pen son los bolígrafos señalados como el resultado de la inversión de la NASA, sin embargo, aunque dichos bolígrafos sí se desarrollaron para cubrir esta necesidad y se siguen utilizando, la historia detrás de estos bolígrafos es distinta.

Paul C. Fisher desarrolló su bolígrafo durante la primera mitad de la década de los sesenta y para 1965 había registrado la patente de su bolígrafo "antigravedad". Al parecer nada tuvo que ver la NASA en su proyecto pues la investigación y desarrollo de su patente se realizó con capital privado. Lo que sí es cierto es que la NASA quiso desarrollar su propio bolígrafo pero abandonó el proyecto cuando se elevaron los costos de la investigación; así que el producto de Fisher cubrió esa necesidad.

El mito urbano toma mayor cariz de Guerra Fría cuando se dice que mientras la NASA gastó una cifra millonaria para sus bolígrafos, la Unión Soviética utilizaba lápices simples. Como todo mito urbano tiene gotas de verdad, lo cierto es que en las misiones espaciales anteriores a la invención de Paul C. Fisher sí se llegaron a utilizar lápices, aunque no fueron las únicas herramientas para escribir que precedieron a los preciados bolígrafos antigravedad.

Tanto la NASA como en la Unión Soviética se utilizaron, además de lápices, portaminas, lápices de cera y bolígrafos comunes. Se dejaron de usar por diversas razones pero más que nada por seguridad pues sus componentes son inflamables y porque sus residuos (madera, grafito y papel) eran difíciles de desechar. En el caso de los bolígrafos normales la tinta no era útil en las condiciones del espacio, así que esto hacía que una tecnología diferente fuera necesaria. Es entonces que aparece Fisher con sus bolígrafos y tanto los astronautas de la NASA como de la Unión Soviética/Rusia los han utilizado desde entonces. En el sitio de la NASA se indica que esta agencia realizó la primera compra a Fisher en 1967 que consistió en 400 bolígrafos a $6 USD por unidad para el equipo de la misión Apolo. La Unión Soviética, por su parte, compró 100 bolígrafos y 1000 cartuchos en 1969 para ser usados en el programa espacial Soyuz.

Fisher Space Pen

En 1965 Paul C. Fisher registró su primer patente de un bolígrafo antigravedad. En la actualidad tiene dos modelos principales: el AG7 "Astronaut" y el "Bullet". En los videos promocionales de las Fisher Space Pen se asegura que la vida de estos bolígrafos es de 100 años e, incluso, hay algunos modelos que dicen que duran "de por vida". El secreto de las Fisher Space Pen radica en sus cartuchos presurizados con tinta tixotrópica, término que se refiere a la propiedad de algunos materiales de tener una forma estable en reposo y tornarse fluidos al ser agitados. La tinta es es empujada por nitrógeno comprimido a la presión suficiente para que se pueda escribir tanto en ambientes de gravedad cero, bajo el agua y en condiciones de temperaturas extremas.

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