coches autónomos

Hace poco más de un siglo la sociedad se enfrentó a un problema similar al que nos encontraremos dentro de menos de una década. ¿Cómo convivirá el pasado con el presente? Hace años la duda surgió cuando los primeros coches salían de las fábricas, los primeros coches que no necesitaban de caballos reales para ser impulsados, sino que un motor los sustituía. Ahora vivimos una época de prerevolución similar y hay que afrontarla cuanto antes.

Cuando la tecnología entró de lleno a un sector que se impulsaba con animales, las dudas fueron numerosas: ¿cómo reaccionarán los caballos ante el ruido que generarían los coches? ¿Quiénes tendrían preferencia? Y otras muchas dudas que podemos trasladar a esta década como ¿cómo convivirán coches autónomos con los convencionales? ¿Quién tendrá la razón ante un incidente? ¿Cómo evolucionarán las normas de tráfico?

¿Cuándo nos parecerá de otra época conducir un coche?

Y la última duda es la más interesante. Que levante la mano el que no sepa que un radar de velocidad tiene un pequeño margen de error. Bien, el coche autónomo no lo sabe. ¿Parece algo simple y sencillo de arreglar? Si, pero tendría consecuencias desastrosas.

El primer viaje completo de un coche autónomo se produjo en abril con un vehículo que arrancó en San Francisco y terminó en Nueva York. Los ocupantes de este coche relatan que no podemos imaginarnos la reacción de los conductores que lo rodeaban, y no porque no hubiera conductor, sino porque respetaba escrupulosamente las normas de velocidad máxima. Los responsables de este proyecto aseguran que existe un problema con las normas de tráfico y que deberían estudiarse si los coches autónomos van a convivir, y lo van a hacer, con los automóviles convencionales.

coches autónomos

El problema según este equipo de desarrollo radica en que los conductores sabemos que existe un pequeño espacio en el que saltarnos la ley es complicado que suponga una multa. Por ejemplo, acelerar ante un semáforo que está en ámbar es común de ver en los conductores, pero un coche autónomo nunca lo haría. Lo mismo sucede con adelantamientos peligrosos o con la velocidad máxima en una vía. La pregunta, por ejemplo con el tema de la velocidad, es sencilla para este equipo: si el límite de multa no son 120 kilómetros/hora sino 130 ¿por qué no se establece este límite y no el anterior? Esto no lo procesa de forma adecuada un algoritmo, solo un humano.

El problema de la convivencia entre coches autónomos y convencionales radica en el ser humano. Es complicado programar una máquina que pueda predecir el comportamiento humano y evitar un accidente, por lo que se aboga por, o bien limitar ciertas partes de una ciudad a que no circulen ambos tipos de coches, o a que se actualicen las normas de circulación.

Pongamos otro ejemplo: un cruce. Lo más probable es que exista una señal de ceda el paso o stop porque un ser humano necesita algo de tiempo para poder mirar hacia los lados y comprobar que no viene nadie. Los coches autónomos no necesitan este tiempo porque tienen sistemas de visión 360 grados y además están conectados a la ciudad, por lo que saben, primero que otro coche autónomo no se saltará la señal, y segundo, en caso de que suceda, lo van a ver antes que un humano. ¿Cómo gestionamos ante esta situación el tráfico?

Es más, y según los responsables, si todos los coches fueran autónomos no serían necesarias las señales más básicas como las de parada o ceda al paso porque estarían conectados de forma inalámbrica unos con otros. Y para muestra un vídeo en el que se simula el tránsito en intersecciones de vehículos autónomos:

YouTube video

¿Qué pasaría si introdujéramos a un conductor de un coche convencional? El caos, por eso, tenemos que plantear cómo queremos que convivan estas dos tecnologías, porque lo van a hacer.

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