Una idea es algo muy poderoso. Puede motivar a millones de personas a realizar un objetivo común, cambiar su perspectiva sobre el universo o hasta hacer invisible algo obvio que, si fuese verdad, contradeciría la base que sostiene al ideal.

Como señala Leon Festinger en su famoso libro "When Prophecy Fails", si un grupo de personas se comprometen con un ideal hasta el punto de dedicar sus vidas a él (ya sea parcial o completamente) y luego son obligados a enfrentarse con un evento que contradice las premisas esenciales que lo componen, los sujetos rara vez suelen aceptar dicho hecho. Se establece una disonancia cognitiva para proteger al individuo de daño psicológico. Un mecanismo de defensa cuyo origen sigue rodeado de misterio.

Este es el caso de los seguidores del socialismo del siglo XXI. A pesar de la miseria por la que se caracterizan los países que siguen esta doctrina, ninguna prueba es suficiente para cambiar la opinión de los defensores de esta teoría económica.

Venezuela es uno de los desdichados países que experimentan los efectos de que el Gobierno se haga con el control de todo; desde los servicios más intrascendentes, hasta la importación de alimentos y medicinas. La escasez general ha llegado a afectar a todos los sectores de la sociedad, tanto a los mercados como a las farmacias.

REUTERS/Jorge Silva
REUTERS/Jorge Silva

Los hospitales trabajan como pueden, sin presupuestos decentes ni insumos suficientes. Logran sobrevivir ayudados por organizaciones locales que tratan de llenar el vacío que deja la corrupción gubernamental.

Todo esto ha sido reportado responsablemente por muchas agencias de noticias a nivel mundial. Sin embargo, existe un grupo de individuos que son marginados desde siempre y en todas partes del mundo: los enfermos mentales de gravedad. Las condiciones en las que viven suelen ser penosas, independientemente de la sociedad en que se encuentren. En el caso de Venezuela, poco se sabía de la situación en la que viven estos sujetos.

The New York Times se dio la tarea de remediar nuestra ignorancia, escribiendo un excelente artículo (con imágenes incluidas) acerca del infierno que soportan todos los días los enfermos mentales que residen en un hospital psiquiátrico de Barquisimeto, financiado por el Gobierno.

La falta de medicamentos deja a muchos pacientes desquiciados y en estado de confusión. Para los individuos que sufren de esquizofrenia, estas medicinas son vitales para su funcionamientos diario. Tristemente, las pocas pastillas que llegan alcanzan solo para los casos más graves; los demás deben aprender a vivir con sus tormentos.

Las siguientes imágenes son espantosas y representan la realidad de miles de personas; no constituyen un caso aislado, sino que lugares así se encuentran en todo el país y se han vuelto comunes. Las fotografías son útiles, ya que revelan una realidad oculta que muchos desconocen.

Meridith Kohut para The New York Times
Meridith Kohut para The New York Times
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Meridith Kohut para The New York Times
Meridith Kohut para The New York Times
Meridith Kohut para The New York Times
Meridith Kohut para The New York Times
Meridith Kohut para The New York Times
Meridith Kohut para The New York Times
Meridith Kohut para The New York Times
Meridith Kohut para The New York Times
Meridith Kohut para The New York Times
Meridith Kohut para The New York Times
Meridith Kohut para The New York Times
Meridith Kohut para The New York Times
Meridith Kohut para The New York Times
Meridith Kohut para The New York Times
Meridith Kohut para The New York Times
Meridith Kohut para The New York Times
Meridith Kohut para The New York Times
Meridith Kohut para The New York Times
Meridith Kohut para The New York Times
Meridith Kohut para The New York Times
Meridith Kohut para The New York Times
Meridith Kohut para The New York Times
Meridith Kohut para The New York Times
Meridith Kohut para The New York Times
Meridith Kohut para The New York Times
Meridith Kohut para The New York Times
Meridith Kohut para The New York Times
Meridith Kohut para The New York Times
Meridith Kohut para The New York Times
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