Las inversiones en activos inmobiliarios no son un invento del siglo XXI ni mucho menos. Su capacidad de ser tangibles, de verse, de poder tocarse, las hace, en muchas ocasiones, un recurso atractivo para invertir dinero.

Pese a las diatribas financieras que se han vivido en los últimos años, una vivienda o varias, siguen siendo uno de los paraísos de inversión más recurrentes. Tanto para grandes, como para pequeños. Donde algunos ven especulación con un bien necesario para todos, otros sólo ven dinero. Y es que ambos tienen razón, a su manera.

Al amparo de esta circunstancia, y montados sobre la nueva ola del crowdfunding, han surgido infinidad de compañías que juegan a las "startups" que quieren democratizar el mundo inmobiliario. Muy populares en Reino Unido y Estados Unidos desde hace años, esta tendencia está empezando a calar en México y España, sobre todo a partir del inicio de 2016.

Hasta la fecha, el acceso a las grandes inversiones inmobiliarias corría a cuenta de las grandes fortunas o entidades de construcción. Lo que ellos llaman "democratización" de la actividad es en el sentido de que permiten la entrada a todo tipo de personas, lo que tiene sus pros y sus contras.

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Un funcionamiento sencillo

En España la pionera se llama Housers, y lleva operando casi un año en el mercado. Ya varios han seguido su estela. En México, los primeros de su clase, se han puesto el nombre de Inverspot. Desde febrero de 2016 han querido importar el concepto de la democratización inmobiliaria principalmente a la capital del país.

Su funcionamiento es muy similar a de cualquier crowdfunding: se plantea un proyecto para el cual se requiere financiación y la plataforma, a su vez, contacta con los pequeños inversores. A través de sus pequeñas participaciones se llega al monto total necesario para poder sacar adelante la idea. Sólo que en este caso no se trata de un invento tecnológico, sino de una vivienda. En algunas plataformas como Kirkstarter lo que se ofrece a cambio de la inversión es el producto que se ha promocionado. En este caso eso sería inviable, por cuestiones lógicas, por lo que se ofrece el retorno de la inversión más los rendimientos. Es decir, como invertir en otro cualquier activo financiero.

Para seleccionar los recursos inmobiliarios en los que invertir, el equipo de las empresas hace un estudio previo para luego ofrecérselo a los inversores con la máxima seguridad posible. Los creadores de estas plataformas saben que no pueden fallar porque ya se ha fallado demasiado en este sector y la confianza, minada en términos generales, es básica.

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Erik Kalibayev - Shutterstock

Atención: la seguridad no existe

Casi todos recuerdan el estallido de las burbujas inmobiliarias, especialmente en España. El incremento desbordado de los precios reales, tras años de especulación con activos inmobiliarios desembocó -amén de otra serie de sucesos encadenados- en una de las mayores crisis financieras de la historia para el país. Cientos de propietarios de viviendas, que habían desembolsado el doble o incluso el triple del valor real del activo, se quedaron con un agujero financiero y un productor devaluado. Desde ese momento, todo lo que tenía que ver con "el ladrillo" se ha tomado con pinzas; y se la palabra burbuja ha resonado en todos los lugares. La Asociación Mexicana de Profesionales Inmobiliarios(AMPI) alertó de esta posibilidad hace unos meses, pero tampoco creen que pueda ocurrir en el país.

El problema es que se paso de cero a 100 en muy poco tiempo. Pero como en todo, existen los términos medios. Es cierto que este tipo de iniciativas le ha dado un poco de frescura a un sector al que le crecían telarañas por todas las esquinas.

Se posicionan como una alternativa de inversión que no sólo puede estar limitada a esos complejos e incomprensibles productos que venden en los bancos. La posibilidad de entrar o salir del proyecto cuando se necesite, cuestión que se le ha echado en cara a muchos otros recursos financieros o convertirse en un Plan B para alojar ahorros son algunas de las ventajas que se le pueden achacar a esta nueva moda.

Pero que el concepto de democratización no confunda a nadie en la sala. Como cualquier inversión conlleva un riesgo y el eslogan típico es eso, un eslogan.

La historia no sólo se reduce a los beneficios. Estas inversiones, que se realizan a través de la creación de una sociedad limitada, implican unas responsabilidades. Y como toda responsabilidad, también comporta unos riesgos. No deja de ser una inversión y esta requiere un conocimiento, aunque sea mínimo, del sector. Se acabó el recurso de la inocencia; es deber del inversor saber en todo momento cómo se está tratando su dinero y, en algunas ocasiones, el mundo del crowdfunding no pone mucho de su parte. Ayudaría tener una legislación mucho más propicia, pero de momento lo que hay es esto.

Por último, y directamente vinculado con el riesgo, el mercado inmobiliario hoy puede estar arriba, como mañana puede estar abajo. Es volátil, y es esa característica lo que les hace tener riesgo; algo que hoy tiene un valor de 1.000 puede no tenerlo mañana.

Como todo, nada es bueno ni malo al 100%, al igual que nada carece de riesgo al 100% porque hasta la democracia tiene sus fallos.

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