aparición del ser humano

El craneo de Dryopithecus que ha ayudado a situar a la especie

Contamos ya con unos casi 5000 años de historia y varias decenas de miles de prehistoria. Pero las dudas sobre nuestra evolución siguen ahí. Somos capaces de observar cuándo aparecieron algunas de las primeras partículas del universo; predecir cómo se formó el planeta en el que vivimos; e, incluso estimar cuando comenzó la vida en la Tierra. Pero, ¿cuándo apareció lo que hoy comprendemos que es el ser humano? ¿Cuándo comenzamos a dar los primeros pasos que nos diferenciaron de nuestros hermanos, convirtiendo los primeros pasos de lo que hoy nos ha llevado hasta la cima tecnológica e intelectual en la que nos vemos? Los últimos datos muestran que aparecimos un poco antes de lo que esperábamos: hace 10 millones de años.

La calavera de un gorila

Desde hace años se estima que la edad de la aparición del hombre se sitúa en torno a los 8 millones de años. En aquel entonces la que sería nuestra estirpe se habría separado de otros primates (primates no homínidos) como el chimpancé. Desde entonces y hasta ahora varios han sido las especies que han surgido y desaparecido en el camino previo al Homo sapiens, especie a la que pertenecemos. Un reciente hallazgo, sin embargo, podría retrasar esta fecha unos 2 millones de años. Éste no es otra cosa que la calavera de un gorila, un primate no homínido, que podría tener Primero se separaron los orangutanes y luego aparecieron los gorilas en la evolución de los primatesunos 12 millones de años. La calavera de Dryopithecus bien podría haber sido la de una especie antecesora o independiente de los gorilas.

Sin embargo, los estudios anatómicos muestran que en realidad, Dryopithecus era un pequeño gorila, propiamente dicho. Este hecho, relacionado con los tiempos estimados que se le atribuyen a la aparición del ser humano, sitúan nuestro origen 2 millones de años antes. ¿Por qué? Muy sencillo, los orangutanes son la especie que antes se separó de la línea evolutiva del ser humano. De los orangutanes provienen entonces los gorilas y Dryopithecus Pero si Dryopithecus es en realidad un gorila podemos extrapolar y retroceder un escalón temporal en la evolución y, entonces, la especie no solo es más cercana a los seres humanos sino que indica que la aparición del ser humano fue antes de lo previsto.

Relojes moleculares

Por supuesto, el estudio anatómico puede ser torticero y traicionero. Es muy difícil fiarse por completo de las características físicas de un fósil, tan sujetas a interpretación. Pero, por suerte, a día de hoy contamos con una enorme cantidad de referencias moleculares. Efectivamente, existen relojes biológicos y químicos que avalan la hipótesis que sitúa nuestro origen 2 millones de años antes. De hecho, era algo que se sospechaba desde hacía tiempo. Los relojes moleculares, normalmente genéticos, son "comparaciones" de moléculas, grosso modo, que nos indican tras muchos estudios en qué tiempo se encontraba la especie. Con el paso de los años, nuestro material genético va acumulando una serie de mutaciones que pasan de padres a hijos. La gran mayoría de esas mutaciones no tienen ningún efecto, pero sirven como indicadores temporales.

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Hasta ahora, la evidencia más fuerte sitúa tanto los relojes moleculares como los fósiles más viejos de la aparición del ser humano, los del Sahelanthropus, en 7 millones de años atrás. Sin embargo, existen evidencias y relojes moleculares que apuntan a un ancestro del ser humano que existió hace 13 millones de años. Por supuesto, a medida que nos acercamos más a la raíz, donde divergemos de nuestros primos primates, las evidencias se difuminan y se confunden. Dos especies en desarrollo y separación pasan por una etapa en la que no se diferencian prácticamente nada la una de la otra. Dos millones de años no es un tiempo nada largo para que dos especies se separen definitivamente la una de la otra. Para situar, definitivamente, la aparición del ser humano dos millones de años atrás, habrá que encontrar más evidencias y fósiles que rellenen el hueco temporal que se abre, como un abismo, ante lo que sabemos sobre nuestro origen.

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