El episodio, titulado “Pillar of Salt”, comienza con una familia de tres miembros que abandona la colonia administrada por el imposible superviviente Alejandro (Paul Calderon) porque, según le dice Francisco (Alfredo Herrera) a su pequeña hija, “ya no es segura”: es la forma que tienen los guionistas de aguijonear nuestra curiosidad para que nos preguntemos qué ocurre en el supuesto refugio al que había llegado Nick Clark (Frank Dillane) y, sobre todo, tratar de inquietarnos porque puede encontrarse en peligro. La familia, por supuesto y por lo pronto, no llega muy lejos sin darse de bruces con los indeseables dirigidos por Marco Rodríguez (Alejandro Edda), dueños sobrevenidos del almacén Pelícanos, lo que está claro que va a comprometer a la colonia.
No obstante, parece que Alejandro no quiere ser consciente de ello, o su fe en que todo saldrá bien le supera o guarda algún as en la manga, y Luciana (Danay García) es lo suficientemente leal e irreflexiva en este sentido como para no cuestionar su criterio. Pero, tal como ya había advertido él mismo a Alejandro en “Pablo and Jessica” (2x11), el capítulo anterior, a Nick no le basta la fe ciega que el resto de la comunidad tiene en su líder, el mordido que sobrevivió, y se afana en vano por evitar que Marco y sus secuaces lleguen a las puertas de la colonia: nos olemos una situación quizá semejante al asedio vivido en la cárcel por Rick Grimes (Andrew Lincoln) y compañía, a cuenta del añorado Gobernador (David Morrissey), en la cuarta temporada de The Walking Dead.
Lo siguiente que vemos tras la evasión familiar es a la desaparecida Ofelia Salazar (Mercedes Mason), a la que no se le había visto el pelo desde “Los muertos” (2x09) y que, tal como había supuesto Victor Strand (Colman Domingo), se había largado sin decir ni adiós del hotel al que había llegado con él y con Madison Clark (Kim Dickens) apropiándose del único vehículo disponible: es la última que ha contribuido a la fragmentación del grupo original de supervivientes en esta segunda temporada.
Ha parado en un lugar que, por lo visto, conoce, y aprovechan para enseñarnos con un par de flashbacks parte importante de su pasado, que recuerda en el momento y de la que ya había hablado brevemente en el noveno episodio con Alicia (Alycia Debnam-Carey). Y, si de veras llegásemos a extrañar a alguno de estos personajes cuando se van al otro barrio, nos resultaría un buen regalo de los guionistas volver a ver a Griselda Salazar (Patricia Reyes Spíndola) en el segundo flashback.
Y en el hotel demuestran que se han tomado en serio lo de convertirlo en un nuevo y productivo hogar en el que cuentan con todo lo necesario para subsistir. Allí, Alicia charla un poco con Héctor (Ramsés Jiménez), que aún no se ha prodigado mucho, sobre su hermano ausente, Nick, y es de agradecer que así sea porque detalles así potencian la verosimilitud emocional de los personajes, como cuando Victor empatizó con Óscar (Andrés Londono) por el estado de la que era su reciente esposa, Jessica (Schuyler Fisk), en el capítulo anterior. Pero siempre tienen que haber problemas que alteren la paz y, de pronto, el mismo Victor sufre las consecuencias de la ayuda que le brindó a Óscar.
Esto, que ya temíamos cada vez que la inestable Ilene Stowe (Brenda Strong) intervenía, propicia que Andrés (Raul Casso) también se prodigue un tanto con sus cuidados médicos, y la primera conexión entre los integrantes separados del grupo original, porque todos van al mismo sitio cuando necesitan algo a realizar algún trueque: el almacén El Pelícano, a donde los miembros de la colonia van a por agua; lo que quiere decir que no se encuentran muy lejos unos de otros, hecho que confirma la última imagen del episodio, la de Travis Manawa (Cliff Curtis), que se decide a seguir, significativamente solo, su propia aunque brevísima estrella de Belén.