La llegada del vehículo eléctrico a las carreteras está repleta de debates. Uno de los más interesantes y llamativos pone la diversión en el centro de la discusión. Y es que son muchas las voces críticas que, con el cambio de motorización y fuente de energía, reclaman a los fabricantes un mayor trabajo en las sensaciones que los vehículos eléctricos emiten durante su uso.

No obstante, la motorización eléctrica y la disposición de los elementos alrededor del chasis —diferente a los motores de combustión— abren las puertas a nuevas vías de diversión en la conducción. Los vehículos eléctricos, por ejemplo, son capaces de entregar un mayor par y, por consiguiente, ofrecer una aceleración muy superior a los vehículos de combustión equivalentes. Incluso los vehículos eléctricos más económicos gozan de esta virtud, mientras que, para experimentar un par similar en vehículos de combustión, es imprescindible sacar la chequera y buscar vehículos con mayores y mejores prestaciones.

La entrega de potencia es instantánea, uniforme y eficiente. También destacan por su bajo centro de gravedad.

Los vehículos eléctricos también carecen de cambio de marchas. La entrega de potencia, además de ser instantánea, es uniforme y eficiente. No se producen cambios de velocidades y no hay caídas temporales de “empuje”. Todo es homogéneo, sacando el máximo potencial del motor eléctrico desde el momento en el que pisas el pedal del acelerador.

También destaca el bajo centro de gravedad del vehículo, gracias a la disposición habitual de las baterías (justo bajo el habitáculo del vehículo). Esto convierte a los eléctricos en vehículos muy estables, extremadamente cómodos y, en cierto sentido, ágiles. Este tipo de atributos, por lo general, suelen estar reservados para los vehículos deportivos o de alta gama, y su presencia permite llevar al vehículo más allá de lo habitual en carreteras complejas o incluso en circuitos.

coche eléctrico

Otra de las virtudes de los vehículos eléctricos es el bajo mantenimiento que requieren —comparando de forma directa con un vehículo de combustión—. Esto no aumenta la diversión de la conducción, pero sí el tiempo que el conductor puede sacar partido a su vehículo circulando por complejas carreteras o incluso circuitos habilitados para dicha práctica.

En la línea de lo anterior, los vehículos eléctricos son inevitablemente más económicos. La energía eléctrica, especialmente en tarifas especiales, es más económica que el combustible fósil que nutre la mayoría de vehículos actuales. El resultado es un vehículo que podemos sacar con mayor frecuencia sin que el bolsillo se vea perjudicado.

Además de ser divertidos, los eléctricos pueden dar diversión durante más tiempo: menos mantenimiento y una recarga más económica.

También se habla con frecuencia de una baja velocidad máxima en los vehículos eléctricos. Aceleran de forma sorprendente, sin duda, pero la velocidad punta suele ser inferior a vehículos de combustión similares. No obstante, esta virtud no depende más que de las baterías que se incorporen en el vehículo y de las capacidades del motor que haya diseñado el fabricante. Un vehículo eléctrico puede ser tan veloz como un vehículo de combustión; y además ofrecer un par muy superior.

El único aspecto en el que los vehículos eléctricos no equiparan o superan las prestaciones de los vehículos de combustión es el sonido. Y es algo subjetivo. Varios estudios demuestran cómo un determinado segmento de la población prefiere los rugidos de motores de combustión atmosféricos o turboalimentados; mientras que otro segmento prefiere el silencio y el ligero soplido del motor eléctrico. Cuestión de gustos.

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