Cuando piensas que se acaban las complicaciones del embarazo y del parto, se acaban los cólicos, los pañales y los baberos, aparcas por fin el carrito y la sillita. Cuando cuelgas las mochilas portabebés y ya no te sabes los precios de los pañales de memoria en cinco supermercados distintos. Cuando por fin piensas que todo está superado, zas: los grupos de padres de WhatsApp.

No te avisaron en los cursos de preparación para padres primerizos. Y como nuestros padres no lo vivieron, no nos pudieron advertir y nos ha pillado de nuevas. Estamos ante territorio desconocido, posiblemente el futuro de la sociedad civil dependa de cómo los padres de forma colectiva superen este delicado trance de equilibrio mental y habilidades sociales.

Todo empieza con una excusa, una mentira o un error de previsión. ¿Hacemos un regalo al profesor de judo?, ¿quiénes vais a venir al cumpleaños de Martina?, ¿cómo vamos a organizar el desfile de carnaval? Desde hace varios años todas estas preguntas tienen una respuesta: “hacemos un grupo de WhatsApp y ahí ya vemos”. Si la vida fuera un videojuego sería en ese momento en el que escucharías unos acordes tristes, la pantalla se volvería oscura y verías las letras “Game over”.

Has perdido, y lo peor es que no lo sabes. Pronto ese móvil tan moderno que te has comprado se convertirá en una máquina que no deja de encenderse cada diez segundos. En lo que en apariencia es una cascada de burbujas blancas y verdes, de dobles checks azules y de mensajes por leer se esconde lo más sórdido de la sociedad.

Un nuevo continente

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Descubres que la “generación más preparada de la historia”, una de las que más titulados universitarios tiene en todo el mundo, los hijos de la Transición —con T mayúscula—, los cosmopolitas hijos de la España de los 70 y 80 son en realidad una máquina de escribir con tantos errores de ortografía como quepan en un mensaje, de preguntas a deshoras, de cacareo constante y con alta tendencia al pánico colectivo.

Eres testigo de cómo padres divorciados con custodia compartida deciden pelearse en público. Puedes enterarte de que ha ganado Fernando Alonso, te reenviarán chistes de Neymar y de Cristiano Ronaldo, imágenes motivadoras, vídeos que ya eran viejos cuando los colgaron en ElRellano.com y discusiones políticas que dejan las nocheviejas con tu cuñado a la altura de Sócrates.

Y por último, un favorito personal, con el paso de los meses y el aumento tácito de confianza en el grupo, descubres que en realidad la mayoría de los padres dejan comentarios racistas que harían enrojecerse a Donald Trump. “A ver si se nos va a llenar el colegio de gitanos ahora” o “la chinita no llevó el disfraz, debe ser que en su país no celebran carnaval” pasan ante respuestas afirmativa de algunos y la vergüenza ajena pero silenciosa de otros. Descubres que su concepto de diversidad cultural es tener niños que vivan en diferentes calles, y que su idea de la tolerancia es que esperan para juzgarte a llegar a la Wi-Fi de casa.

Un consejo: cuidado con lo que escribes, que las capturas de pantalla las carga el demonio. Una frustración contada en la cafetería con otros padres mientras que esperas a que salgan tus hijos son palabras, y las palabras se las lleva el viento. Pero no serás el primero ni el último que se mete en problemas por algo dicho en el grupo de WhatsApp.

El helicóptero se convierte en las fuerzas aéreas

Conversación simulada basada en hechos reales.
— ¿Qué deberes hay para hoy? — Ay, no sé, mi hijo me ha dicho que no había. — La mía me ha dicho que sí, de Lengua.

Los anglosajones tienen el concepto del “helicopter parent” que describe a los padres que están de forma excesivamente pendientes de los hijos de forma que les llegan a anular su independencia. Con estos grupos de WhatsApp, los padres helicóptero se juntan y se transforman en un batallón de ataque que no se veía desde la Operación Tormenta del Desierto en 1990.

