"Esta mañana, desde mi ventana, he contemplado la campiña largo tiempo, antes de la salida del sol; sólo brillaba la estrella matutina, que parecía enorme".

La noche estrellada de Vincent van Gogh es una de esas pinturas tan icónicas que de aquí a algunos años se seguirán imprimiendo versiones para colorear en todos lo colegios que se deleitan con colgar colecciones de dibujos horripilantes realizados por niños y sus descontrolados crayones de cera.

Su inesperada belleza proviene quizás de su asombrosa condición matemática o del simple hecho de que notamos a cada trazo las pequeñas representaciones de un hombre inestable. Y por lo muy extraño que era Van Gogh estamos hablando de una persona que probablemente se cortaría la otra oreja de ser retado.

Antes habría que presentarle a otra prostituta que esté dispuesta a aceptar una oreja como pago.

"Finalmente, tengo un paisaje con olivos, y un nuevo estudio de cielo estrellado".

El valor expresivo de la obra viajó más de un siglo llegando a mezclarse con las referencias pop de la artista Aja Kusick, quien incluyendo la Torre Eiffel en su propia versión de La noche estrellada, fue citada en un blog estudiantil cuando se pensó por accidente que la pintura pertenecía verdaderamente al propio Van Gogh.

Pero en vez de continuar su vida con una simple anécdota extra, decidió mantener las ilustraciones para conseguir una serie completa que combina elementos culturales con la majestuosidad del evento estrellado.

"Confieso que no sé qué pueda ser, pero la contemplación de las estrellas siempre me hace soñar, tan simplemente como me hacen soñar los puntos negros que representan en los mapas las ciudades y los pueblos. ¿Por qué, me pregunto, los puntos luminosos del firmamento habrían de sernos menos accesibles que los puntos negros en el mapa de Francia?"

Recibe cada mañana nuestra newsletter. Una guía para entender lo que importa en relación con la tecnología, la ciencia y la cultura digital.

Procesando...
¡Listo! Ya estás suscrito

También en Hipertextual: