Denis Simonov I Shutterstock

La tecnología es algo universal, y existen muchos perfiles donde solemos encasillar a sus usuarios: básicos, avanzados, expertos… En mi opinión, a menudo clasificar nos hace asumir comportamientos en muchas personas, subestimar sus necesidades y capacidades, y, sobre todo, obligarles a usar productos que, aunque no lo parezcan a priori, pueden ser mediocres para ellos.

Es algo que yo mismo hago. A menudo hablo de las necesidades de nosotros, “los usuarios avanzados”. Cuando pienso en ello, me doy cuenta de lo incongruente que es, y en muchos casos, incluso prepotente. Lo explicaré para esclarecer. A menudo nos piden recomendación sobre qué smartphone adquirir. Es en ese momento cuando encasillamos a los usuarios normales. En nuestro planteamiento, para hacer llamadas y enviar mensajes por WhatsApp cualquier teléfono es suficiente. Pensamos, en ese caso, que la persona se puede conformar con un teléfono con 4GB de almacenamiento interno, poca batería, un viejo procesador de dos núcleos, y una pantalla de baja resolución, porque “sólo va a enviar WhatsApps”.

Le compramos a esa persona el smartphone y le ampliamos el almacenamiento con una tarjeta de 16 GB, para que no haya sustos. Al mes nos llama, el almacenamiento está casi lleno y el teléfono se lo recuerda cada hora. En ese mes, ha hecho muchísimas fotos y ha descubierto muchas aplicaciones, y como la carpeta WhatsApp (no se puede mover a la memoria externa fácilmente) ocupa casi 1 GB por todos los vídeos familiares recibidos, hay poco que hacer. También se queja de que al usar el teléfono al sol no ve nada, y tiene que ir hacia la sombra para poder usarlo. Por último, el smartphone sólo le dura hasta media mañana, porque recibe muchos mensajes y no sabe que la mala cobertura de su zona de trabajo perjudica la autonomía.

El iPhone 5c de 8GB sólo tiene 4.9GB disponibles. Puede ser un drama.
El iPhone 5c de 8GB sólo tiene 4.9GB disponibles. Puede ser un drama.

Otra persona que comprase un iPhone 5c puede estar igual. Le dijeron que con 8 GB iba bien, y tras querer actualizar a iOS 8, desistió, pues no sabía qué hacer y qué cosas borrar para poder actualizar el sistema, según las notificaciones le decían. No sabe bien cómo sacar las fotos que ha hecho con el teléfono, y ha escuchado algo de que hay que usar la nube, pero desconoce cómo funciona y le parece algo confuso.

En otro caso, una persona mayor y sin mucho conocimiento nos pregunta por una tarifa de datos, y le recomendamos la más barata, es decir, la que tiene menor cantidad de datos. La persona, sin saber muy porqué, ve a los pocos días que su conexión móvil a Internet comienza a ir terriblemente lenta, porque ha recibido y enviado muchos vídeos, sin conectarse a WiFi, por no saber que tenía un límite de datos.

Si subestimas lo que una persona necesita, le estás abocando a una experiencia de uso nefasta y sin solución

Son situaciones que los llamados usuarios avanzados podrían solucionar sin problema si se diera el caso, e incluso podrían tomar medidas para prevenir que el problema ocurra. Pero por el contrario, son ellos quienes adquieren tarifas de datos más altas, o smartphones de gama más alta y de mayor capacidad, pues en su pensamiento, y ahí me incluyo, son quienes de verdad harán uso de esas funciones ampliadas.

Creo que lo que aquí llamamos tecnología invisible encaja en este razonamiento. Dentro de ese concepto, para mí entran funciones como Touch ID o la calidad de cámara de un iPhone 6 o un Galaxy S6. Serían esos usuarios básicos los que más aprovecharían, a veces sin saberlo, esos añadidos, porque de otra manera seguirían con los tediosos desbloqueos numéricos o harían fotos mucho peores que años más tarde lamentarán, sin saber de fotografía. En cambio, la cámara de esos terminales, te saca la mejor foto posible sin esfuerzo ni conocimientos.

Incluso quien no conoce los productos a fondo, se beneficia de sus cualidades y de sus aspectos "invisibles", esa es la magia de la tecnología. Es para todos.

La posición hacia los usuarios normales suele ser pensar que “no necesitan esas funciones avanzadas en su smartphone, su usos son muy sencillos”. Y podría ser, efectivamente, que su uso fuese limitado. Pero como he expuesto, son precisamente ellos quienes más problemas tienen a la hora de poder sobreponerse a las limitaciones de su smartphone, pues no los conocen en profundidad como para tomar caminos alternativos. Quienes escribimos de tecnología, por ejemplo, sabemos cómo vaciar la caché de las aplicaciones, y con ello liberar memoria. Quien no sabe de tecnología, ni se preocupa por ello, pero sí por poder hacer más fotos o instalar alguna que otra app.

Mi conclusión es por tanto que debemos romper ciertas clasificaciones y atender más a personas concretas cuando hablamos de tecnología. Ni subestimar lo que puedan llegar a hacer con un smartphone, ni recomendar productos mediocres nacidos de la carrera hacia el abismo. Está claro que el precio juega un gran papel en todo esto, y en ese caso lo mejor es formar a las personas para saber gestionar todo. Lo que me queda más claro aún, es que resulta ciertamente egoísta pensar que las necesidades ajenas son tan bajas que, de entrada, merecen productos mediocres. Y si se piensa en símiles fuera de la tecnología, esto se esclarece aún más.

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