Everest

Daniel Prudek | Shutterstock

Nadie coronó la cima de la montaña más alta del planeta durante el pasado año. Sus laderas llevan dos años viviendo desgracias, lo que ha provocado que nadie pudiera llegar hasta arriba. Desde el pasado 2014, cuando una avalancha acabó con la vida de dieciséis escaladores y un importante campamento base, la montaña ha sido barrida por un tiempo inclemente, nuevas avalanchas y el terremoto que asoló Nepal. Desde entonces, el monte Everest no ha visto a nadie en su cumbre. El primero en cuarenta y un años de subidas ininterrumpidas.

A casi 9.000 metros

La cima del monte Everest se encuentra a 8.848 metros sobre el nivel del mar. Una montaña increíblemente formidable. Es tan alta que en su cumbre el aire es más tenue y la presión atmosférica es un tercio de la presión normal. Esto implica una dificultad extrema para la respiración al llegar a la conocida como "zona de la muerte", por encima de los 8.000 metros. En este punto, normalmente, los escaladores y equipos suelen emplear máscaras de oxígeno suplementario, aunque se puede encumbrar la cima sin ayuda de éste. No obstante, las temperaturas bajísimas (entre los -60 y los -20ºC), así como el hielo, la deshidratación y los vientos ya son problemas suficientes para los escaladores por lo que solo 154 personas han conseguido escalar la cima sin usar botellas de oxígeno.

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Con este panorama, cualquiera podría pensar que son muy pocos los que suben el Everest. Pero desde hace varias décadas, casi 5.000 personas han subido el Everest, aunque no todas han tocado la cima. El número total de intentos de subida en los últimos cincuenta años ronda los 10.000, una cifra nada desdeñable para ser una montaña con tantos peligros escondidos. Entre ellos, los principales son las temperaturas extremas y el hielo, causante de la mayoría de accidentes. El clima es rey en el Everest y decide el éxito de una expedición. Pero no es lo único. Entre las rocas es muy fácil perderse (para siempre) si no se lleva al guía adecuado. Por último, están las avalanchas o, incluso los terremotos, que pueden acabar en auténticas tragedias.

El peor año para el Everest

Precisamente, estos han sido los causantes del que tal vez sea el peor año para el monte Everest. En 1996 murieron quince personas en las laderas de la montaña debido, principalmente, a la climatología. En 2014 una avalancha dejó sepultadas a unas veinticinco personas, de las cuales murieron dieciséis. El 25 de abril de 2015 un enorme terremoto de 7,8 asoló Nepal. El 26, una replica de 6,7 se dejó sentir bajo las laderas del Everest. Una enorme avalancha, consecuencia del sismo, sepultó el campamento base desde donde se comienza uno de los ascensos a la cumbre. Se rescataron a cientos de personas, pero decenas de sherpas murieron en las laderas de la montaña más alta del mundo. China cerró entonces la vertiente tibetana. Si por entonces los ánimos estaban ya bajos en torno a los montañistas deseosos de subir, la catástrofe supuso un jarro de agua fría.

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Kuriki decidió darse la vuelta a tan solo 500 metros de la cumbreDesde 2015, encontrar patrocinadores que costeen el ascenso o, incluso, guías capaces de dirigirlo es una tarea casi tan ardua como la propia subida. El 8 de octubre, Nobukazu Kuriki, el montañista japonés, se encontraba a 500 metros de la cumbre cuando decidió darse la vuelta. La nieve se había acumulado hasta lo imposible. El Everest le ganaba de nuevo la batalla a Kuriki, quien ya había perdido dos dedos por culpa de la congelación durante el año anterior. Con él se cerraba el primer año desde 1979 sin que nadie coronara la montaña. Pero es algo normal si tenemos en cuenta que Nepal está recuperándose de una enorme tragedia. Este país vive en gran medida de los recursos que deja el turismo y los montañeros. Pero ahora mismo tiene preocupaciones mayores en las que centrarse. Esto limita el número de visitantes, lo que tal vez no sea tan negativo. Porque 2015 puede que dejara a la montaña más alta del mundo más solitaria que nunca. Pero mientras se asientan las entrañas de la tierra nadie sabe hasta donde puede llegar la catástrofe.

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