En La Mancalona llevan ya casi dos años operando y manteniendo el sistema de purificación de agua que los investigadores del MIT desarrollaron e instalaron allí.

El sistema consiste de dos paneles solares que convierten la energía solar en electricidad, responsable de alimentar un conjunto de bombas que impulsan el agua a través de membranas semiporosas en un proceso de filtración denominado ósmosis inversa. Este sistema es capaz de purificar tanto el agua proveniente de pozos salobres como el agua recogida de la lluvia, produciendo alrededor de 1.000 litros de agua limpia al día para los 450 residentes que, en su mayoría, son agricultores.

Este equipo del MIT ya demostró previamente la viabilidad del sistema tecnológico en el laboratorio y en pruebas de campo. Ahora, en un estudio, informan cómo los residentes de La Mancalona han podido usar correctamente el sistema tras haber sido entrenados por investigadores del MIT para operar y mantener la tecnología empleada. Los aldeanos pagan a los operadores de la comunidad por el agua consumida a un precio que pueden permitirse, de esta forma se crea un sistema auto-sostenible.

Lo más interesante no es la tecnología per se, es la capacidad de los habitantes de la remota Mancalona de operar un sistema de alta tecnología sin conocimientos previos. Solventando sus problemas y demostrando un nuevo paradigma de provisión de agua limpia para los necesitados de ella en todo el mundo.

El equipo del MIT junto a la población local.
El equipo del MIT junto a la población local.

La principal barrera era el lenguaje. Los traductores tenían que traducir las palabras en inglés de los ingenieros del MIT al castellano, luego al castellano usado en Yucatán y, finalmente, al dialecto indígena. Aunque Elasaad, uno de los responsables, indica "que lo mejor de la tecnología es que habla por sí sola. No necesitas traducir cómo se gira una valvula."

Desde que se instalase el sistema, el pueblo lo ha operado como si de un negocio se tratara, vendiendo garrafas de 20 litros a los habitantes por 5 peses — un precio comunitario acordado previamente y hasta 10 veces más barato que el agua embotellada del pueblo más cercano.

A ese precio, la comunidad logra generar unos ingresos de 49.000 pesos — $3.600 al año. La comunidad ha creado incluso un comité para gestionar el dinero, reservando una parte para su mantenimiento y reparación. El resto es reinvertido en mejorar los otros aspectos de su humilde comunidad. Su próximo plan es vender ese agua embotellada a los turistas que llegan a visitar las ruinas Mayas locales.

No sólo ofrece una forma de resolver problemas, crear un negocio auto-sostenible, los investigadores creen que la salud general está mejorando al beber un agua potable de calidad. "En el pueblo eran más baratos los refrescos que el agua embotellada," asegura Elasaad, "ahora los niños beben más agua y están más hidratados y sanos."

La tecnología nunca trató de megapixeles ni megahertzios, siempre trató de hacer cosas increíbles para mejorar la vida de las personas.

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