**La tecnología para el reconocimiento facial se ha vuelto omnipresente. Desde nuestras fotos en Facebook hasta las cámaras de seguridad de los aeropuertos, son la característica consentida de los sistemas de seguridad en todo el mundo, sumergiéndonos cada vez más profundo en las entrañas de una distopía orwelliana.

El reconocimiento facial funciona a través de algoritmos que identifican características faciales a partir de una imagen o video del rostro de una persona. Un determinado algoritmo puede analizar la ubicación relativa, la forma y el tamaño de determinados rasgos, como ojos, nariz, boca, mentón y pómulos, y luego compararlos con una búsqueda de otras imágenes para encontrar características similares. Cualquiera que haya recibido sugerencias de Facebook o Google para etiquetar su propio rostro o el de sus amigos en una fotografía puede haber sentido un leve escalofrío recorrer su columna vertebral. Las máquinas saben quiénes somos.

Diversas organizaciones relacionadas con la privacidad, como la EFF, han expresado su preocupación con respecto al uso de ésta y otras tecnologías de vigilancia masiva. La capacidad de saber la ubicación y actividades de todas las personas en todo momento puede ser empleada para evitar el ejercicio legal de los derechos ciudadanos, y puede conducir a la autocensura y al abuso de poder por parte de los gobiernos. Por otra parte, la capacidad de asociar estos datos con la vasta cantidad de información de otro tipo que almacenan los sistemas de seguridad y los servicios de redes sociales, construye una inmensa base de datos que podría ser abusada tanto por los gobiernos como por las empresas de tecnología.

Camuflaje para la detección facial

Desde hace varios años, diversos intentos de traspasar o deshabilitar el software usado para el reconocimiento facial han tenido variados resultados. En 2010, Adam Harvey, un alumno de la Universidad de Nueva York, presentó una tesis en la cual usaba maquillaje y accesorios simples como anteojos, velos y cabello artificial para combinar estéticas de la moda con ingeniería inversa del software de detección de rostros. Encontró, por ejemplo, que cierto algoritmo muy utilizado podía hacerse menos preciso al usar maquillaje**, específicamente patrones oscuros alrededor de los ojos y mejillas, en diseños asimétricos. Posteriormente, Harvey desarrolló una línea de productos de "camuflaje" para la detección facial, que pueden ser explorados y descargados en el sitio web del proyecto.

reconocimiento facial
Day 321: Behind the Mask I Wear por Kathryn bajo licencia CC BY NC 2.0.

Una solución de más alta tecnología fue creada por el Instituto Nacional de Informática en Japón: unos anteojos llamados **PrivacyVisor, que contienen 11 luces LED cuyas longitudes de onda son cercanas a la luz infrarroja y pueden ser encendidas cuando los usuarios desean que sus rostros no sean detectados por los sistemas. Éstas generan diferencias de luminosidad en los ojos que hacen que los sistemas fallen, mientras permanecen imperceptibles al ojo humano.

Más recientemente, el artista Leo Selvaggio ha presentado un proyecto llamado "Prótesis personal de vigilancia de identidad" (URME, por las siglas en inglés). La prótesis es una máscara, una recreación tridimensional hiperrealista **impresa en 3D del rostro de Selvaggio, que permite a otras personas "asumir su identidad" y de ese modo proteger las suyas. La idea detrás del proyecto no es ocultarse, sino inundar el sistema con información, esto es, con copias de su rostro, para de este modo crear desinformación.

Al despojarse de su propio rostro para entregarlo a otros, Salvaggio podría estar también dando pasos interesantes en otro tema que es de su especial interés, la exploración del concepto de identidad: una vez que su "yo" está disperso en miles de rostros en todo el mundo, ¿quién es realmente ese "yo"?

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