Que el mundo se ha convertido en un todo en el que se pueden traspasar fronteras es un hecho que todo el mundo conoce. Para bien o para mal, esta cuestión es toda una realidad. En el punto de vista positivo tenemos el incremento de las oportunidades, las opciones de trabajo y el conocimiento. Por la parte negativa, un fenómeno que, por circunstancias, ha obligado a muchos a buscarse el porvenir fuera de su lugar de origen no por deseo, sino por obligación.

Conocida como fuga de cerebros esta una circunstancia ha afectado a una gran parte de los países del mundo. En el que lo más preparados "huyen" para buscar algo mejor. Con la peculiar tendencia norte-sur, en la que entran en juego las implicaciones históricas y culturales, miles de jóvenes han migrado a otros lugares. España tiene su lucha sempiterna con convencer los jóvenes de que no migren al paraíso de los ingenieros, Alemania. Y también México que, por su cercanía y vinculación a Estados Unidos, tiene un gran caballo de batalla que afrontar.

Las diferencias entre estas regiones con sus respectivos nortes siguen siendo inmensas, pese a las mejoras. En el caso de México, más de 13 millones viven en Estados Unidos. De los cuales, una gran parte son jóvenes y con estudios de índole tecnológico. Y es que, las comparaciones son odiosas. El sueldo de un ingeniero de Silicon Valley es 20 veces que el recibe un profesional en el mismo puesto ubicado en México según la red de contratación Hired, y 16 veces superior según el Instituto Mexicano de Competitividad. Y pese a la diferencia entre las cifras, la cuestión es que sigue habiendo un abismo entre ambos ecosistemas.

Las diferencias entre el coste de vida, que para nada pueden ser comparables, explican esa variable. Además de la presencia en Silicon Valley de algunas de las empresas más grandes del mundo, con más oportunidades y posibilidades. Con este panorama, difícil no irse y difícil también competir contra ellos.

Muy bonito pero también complicado

Todo paraíso tiene su parte fea y, por supuesto, Silicon Valley no está exento de ello. El nivel de vida es superior porque los sueldos son superiores, y viceversa. Las oportunidades son muchas porque hay cientos de grandes empresas dispuestas a luchar por el mejor talento, y viceversa. Pero, y aquí viene la parte mala, la competencia también es feroz. Medio mundo tiene los ojos puestos en el caramelo que se reparte en Silicon Valley y todos quieren llevarse su parte.

Los contactos, la experiencia y la valía de cada uno son factores determinantes a la hora de destacar. Pero en el factor de la educación poco pueden hacer los que vienen de fuera. En una región alimentada por los mejores cerebros del MIT, Harvard, Yale o universidades de la liga británica, para aquellos que han cursado en las mejores universidades de su país, pero sin calado internacional, el bache es aún más grande.

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