Su objetivo es claro: encontrar una fuente de energía alternativa que ayude a mejorar la eficiencia energética en varias industrias, por ello moldea y diseña los materiales para adaptarse a múltiples aplicaciones como en el sector del automóvil donde el calor que se desprende del tubo de escape podría ser aprovechado.

La temperatura del aire que sale de un coche es de aproximadamente 500 grados centígrados, lo que provoca que el tubo de escape esté a unos 300-400 grados. Esta energía disipada y perdida puede ser aprovechada para generar electricidad. Varias soluciones termoeléctricas son empleadas en diferentes industrias; pero su coste es muy elevado.

La investigadora busca un material más económico jugando con su composición y proceso de fabricación con el objetivo de crear una cerámica de alta eficiencia que no sea tan cara y tóxica como las empleadas para estos propósitos en la actualidad.

El problema es que, pese a que las cerámicas halladas no son tóxicas y son baratas — relativamente — de producir, su eficiencia es de un 0,6 una cifra todavía alejada de los materiales comerciales con una tasa de eficiencia de 4. Aun así la mexicana asegura que los beneficios son muchos y que cuando logren reducir los costes de producción será algo muy "beneficioso para la sociedad."

Las cerámicas son diseñadas en la Universidad de Manchester.

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