Pues no parecía tan mala idea años atrás. El tatuaje que ahora decora tu brazo, sin embargo, comienza a resaltar cada día mientras te miras en el espejo, como una decisión de la que arrepentirse y que no tiene solución. Pero en realidad, sí que la tiene. Por supuesto, se puede eliminar. La eliminación de tatuajes por láser es una medida a la que se recurre mucho más comúnmente de lo que imaginamos. Pero ¿cómo funciona? ¿Tiene algún peligro? Veamos qué se cuece bajo nuestra piel.

¿De qué están hechas las tintas?

Antes de explicar cómo se elimina, es vital entender cómo se hace un tatuaje. Los tatuajes consisten en dibujos (auténticas obras maestras en ocasiones) que se colorean gracias a las tintas inyectadas bajo la epidermis, en la dermis. Esta capa de nuestro cuerpo es parte del tejido conjuntivo formado por fibras diversas y algo de grasa. Esta capa tiene como finalidad protectora, básicamente. Lo que hace un tatuador es introducir tintas en dicha capa, de manera que se vean a través de la piel. Los diversos colores e las tintas, por cierto, se deben a diversos metales, los cuales tienen en su composición sales que incluyen metales pesados. Hasta la fecha, aunque existen algunos estudios que ponen de manifiesto cierto riesgo, la FDA uno de los dos agentes más importantes en cuanto a seguridad en todo tipo de sustancias, no considera concluyentes dichas aportaciones. Probablemente esto se deba a la situación química en la que se encuentran dichos metales. Entre dichas sales están los aluminatos de cobalto, los óxidos de cromo o titanio y zinc o el sulfuro de cadmio, entre muchos otros.

eliminación de tatuajes por láser

Aunque por el momento no se ha encontrado consenso sobre su toxicidad, todo parece indicar que son seguros excepto en casos concretos donde presentan alergias. Esto se debe a una cuestión básica, cuando metemos la tinta bajo la piel, automáticamente nuestro cuerpo activa una reacción de defensa que consiste en cientos de células del sistema inmune tratando de devorar las partículas de tinta. Así, un ejército de glóbulos blancos "fagocitan", tragan, las partículas más pequeñas de la tinta. Por eso, entre otras cosas, hay que repasar un tatuaje, que tras las primeras inyecciones decolora un poco debido a la acción de nuestro propio cuerpo, que elimina las partículas más pequeñas de la tinta mediante el sistema excretor. Sin embargo, las partículas más grandes no pueden ser fagocitadas, por lo que se quedan para "siempre". Aquí es donde entra en juego la eliminación de tatuajes por láser.

Lo que no pueda un láser...

Para eliminar un tatuaje para siempre solo tenemos que dejar que nuestro cuerpo se deshaga de las partículas de tinta. Pero, ¿qué hacemos con las partículas excesivamente grandes? Romperlas, por supuesto. Para ello, en la eliminación de tatuajes por láser se utiliza un láser de alta energía y pulso corto (conocido como Q-Switched laser, entre otros nombres) que bombardea los puntos concretos de la piel donde está la tinta. El tipo de luz que emite es una radiación ionizante, es decir, contiene energía suficiente como para modificar las moléculas, produciendo quemaduras, mutaciones o, en este caso, la ruptura de las partículas. Por eso mismo se utiliza en pulsos muy cortos (además de por el gasto energético que supone) y de forma muy localizada.

eliminación de tatuajes por láser

El proceso de ruptura de las partículas se conoce como fototermólisis, que significa "ruptura por calor debido a la luz". Para evitar que el láser de alta energía produzca daños adicionales en el resto de tejidos se utilizan rango de longitud de onda muy concretos. Para que lo entendamos, la longitud de onda es más efectiva en este caso según el tamaño de las partículas que estemos tratando (y según el tamaño de las sales que producen el pigmento). De esta manera, la eliminación de tatuajes por láser se centra en atacar solo a los pigmentos, reduciendo todo lo posible el daño por quemaduras en la piel que podría proceder de un tratamiento sin cuidado.

Al destruirse las partículas de tinta, el sistema inmune comienza su proceso de absorción de inmediato, eliminando los restos destruidos por el láser. A veces pueden quedar pequeños levantamientos de la piel y cicatrices ligeras debido a la acción de la tinta durante todos estos años en la piel. En el peor de los casos, el láser puede provocar quemaduras en los tejidos, pero esto no ocurre normalmente debido al cuidado de los profesionales que los usan. No obstante, hay que recordar siempre que eliminar un tatuaje es exponernos a una máquina capaz de chamuscar nuestra piel o, incluso, provocar mutaciones que podrían poner nuestra vida en peligro a la larga. Así que antes de tener que pasar por ese proceso, lo mejor es pensarnos bien si queremos llevar la tinta bajo la piel.

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