Los contenidos de este artículo fueron encontrados junto a un extraño libro de notaria antigüedad titulado: El Museo Secreto de la Humanidad. Después de una laboriosa tarea de investigación se pudo encontrar un cierto nivel de comentario en los años 30s, pero es nuestro deber informar que cualquier labor de crítica o reclamo debe ser realizada única y exclusivamente al autor anónimo, y no específicamente a mi persona.

Amontonados manuscritos serían depositados en una carpeta junto al peculiar libro, ambos sin fecha, autor, número de páginas o derechos de autor. He aquí lo que dictan:


Sorprendí a mi hijo adolescente toqueteándose a escondidas el otro día «lo hago por educación pa'» me diría con un cierto tono de burla. Rápidamente retiré el libro de sus manos y se sentó en mi regazo esperando los golpes bondadosos de mi cinturón, antes de empezar ojee algunas páginas.

—Sin duda se reducirá su porción de tabaco un 50%

«El Museo Secreto de la humanidad: tierras donde el hombre blanco aún no ha pisado...» interesante título. Las oraciones de consuelo se escuchaban en el fondo y seguí ojeando algunas páginas: pornografía de salvajes.

¿Cómo es posible que en el año de nuestro señor 1935 bestias como estas puedan rumiar nuestra tierra? Con sus vestidos horripilantes, costumbres pecadoras. Vuelvo a preguntar y esta vez de verdad se me sube a la cabeza ¿¡Dónde ha quedado la civilización!?

Hombres sin clasificación alguna. Aplaudo el trabajo de los investigadores que no incluyeron información sobre estas bestias, pobre de cualquiera que las conozca en persona. Salvajes, eso es lo que son, vistiéndose de maneras extrañas y asustando a las personas. Déjenme contarles algunas maravillas de esos salvajes incivilizados y quizás así aprendan la importancia del hombre racional y buen educado.

En el vestido fantástico de los notorios niños de paja

Durante los primeros años del siglo XIX secciones de Irlanda fueron invadidas por una de las muchas pandillas terroristas que de vez en cuando existían allí, conocidas por sus peculiares pero efectivas mascarillas de hierba, como los Hombres de Paja. A través de estas máscaras podían ver sin ser reconocidas, y su hábito de vestirse como mujeres agregaba a su grotesca apariencia.

El hombre Emu realiza "El Tótem"

Con una cabeza que representa el tótem sagrado de su grupo, este hombre está haciendo magia que es hacer Emus abundante para los cazadores de su tribu.

Patrón de cara de raspado completo

Este patrón de cara grotesca en carne rugosa se conoce como un "raspado completo". El hombre sólo podía ser fotografiado dormido; huyó de la cámara como si fuera brujería.

Sonidos de una Marimba mexicana

Como todos los pueblos latinos, los mexicanos son sumamente musicales, y los mestizos y los indios también son intensamente aficionados a la música y el canto. En las numerosas plazas, una deliciosa música, excelentemente ejecutada, resuena a lo largo de las horas de la noche.

Un templo Vudú en la isla de Haití

Una temible institución con observaciones temibles, este templo vudú representa todo lo que es más salvaje en ciertos negros haitianos que consideran que esta adoración supersticiosa es más agradable que su fe católica nominal. El culto vudú es actual en varias islas de las Indias Occidentales, y sus ritos sagrados, realizados por un sacerdote y una sacerdotisa, se basan en el culto de la serpiente verde.

Ama de casa de Macusi

Los arquitectos nativos de la Guayana Británica prestan poca atención a la privacidad como al saneamiento y la higiene. Las paredes equivalen a nada más que el trabajo en celosía de malla más ancha y las ventanas son superfluas. Todo lo que pide el ama de casa es una suficiencia de utensilios de madera o calabazas, cestas que ella misma teje, y un mortero de madera pesada en el que, con un palo de mazo, puede arrojar fruta y grano.

Hermanas tibetanas usando pelucas y brazaletes

Es raro de hecho para esa gente ver una cámara. Viviendo en un aislamiento completo en una tierra aislada, de difícil acceso, las monjas de las casas religiosas del Tíbet deben forzosamente mantenerse estrictamente a sí mismas. Las mujeres de edad que usan gorras son hermanas laicas, viejas casi más allá de la humanidad e inhumanamente sucias. El resto son monjas de pleno derecho. Éstas deben afeitarse sus cabezas y asumir mopas como pelucas. El más grande de estos revestimientos enmarañados oculta la cabeza calva de la abadesa sentada en el centro y llevando en su garganta una caja de encanto tachonada de turquesas.

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