el tráfico de marfil y el terrorismo

'Last Days', de Kathryn Bigelow - Annapurna Pictures

Los métodos que utilizan los terroristas para financiar sus conocidas acciones violentas son diversos. Además de aceptar donaciones privadas, falsifican tarjetas de crédito y otros artículos, llevan a cabo acciones de piratería en el mar, trafican con drogas, armas y, en teoría, con el marfil de elefantes y cuernos de rinocerontes. Es decir, estos individuos se financian exactamente igual que el crimen organizado clásico. Así consiguieron los más de 300.000 euros que necesitaron para provocar el 11-S en Nueva York, los menos de 100.000 que les costó el 11-M en Madrid o los ridículos 10.000 del 7-J en Londres; y según los datos disponibles, los grupos yihadistas captan unos 5.000 millones de euros anuales para mantenerse en funcionamiento. Pero no hay unanimidad en la realidad de uno de sus métodos de financiación: el tráfico de marfil. Veamos por qué.

¿Masacrando elefantes para aterrorizar?

No han sido pocas las voces que se han oído en los últimos tiempos alertando de que el dinero del tráfico de marfil acaba en manos peores de lo que podríamos imaginar, manos que sostienen kalashnikovs en África y se lían a tiros de repente entre los infieles y fabrican bombas que adhieren a los bajos de un coche o al cuerpo de algún fanático suicida y estallan en presencia de otras personas. **Hillary Clinton, ex secretaria de Estado estadounidense y candidata para la nominación de su partido en las elecciones presidenciales de 2016, William Hague, secretario de Relaciones Exteriores del Reino Unido, o Uhuru Kenyatta, presidente de Kenia, son algunas de esas voces.

Pero ha sido sin duda la oscarizada cineasta Kathryn Bigelow, que tiene en su haber películas como Strange Days (1995) o The Hurt Locker (2008), la que más ha llamado la atención con su destacable cortometraje Last Days (2014), en el que, mezclando animación e imagen real, denuncia la mencionada relación entre el tráfico de marfil y la financiación del terrorismo en África**, con un breve pero muy efectivo ejercicio narrativo hacia atrás, desde la venta de objetos fabricados con marfil hasta la masacre de elefantes para arrancárselo del cuerpo.

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Los informes que defienden esta relación, como el Ivory’s Curse, hablan de que grupos terroristas como el de Al-Shabab o el de Boko Haram se financian con el tráfico de marfil, y uno publicado por la Liga de Acción por los Elefantes en 2012 afirma que, según “una fuente anónima del grupo militante”, Al-Shabab obtiene hasta el 40% de sus ingresos con este tráfico, es decir, entre 200.000 y 600.000 dólares mensuales. Y hay analistas que ven en estrategias políticas como la del Gobierno de Obama para prevenir el tráfico de marfil una forma de cerrarles el grifo económico a esos grupos terroristas.

El escepticismo ante esto ha llegado desde el Programa Ambiental de las Naciones Unidas y la INTERPOL, que en un informe conjunto ven poco consistentes las afirmaciones de la Liga porque su información proviene de una cuestionable única fuente y porque, de ser cierta, Al-Shabab tendría que transportar casi todo el marfil escalfado del centro, este y oeste de África a un único puerto somalí, algo muy improbable por dificultoso. Además, el mismo informe indica que, en realidad, Al-Shabab gana una pasta gansa con la producción ilegal de carbón, que es otro grave delito medioambiental, provoca una deforestación generalizada y, de hecho, está ocasionando la desertificación de algunas zonas de Somalia.

el tráfico de marfil y el terrorismo
Tráfico de marfil - LosAndes.com.ar

Los que señalan la necesidad de evidencias y de garantizar la credibilidad de la información mantienen que de ello depende en gran medida la fuerza del movimiento de conservación medioambiental, que ya se encuentra con suficiente oposición interesada y otras dificultades como para aceptar que los propios le pongan palos en las ruedas.

Sin embargo y sea como fuere, lo que sí está más que probado es que el tráfico de marfil sirve para financiar conflictos armados en África, y si tenemos en cuenta lo que nos muestra Bigelow en su meritorio cortometraje de denuncia, el tráfico de especies en peligro de extinción es el cuarto negocio ilegal del mundo, por detrás de las drogas, las armas y la trata de personas; unos 34.000 elefantes son liquidados cada año por su marfil y los que viven en libertad podrían extinguirse en sólo 11 años. Si a mí me preguntan, me parece que esto ya es razón suficiente para luchar contra el tráfico de marfil con todo nuestro empeño, y no creo que las víctimas de los conflictos armados africanos sean menos importantes que las del terrorismo.

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