Y ahí el grupo revienta como una presa tras una semana de lluvias. Fotos de los deberes hechos y por hacer, preguntas por las páginas concretas. Algunos angustiados porque su hijo se ha dejado el libro en el colegio, otros porque no les había dicho nada hasta que pasa un rato y el corral se calma. O eso creías. Es entonces cuando aparece la palabra prohibida: Examen.

Es posible que puedas ir al Camp Nou con la camiseta de Luis Figo en el Real Madrid y causes menos pánico que la palabra “examen” en un grupo de padres de WhatsApp. Puedes sentir el dolor punzante en los corazones de los padres. Su hijo, su Ramón, su pobre Ramón, se enfrenta a un examen. Con tan solo nueve años. Tan joven y tan prometedor, verá cómo su vida queda trastocada el martes a las 10h00 cuando suene el timbre.

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Los mensajes en mayúsculas se precipitan. Los emojis de susto no bastan. Puedes notar el procesador del móvil sufrir al descargar el flujo de mensajes, y ves el indicador de batería de tu móvil bajar como si fuera un minutero.

El Santo Grial: el WhatsApp de un profesor

Un profesor poco precavido.
Un profesor poco precavido.

En esta vida se protegen dos cosas: las claves de lanzamiento nucleares y el número de móvil de un profesor. Wikileaks puede filtrar todos los emails de Hillary Clinton que quiera, pero nunca podrán conseguir el teléfono de Juan Ramón el de Matemáticas.

Cuando, por inexperiencia o ingenuidad del profesor o profesora —Nota: los topos suelen estar en el AMPA— llega esa información a un grupo de padres de WhatsApp se celebra como los rusos celebraron la liberación de Stalingrado. Los padres y madres, conscientes de la preciada información que poseen, empezarán a utilizarlo de forma casual. Tentando las aguas.

Las inocentes preguntas irán a más. Si el profesor responde, la información pasa a ser fuente indisputable. El pantallazo de la respuesta recorre un grupo tras otro como revelación mariana. Los papás y las mamás han olido sangre de un profesor incauto al que solo le quedará cambiar de tarjeta SIM.

¿Cómo salirse de un grupo de padres de WhatsApp?

Una mentira como cualquier otra.
Una mentira como cualquier otra.

Normalmente cada familia está en uno o dos grupos de WhatsApp por hijo en edad escolar. A 100-200 mensajes por día, si tienes 2 ó 3 hijos acabas pensando en contratar un asistente personal para estar al día hasta que un día piensas: “me salgo del grupo y ya está”. Permíteme que me ría.

De la Cienciología no se sale, y de un grupo de padres tampoco. No te lo pondrán fácil, y he visto de todo: desde abandonos subrepticios de madrugada, hasta valientes que se van diciendo adiós con un emoji. Pero lo que más se ve son las mentiras. Todo el mundo sabemos que “es que me han cambiado el móvil en el trabajo”, “yo es que el móvil no lo miro”, “ay, no me había fijado que no estaba en el grupo, habrá sido la niña que me lo toquetea todo”. No vas a engañar a nadie.

Si consigues irte del grupo sin ser añadido de nuevo a los dos microsegundos de haberte ido, empieza lo difícil. Empieza con comentarios a la salida del colegio, “como has dejado el grupo… pues ya no te enteras”, y cuando te quieres dar cuenta, tus hijos empiezan a dejar de ser invitados a los cumpleaños y a ti te empiezan a pitar los oídos cada vez que se metan contigo en el grupo en el que ya no estás.

Pero que no te preocupe, tú ya eres libre. Tus hijos se buscarán la vida para hacer los deberes como han hecho los niños siempre, los exámenes llegarán igual, y si tienes que esperar al lunes para ponerle una nota al profesor en la agenda de tu hijo, esperas.

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